lunes, 24 de diciembre de 2012

Disputa sobre las ruinas

Aserto, 15 de mayo de 2012 LUIS JAVIER VALERO FLORES Inmersa la clase política en la disputa electoral poco se asoma al agravamiento de la crisis de seguridad pública abatida sobre el país. Literalmente se cierne un empeoramiento del baño de sangre, como lo ha sido a lo largo de los últimos cinco años, y el debate sobre las condiciones en las que la nueva administración federal asumirá las riendas del país, si todavía podrán tomarlas, no aparece. Por todas partes aparecen los signos de una gravísima descomposición, sin que las fuerzas gobernantes en el país asuman sus responsabilidades en momento tan difícil. Preocupados en catalogar al candidato de las izquierdas como el candidato del encono, los insultos y la venganza, o atacarlo porque “paralizó” (sic) el país en 2006, “al tomar la avenida Reforma”, o enfrascados, como desde diciembre de 2006 lo están, acusándose unos a otros de la responsabilidad acerca del crecimiento de los índices delictivos, priístas y panistas se olvidan que en sus manos tienen todos los instrumentos del Estado mexicano para hacerle frente al momento por el que atravesamos. A lo largo de este período gubernamental los mexicanos hemos visto de la enorme capacidad del crimen organizado. Sólo para recordar algunos hechos fundamentales en esta historia, ubiquemos los episodios en los que una organización delictiva fue capaz de colocar en más de 70 ciudades del país, de manera simultánea, un mensaje con el mismo texto y en distintas modalidades de anuncios. Si los gobernantes están calculando que esos grupos criminales no cuentan con la capacidad estratégica suficiente como para saber que el actual es un momento para avanzar en el control sobre más áreas de seguridad y de la conducción política del país, entonces sí que estamos ante la clase gobernante más deficiente de nuestra historia reciente. El vacío de poder existente, que se agrava conforme pasan los días, sobre todo porque los poderes fácticos insisten machaconamente, y con todos sus recursos, para hacerle creer a la población que el resultado de las elecciones es un asunto definido, es mayor porque se hace creer que una nueva fuerza política -el PRI- puede regresar a Palacio Nacional. Y así, como los que están todavía no se van y los que van a llegar aún no lo hacen (tal trabalenguas no es una perogrullada) se abre un peligrosísimo momento para el país porque los grupos criminales intentarán, como lo dice la clase política, “posicionarse” ante los nuevos gobernantes. Las señales son numerosas a lo largo del país, particularmente en las entidades más importantes para el trasiego de las drogas hacia los Estados Unidos, en las que los signos más visibles son las ejecuciones cuyo número se incrementa con los días. La capital de Chihuahua es un ejemplo fehaciente de tal fenómeno. En tanto, la confrontación política continúa y empiezan a aparecer manifestaciones de que tal clima puede agravarse si los dirigentes políticos -y aquí incluimos a los candidatos- insisten en aumentar el encono entre ellos. Y no estamos apostándole a bajar el tono del debate, lo que creemos es que deben conducirlo por el camino del debate de las propuestas, de los señalamientos, del desempeño gubernamental de cada fuerza y para ello se requiere que acuerden presentarse al mayor número de debates posibles, en los que se pueda, a través de los mensajes, imbuir en la población que se está en una contienda democrática y no en la confrontación violenta. Al plantear tal asunto lo hacemos porque ya son varios incidentes que muestran el hartazgo de una parte de la población -y para ejemplo, ahí está el incidente ocurrido a Peña Nieto en la Universidad Ibero Americana-, o la confrontación física entre los seguidores de los candidatos del PRI y la izquierda el día del primer debate. Conducir la campaña en la más amplia apertura para debatir será una de las condiciones para impedir que aparezca del México bronco.

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