miércoles, 26 de diciembre de 2012

Nuevo sexenio, contrastes

Aserto, No. 113, diciembre de 2012 Luis Javier Valero Flores La asunción de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, además de la descalificación de su contendiente, Andrés Manuel López Obrador, fue enmarcada por las violentas protestas en el centro histórico de la Cd. de México y el anuncio de trece medidas, algunas de ellas que recordaron, sin lugar a dudas, de las que tomara en su tiempo López Obrador, a su paso por la jefatura de gobierno del DF. Culmina el cuadro, de contrastes, el hecho de que los tres principales partidos firmaron, con Peña Nieto, el Pacto por México en el Castillo de Chapultepec que impulsará tres reformas en el corto plazo: cambios en la legislación de telecomunicaciones; reforma educativa y una ley de responsabilidad hacendaria que garantice mayor control de las finanzas de los estados y municipios, aspectos contenidos en el miniprograma de trece puntos dados a conocer el día de su toma de posesión y que implican, sí, un compromiso de PRI, PAN y PRD para estas reformas que tienen en su contra poderosas fuerzas políticas, sociales y económicas. No son los únicos escenarios contratantes, la composición del gabinete es otro de ellos. De entrada se puede afirmar que obedece a una concepción rayana en el provincianismo, pues casi la mitad de los primeros que se dieron a conocer -los más importantes, tanto por su peso específico, como por la notoriedad y relevancia en el quehacer público- fueron ocupados por los políticos mexiquenses, integrantes o no del grupo Atlacomulco, cuya existencia niegan pero que es un poderoso aglutinante de la clase política de esta entidad y que ahora se apresta a ejercer el poder, casi de manera avasallante al resto de los grupos del PRI. Y esa es otra figura contrastante, la de los priistas de todo el país que se imaginaban que podían, algunos de ellos, integrar al nuevo equipo de gobierno y asistir al encumbramiento de sólo dos grupos, el mexiquense y el de Hidalgo, que ahora será uno de los de mayor poder en el país pues tendrán bajo sus responsabilidades la seguridad pública, la seguridad nacional, la política interna y la procuración de justicia, a través de las figuras de Miguel Osorio Chong en la Secretaría de Gobernación -que luego contendrá una subsecretaría, la de seguridad pública- y de Jesús Murillo Karam (ambos ex gobernadores de Hidalgo) en la PGR. Así, muchos integrantes de la clase política priista están de plácemes por su regreso al poder, a la silla que algún día dijeron habían prestado, pero por otra parte deberán asumir que son otros los que ejercerán el poder y cuya conducta no fue muy incluyente. Por otra parte, si la voluntad política, asumida en el anuncio de las medidas es la misma al momento de intentar concretar algunas de las reformas, está claro que Peña Nieto necesitará del concurso de otras fuerzas. Las necesitará al momento de licitar la creación de dos cadenas nacionales de televisión, lo que lo llevará a enfrentar al duopolio televisivo, tan beneficiado de los sexenios panistas; luego, para llevar al cabo la reforma educativa -sin duda, la más aplaudida de sus medidas al momento de anunciarla- ocurrirá lo mismo para enfrentar a la lideresa magisterial y la capa burocrática del SNTE. Finalmente, a querer y no, la reforma para elevar los sistemas de control para el endeudamiento lo distanciará de no pocos gobernadores que en los últimos meses y años han llevado a un colosal endeudamiento a las finanzas estatales. Y si estas medidas -más la de bajar la edad para la pensión a los senectos- le acarrearán los votos de la izquierda (y en general de las fuerzas políticas), la reforma energética no le será fácil pues concitará la oposición de este sector y otros más, los mismos que se opusieron a ella cuando Calderón quiso aprobarla. Además, deberá resolver las consecuencias de los enfrentamientos del 1o. De diciembre. No será fácil. Por si faltara algún ingrediente, no olvidemos la matazón desatada en el país. Puros contrastes.

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