lunes, 24 de diciembre de 2012

Movilizaciones sin precedentes

Aserto, 15 de junio de 2012 LUIS JAVIER VALERO FLORES Nunca habíamos presenciado tal cosa: Que miles de -fundamentalmente- jóvenes se lanzaran a las calles a protestar, a expresar su repudio a un candidato, a una televisora, a un régimen en medio de una contienda presidencial. El catalizador fue el movimiento estudiantil, y se movilizaron por decenas de miles en decenas de ciudades, pero después del segundo debate esa movilización se transformó, se acrecentó y abarcó a prácticamente todas las ciudades visitadas por López Obrador a lo largo y ancho del país. A diferencia del 2006, cuando las movilizaciones más importantes se presentaron, como era lógico, en el centro y sur del país, ahora se extendieron a las conservadoras urbes del norte. Monterrey, Aguascalientes, San Luis Potosí, Culiacán, Hermosillo, Juárez, Chihuahua y Durango fueron escenario, en esta parte de la campaña, de gigantescas concentraciones, convocadas a deshoras del día y la semana -a mediodía, en días hábiles- como parte del cierre de campaña y que son evidencia clara de un cambio en las preferencias electorales, mostradas a partir de la irrupción estudiantil de la Ibero. Más aún, en esta masiva insurgencia político-electoral, el protagonista central son las capas medias y medias altas de la población, sectores tradicionalmente reacios ú opuestos al candidato de las izquierdas. Además, tales manifestaciones no podrían explicarse sin la participación de las redes sociales, especialmente las usadas por los jóvenes que vinieron a convertirse en algo así como los activistas del tabasqueño, y en removedores de conciencias, tabúes, esquemas y acartonamientos de sus mayores -padres, tíos, abuelos- y han hecho que una buena cantidad de personas a las que ni siquiera les importaba la política, o que no pensaban votar, ahora lo estén pensando seriamente, o de plano ya hayan resuelto hacerlo por el candidato de la izquierda mexicana que más mexicanos ha movilizado en una campaña electoral, y probablemente a lo largo de la historia, en cualquier otra actividad política. Todo ello explica lo sucedido en el segundo debate. Tanto Peña Nieto, como López Obrador se comportaron como los que iban al frente en las preferencias electorales. Hasta ese día. Es probable que nada esté escrito en la disputa por la Presidencia de México. Hasta mediados de mayo todo caminaba sobre ruedas para el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, las encuestas lo ubicaban adelante, muy adelante de los otros competidores, las campañas al Congreso de la Unión ubicaban a los candidatos priístas con la posibilidad de alzarse con la mayoría en ambas cámaras, la de Diputados y la de Senadores. Por si fuera poco, hasta en la disputa a las gubernaturas de Jalisco y Guanajuato los priístas parecían llevar la delantera. De ese modo, aparentemente, el tricolor recuperaría lo que hasta el momento son las joyas de la corona del blanquiazul. El regreso del PRI, y con “carro completo”. Ni en sus mejores sueños los estrategas y dirigentes de este partido que lo fue todo a lo largo de más de medio siglo, habían imaginado el retorno a la silla presidencial, a la mayoría en las cámaras ¡Y avalados por una avalancha de votos! La misma que les había devuelto varios gobiernos estatales, la misma que les permitió casi ser mayoría en 2009 y, sobre todo, la que le había permitido a Eruviel Avila convertirse en gobernador del Estado de México -el primero en muchos años ajeno al Grupo Atlacomulco- pero, ¡Qué importaba si uno de ellos regresaba, por fin, al máximo puesto público en México! Pero había algo que no cuadraba. Y les aparecía casi en cada encuesta levantada. López Obrador recuperaba votos y levantaba simpatías en sectores impensables seis años atrás, singularmente en el noreste del país y se enfilaba, en todos los estudios, a alcanzar a la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, y a rebasarla. Aspecto importante de tal despegue fue el primer debate. Contra lo razonado por muchos, la terquedad de López Obrador en mantener esencialmente el mismo discurso, -lógico, porque el país no ha cambiado- pudo ser el principal factor que convenció a muchos a asumirlo como su preferido en la contienda presidencial. De ese modo, casi como premonición, la advertencia lanzada por su ex líder nacional, el defenestrado Humberto Moreira, se alzaba como una amenaza que no habían contabilizado. Moreira lo había anticipado a principios de año: Nuestro verdadero adversario es López Obrador. Algo de eso mostró la encuesta del 13 de mayo de Demotecnia, la empresa de María de las Heras, publicada en UnoTv.com.mx: Le adjudicó a Peña Nieto 39% de las preferencias electorales, contra 31 de AMLO y 26 de la panista. Luego se soltaría la hecatombe de la Ibero y a partir de entonces ya nada fue fácil para el mexiquense. Enseguida, la encuesta de Reforma, que solo le dio 4 puntos de ventaja a López Obrador frente a Peña Nieto precipitó el cambio de estrategia del PRI. Debería enfocarse en desvirtuar la principal carta de presentación del izquierdista: Su honestidad. Y contra ese aspecto lanzaron todos los obuses mediáticos, reeditaron la acusación de la extrema derecha -es un peligro para México-; tomaron como base el informe presentado por AMLO de los gastos de la actual campaña, lo extrapolaron a las actividades realizadas durante los cinco años posteriores a las elecciones del 2006, lo calcularon en mil 200 millones de pesos y lo acusaron de no informar de esos gastos al IFE, de efectuar un fraude porque dicen no haber encontrado evidencias de la fundación “Honestidad” valiente; montaron el episodio de la recaudación de dinero en una cena en casa de Luis Creel, primo de Santiago del mismo apellido, y con un burdo montaje de un video intentaron hacerlo pasar como un político más que recurre a las mismas artes que el resto para recaudar dinero para las campañas electorales. Nada de eso les funcionó, país estaba inmerso en lo acaecido en las redes sociales, ese era el tema de todas las conversaciones de los interesados en la campaña electoral y la conclusión frecuente era la certidumbre, en unos, de que El Peje alcanzaría a Peña Nieto, y en otros, los más escépticos, o de plano simpatizantes de cualquiera de las otras candidaturas, la inquietud de si le alcanzaría al candidato de las izquierdas para lograr una hazaña electoral. De ahí la importancia del segundo debate. A él llegaron en un verdadero y profundo cambio en las tendencias prevalecientes las semanas anteriores: La ventaja de Peña Nieto estaba, no solo seriamente cuestionada, sino puesta en entredicho la confiabilidad de la mayoría de las empresas encuestadoras e inmerso en una disminución sostenida en las preferencias; Josefina Vázquez Mota perdió el segundo lugar que se le adjudicaba y López Obrador la había rebasado claramente. La candidata del partido gobernante ha quedado fuera de la disputa presidencial y ésta se ha convertido, nuevamente, en una elección parejera, ahora entre Peña Nieto y López Obrador, al igual que las tres elecciones precedentes, las de la época de la plena competencia electoral; plenamente sabedora de ocupar el tercer lugar explotó al máximo esa ubicación y pretendió utilizar tal posición para intentar cambiarlo a base de ataques, críticas y marrullerías, mezcladas con mentiras y verdades. Desnudado, Quadri se reveló tal cual, incapaz (porque a eso no lo mandaron) de emitir crítica alguna a Peña Nieto. Se excedió, para los fines de encubrir su verdadera tarea, en el ataque a López Obrador y Vázquez Mota, de paso, se colocó, no como un aspirante a la presidencia, sino como un ciudadano que les pide a los otros llevar al cabo tal y cual exigencia. Y develó nítidamente su relación con la dirigente sindical del magisterio. Así, el debate poco cambiará en la tendencia de las preferencias electorales, presentada a partir de los acontecimientos de la Ibero y la aparición del #YoSoy 132, es decir, Josefina quedará en un tercer lugar, ya estable, Peña Nieto perdiendo puntos, paulatinamente y López Obrador dando la sensación de que no solo alcanzará, sino que ganará la elección, algo que hasta en Chihuahua se aprecia, independientemente de los círculos sociales, a juzgar por las múltiples y variadas manifestaciones, no solamente las de las calles, sino las que expresan en corto, en privado. Por ello, Peña Nieto no lanzó ataque alguno a AMLO, pero tampoco éste, y los dos debieron defenderse de las acusaciones ideologizadas de la panista, y mentirosas. Porque en descargo de Peña Nieto, lo criticable de la relación de éste con su tío, Arturo Montiel, no es que la hayan tenido, sino que haya solapado los hechos corruptos de éste, denunciados en su tiempo por los mismos priístas. O del ataque a AMLO, por haber pertenecido al PRI, y sólo por ese hecho, sin detenerse a pensar que una buena parte de los últimos candidatos triunfadores de su partido proceden, precisamente, de ese partido, y que todos habían nacido después de la masacre de Tlatelolco. Por tales razones, creer que ganó el debate porque atacó a los otros, sin debatir sus propuestas, es una verdadera equivocación. Y López Obrador, sabedor de que la tendencia prevaleciente es la de su constante crecimiento, no solo en las encuestas, sino en la percepción de millones, que ha arrojado a decenas de miles de jóvenes a las calles, en decenas de manifestaciones como no se había visto en muchos años, y nunca en una campaña electoral presidencial, se dedicó a exponer más que a confrontar, aunque por momentos algunas de sus propuestas y posturas se repetían. Pero más allá de los debates (al momento de redactar este trabajo aún faltaba de realizarse el convocado por el #YoSoy132) lo cierto es que el eje central de la propuesta lopezobradorista ha prendido en amplias capas de la población y ha empatado con las posturas del más poderoso movimiento estudiantil de las últimas décadas, pues aunque pudiera desaparecer, sus posturas, los ejes que aglutinaron a decenas de miles de jóvenes y su poder de convocatoria, así como lo hondo que caló en la sociedad mexicana así lo ubican. Y una poderosa manifestación lo acompaña en la parte final de la campaña. Sus actos de cierre en las capitales estatales así lo demuestran, con la novedad que ahora, a diferencia de seis años atrás, lo masivo de los actos lo acompaña permanentemente, incluso en los enclaves del panismo, como Mexicali, Aguascalientes, San Luis Potosí o Hermosillo (Sí, no en todos gobierna, pero hasta hace poco eran terrenos del blanquiazul), configurando, quizá, la principal característica de la actual campaña. Pero nada de esto pudo realizarse sin la movilización estudiantil que nació, deberá recordarse permanentemente, en las capas medias altas de la ciudad de México y Monterrey. Se tardaron un sexenio en asimilar lo que tanto pregonó en la anterior campaña electoral, por el bien de todos, primero los pobres. Devastado el país por la inseguridad y la crisis económica (a pesar de las más altas reservas del Banco de México) no es una coincidencia que de esos estratos haya provenido la más profunda reflexión acerca del futuro inmediato del país. Sin embargo, conforme pasan los días se recrudece un fenómeno: El incremento de las manifestaciones en contra del candidato priísta, y en algunas de ellas, pocas por cierto, la aparición de agresiones, como la más reciente acaecida en Tepeaca, Puebla, en la que de manera sospechosa el vehículo de Peña Nieto fue atacado inmisericordemente, sin protección alguna, y eso que venía de un acto en el que sus guardias se excedieron y violentamente habían agredido a simpatizantes del priísta, cuando éstos superaron las vallas colocadas para impedir que cualquier persona se acercara al candidato. Eso es lo raro, hay excesos en su protección y decenas de opositores suyos pueden acceder libremente a su vehículo, en el que viajaba prácticamente sin protección. Por todos lados aparecen los datos de la honda preocupación por el ascenso del tabasqueño, en la misma noche del segundo debate, Felipe Calderón, sin haber escuchado o bien, o de otro modo, que lo hizo a sabiendas, criticó a AMLO por la cifra de los 300 mil millones de pesos que el candidato aseguró se podrían ahorrar combatiendo la corrupción y adelgazando la nómina federal. Enganchado, Calderón solo se fijó en la parte de la burocracia y alegó que ni corriendo a todos los trabajadores federales. A tal alegato lo secundaron prácticamente todos los medios de comunicación y los funcionarios federales. En el debate lo había expresado claramente López Obrador. De ese modo, hasta ilegalmente, Calderón pretendió subirse a la polémica electoral, enviando, de pasadita, el mensaje de que su candidata no tuvo, ni la información adecuada, ni probablemente la capacidad -a ojos de Calderón- para defender un aspecto tan importante de la administración federal. En tanto, en las redes sociales se incrementaban las expresiones de repudio al candidato del PRI, a Televisa y al régimen. ¿Alcanzará el tiempo para que se presente un vuelco electoral, sin precedentes en la historia nacional?

No hay comentarios:

Publicar un comentario