jueves, 28 de junio de 2018

Continuidad o cambio


El Diario, 28 de junio de 2018
Luis Javier Valero Flores
Más allá de lo planteado por los candidatos a la presidencia de la república, lo que permeó a lo largo de la campaña fue la enorme fuerza con la que la sociedad se pronunció por un cambio en el régimen.
Los resultados electorales -presumiblemente- confirmarán tal aserto.
Lo que ahora tenemos a la mano, justo en los días previos a la elección, es que una buena cantidad de las encuestas, de las manifestaciones en las redes sociales, de los comentarios en todos los medios de comunicación; la concurrencia a los eventos de los candidatos y hasta de los “memes” circulantes tienen como factor común el del rechazo al actual grupo gobernante y a los partidos políticos.
Es el rechazo al “sistema” y a todas las agrupaciones políticas, es cierto, pero a unas más que otras, pero el factor que más incidirá es el de las muy bajas calificaciones al gobierno de Peña Nieto, el peor calificado de todos los gobernantes anteriores.
Apostarle a la continuidad de tal gobierno será la factura que pagará José Antonio Meade, y de alguna manera, también, Ricardo Anaya. La firma del Pacto por México, en los inicios del gobierno de Peña Nieto, selló su futuro inmediato debido a que, acostumbrados a exagerar en las consecuencias positivas de sus actos, le hicieron creer a los mexicanos que muchos de sus problemas serían resueltos con las reformas “estructurales”.
Tema central de las campañas electorales del 2012, la disminución de los costos de los energéticos, se convirtió en uno de los baldones más pesados en contra de los partidos del “Pacto” pues el crecimiento del precio de la gasolina -de manera sostenida en el gobierno de Felipe Calderón y a saltos en el de Peña Nieto-, resquebrajó la poca credibilidad restante de los firmantes.
En aras de llevar adelante sus reformas, a como diera lugar, hicieron cosas que hoy se les revierten.
Una de ellas, la de imponer la reforma educativa a como diera lugar, llevó a lo impensable: Que la disidencia magisterial (La CNTE) y el organismo oficial (El SNTE), sin acordar formalmente nada, en la práctica, coincidieran en la candidatura de López Obrador.
La razón del encarcelamiento de la hasta entonces lideresa real y presidenta del Comité Nacional del SNTE, Elba Esther Gordillo, no obedeció a la pretensión de combatir la corrupción en el sindicato magisterial, no, respondió al rechazo de Gordillo a la reforma educativa y a su terquedad en llevar su oposición hasta las últimas consecuencias.
Encarcelada, el resto de los dirigentes magisteriales accedieron a sustituirla en la dirección sindical solo hasta después de que el entonces Secretario General y hoy presidente del SNTE, Juan Díaz de la Torre, les dijera que en Gobernación “tienen los expedientes de todos nosotros”.
El régimen paga hoy su terquedad, miles de maestros de la disidencia, y de los agrupados en el sindicato magisterial, particularmente en el sur del país, apoyan a quien les prometiera que echaría por tierra la reforma educativa.
Mintió Peña Nieto, el Estado mexicano nunca perdió la conducción de la educación, de ninguna manera, la maestra Gordillo era pieza esencial del sistema, era uno de ellos, con Zedillo, con Fox, con Calderón, con Peña Nieto, pero al momento que pretendieron quitarle prebendas, sin convencerla, ni cambiárselas por otras, decidieron quitarla de en medio.
Craso error, hoy lo pagarán.
Como ese, numerosos son los casos de tales atropellos y anomalías a lo largo del país. 
Entre tanto, una cosa cambiaba en los mexicanos, el crecimiento de la falta de identificación con un sistema y con su partido. Eso no cambia al calor de una campaña electoral, no, es una nueva percepción de cientos de miles de ciudadanos, tal identidad no regresa con el despliegue de nuevas promesas, que en mucho son las mismas de la campaña presidencial anterior, y de la anterior, y de la otra…
Presidencialistas como somos los mexicanos, le apostamos todo nuestro futuro (creyendo que en un sexenio se podrían remediar todos los males) al nuevo Tlatoani, sin percatarnos que depende de los fenómenos sociales que originemos, que construyamos como sociedad, que no dependerá del arribo de un nuevo presidente, cualquiera que éste sea, pero que deberá gozar de una cualidad, la de pretender cambiar el régimen imperante.

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domingo, 24 de junio de 2018

Se desfondó el régimen

El Diario, 24 de junio de 2018
Luis Javier Valero Flores
Impetuosas, las multitudes que acompañan al candidato de “Juntos haremos historia” (Morena, PT y PES), Andrés Manuel López Obrador parecieran estar en condiciones de avasallar, no solo electoralmente al partido gobernante, el PRI, sino al régimen completo, el derrumbe pareciera inminente, a tal grado que llevará al partido de Peña Nieto y de José Antonio Meade a una colosal derrota.
Pero no se circunscribirá solamente al PRI, con toda seguridad abarcará a la mayoría de los partidos derrotados en estas que pueden constituirse en unas elecciones referentistas, las del rompimiento del régimen de partidos hasta ahora existente, cuyas primeras manifestaciones son las de las multitudes abarrotando plazas, estadios, gimnasios y calles en prácticamente cualquier ciudad de México, solo para asistir a los mitines de López Obrador.
Para evitar esa derrota han echado mano de todos sus instrumentos y de las peores estratagemas publicitarias, las mismas que en las elecciones del 2006 tan bien les resultaron, entre las cuales ocupa un lugar preferente la mentira.
Mas rupestre, José Antonio Meade intentó imbuir el terror en el electorado, sin darse cuenta que el miedo está entre nosotros, que los niveles de inseguridad existentes no se le pueden atribuir a quien pudiera quitarles el gobierno, no alcanzó a comprender que él formaba, ante los ojos de los mexicanos y porque así es, parte de lo que la mayoría rechaza y mintió descaradamente. 
Convencidos, mintieron acerca de las pretensiones de López Obrador, con motivo de la llamada amnistía que promovería para construir la paz, o cesar la situación de guerra existente, Meade primero y luego también Anaya, a todas horas, en todos los tonos, en todos los medios de comunicación, a voz en cuello le mintieron al país diciendo que el morenista pretendía perdonar a todos los delincuentes.
Ni Meade, ni Anaya lograron percatarse que insistir en las mentiras los hundiría. El colmo fue el panista. En los debates, impertérrito, mintió una y otra vez y su mejor desempeño, que la de Andrés Manuel, al día siguiente era vapuleada, en cuanto se sabían los detalles de las mentiras usadas ante las cámaras para intentar salir triunfador.
Lo mismo intentó Meade, aunque con menor éxito, derivado de su evidente torpeza discursiva y ¡quien lo diría! pocas luces, en contraste con las muy buenas credenciales que se le achacaban como funcionario público ¿A quién se le ocurre decir que oponerse a la reforma educativa “es impedir que los niños se eduquen”, como lo dijo reiteradamente, en un inútil intento de defender la reforma de Peña Nieto?
Sin brújula, iniciaron la campaña criticando al tabasqueño por hacer una campaña populista y terminaron prometiendo todas las cosas imaginables posibles, en un verdadero alarde de demagogia populista.
Ante eso, López Obrador se ha convertido en una especie de pararrayos de las inmensas tragedias de la mayoría de los mexicanos y, por ende, de una enorme inconformidad que está encauzándose por la mejor de las vías, por medio de la disputa del poder político-electoral, mediante el uso de un sistema electoral con fallas, pero que ha demostrado -hasta ahora, después del inicio de la era de elecciones plenamente competitivas, es decir, a partir de 1994- tener un buen porcentaje de efectividad.
Hoy, ese es el rasgo más generalizado en las conductas políticas de los mexicanos, el del descomunal repudio a la clase política, al PRI y al “sistema” que creó.
Esa es la explicación a las largas esperas de miles y miles de mexicanos en los actos del candidato de Morena; en cualquier ciudad, lo mismo en Chihuahua, que en Tepic, Mexicali, Hermosillo, Ecatepec, Pachuca o La Paz, sólo por mencionar algunas de las ciudades visitadas por AMLO en la última semana.
Los contrastes entre los dos candidatos punteros y sus campañas son abrumadores.
Mientras miles de chihuahuenses esperaron hasta 3 horas a López Obrador en la Plaza del Angel de la capital; dos días antes, el candidato del PAN, Ricardo Anaya, tenía tiempo, a su llegada a Chihuahua, antes del único acto a realizar en el estado, de hacer un pequeñísimo acto con motociclistas que se propusieron recibirlo en el aeropuerto y, luego, sin nada más que hacer en esa mañana ¡Se fue a tomar café con el gobernador Corral, en un establecimiento ubicado en la plaza comercial “Fashion Mall”!
De ahí se fueron, caminando, como si fuera candidato a una diputación o una sindicatura, por la calle peatonal ‘Libertad’, para que los “viera la gente”; enseguida una comida cuasi privada y a continuación el mitin en la tarde.
En tanto, AMLO, un día antes de su acto en Chihuahua, realizó mitines en  4 ciudades del Estado de México y al día siguiente viajar a Mexicali, realizar otro acto en Hermosillo, antes del mitin en el antiguo San Felipe el Real y en todos los actos acompañado de entusiastas multitudes.
No son solamente las encuestas el barómetro de las contiendas electorales, es un conjunto de herramientas y conocimientos sobre el comportamiento electoral de la ciudadanía en todas las regiones del país, son las manifestaciones que realizan los grupos y dirigentes políticos y, sobre todo, el pulsar adecuadamente las preferencias de los electores. Todo apunta a una estrepitosa derrota del PRI.
Y se ubica con mayor importancia la derrota del PRI que la del PAN, porque aquel es el partido que fue capaz de reponerse de una doble derrota presidencial y a partir de sus no pequeños, ni escasos puestos de poder, que conservó en la larga noche blanquiazul, reconstruirse y alcanzar, nuevamente, la presidencia de la república.
Hoy no parece ser el caso, no será mayoría en ninguna de las cámaras, pudiera ser la tercera fuerza parlamentaria en ambas, pero lejos de la primera y no triunfará en ninguna de las 9 elecciones de gobernador.
Las preferencias reportadas por Massive Caller, en la elección de senadores, son el mejor referente de la profundidad de la crisis del PRI, y del régimen.
Morena va adelante, en esa encuesta (22 de junio), en 21 entidades: Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Ciudad de México, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas.  ¡Apabullante!
Es, además, segundo lugar en seis entidades y mantiene una precaria ventaja en Coahuila frente al PAN. A su vez, la alianza encabezada por el PAN aventaja en seis estados: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Tamaulipas. Y va en segundo lugar en 9 entidades.
Y el PRI en el fondo. Va adelante en Colima y en Yucatán, aunque en esta última con una pequeña ventaja frente a los candidatos del PAN. Está en el aire ese triunfo.
De ese modo, Morena obtendría 50 senadores de mayoría y primera minoría, y hasta 16 de Representación Proporcional, para un total de 66, con lo que alcanzarían la mayoría en la Cámara de Senadores y estarían a 11 de contar con mayoría calificada.
La alianza “Por México al frente”, (PAN-PRD-MC) obtendría 21 senadores, entre mayoría y los de primera minoría y entre 7 ú 8 plurinominales, para un total aproximado de 29 senadores.
A su vez, el PRI alcanzaría 14 senadores por los dos primeros conceptos y probablemente 6 plurinominales, para un total de 20.
En Nuevo León hay una cerrada disputa entre los candidatos de Movimiento Ciudadano y el PAN.
Tales resultados guardan relación con los publicados por el “Barómetro Electoral” de Bloomberg. En este sitio, uno de los que elaboran un promedio de las encuestas, de un conjunto de empresas que las hacen, ponderando  a las más importantes (por su grado de credibilidad), Andrés Manuel López Obrador encabeza las encuestas con el 50.8% de las preferencias electorales, por el 24.8 de Ricardo Anaya, el 21.6 de Meade y un bajísimo 3.7% de Jaime Rodríguez (El Bronco).
Una de las empresas que no son tomadas en cuenta por este sitio, Massive Caller (debido a que sus encuestas son telefónicas y con robot), que publicó un tracking (literalmente rastreo) diario desde principios de mayo, había mostrado resultados, en esas fechas, ventaja de AMLO sobre Anaya en rangos de 7-8 puntos.
Pero a partir de fines de ese mes se observaron dos curvas, tenues, pero sostenidas, una en sentido creciente, la de AMLO, y una decreciente, la de Anaya.
Pues bien, los resultados de la publicada el viernes 22 le dieron ventaja a AMLO de 17.54 puntos (43.17% por 25.63), además de que durante los dos días previos la ventaja superaba los 15 y 16 puntos (para mayor información, acceda al Facebook de Aserto) con lo que podemos inferir que el fenómeno electoral a favor de López Obrador puede crecer a porcentajes semejantes a los mostrados por Bloomberg.
No terminan ahí los males de los partidos del régimen. Morena va adelante en las preferencias electorales en las elecciones a gobernadores en Ciudad de México, Chiapas, Morelos, Tabasco y Veracruz, además de sostener una cerrada disputa por la gubernatura de Puebla.
El PAN va adelante en Guanajuato, Puebla y Yucatán.
En tanto, Movimiento Ciudadano, va adelante en la disputa por el gobierno de Jalisco.
Así, las elecciones del 2018 serán el escenario de dos fenómenos: La avasallante ola electoral de López Obrador, y el desfondamiento del régimen y su partido emblemático, el PRI.

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sábado, 23 de junio de 2018

El narco: Nuestra cotidiana realidad


- Comentarios en la presentación del libro “Los cárteles no existen. Narcotráfico y cultura”, de Oswaldo Zavala.
Chihuahua, Chih., 22 de junio de 2018

¿Cómo es el infierno?: “como Ciudad Juárez, que es nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la libertad y de nuestros deseos”. Roberto Bolaño, “Entre paréntesis”.

Imposible abordar con profundidad, en unos breves comentarios, la ambiciosa obra de Oswaldo Zavala, a quien agradezco incluir a un servidor entre los comentaristas de un aparentemente libro mediano, pero que, como el fenómeno que analiza, es de una profundidad que espanta.
Sostengo que ambicioso porque analizarlo desde la perspectiva que se lo planteó implica ser un puntilloso conocedor, además de estudioso, del fenómeno de todo tipo que significa en nuestra sociedad lo comúnmente conocido como el “narco”.
Es de una dimensión tal que la invasión a las actividades centrales de los mexicanos es total, y no solamente por la increíble saga de muerte y violencia, sino que en lo cultural abarca a generaciones enteras de mexicanos de prácticamente todas las capas sociales, a través del cultivo de los géneros musicales comúnmente atribuidos a los jefes, jefecitos, lugartenientes, sicarios, jefes policíacos y demás personal dedicado a actividades ligadas al tráfico de personas.
Pero no solamente en lo musical ha permeado, sino también un conjunto de aspectos culturales y de formas de vida, absolutamente impregnadas de lo que se considera la cultura “narca”, que han caído en un terreno extremadamente fértil, el de una sociedad empobrecida, en la que la movilidad social dejó de ser, hace tiempo, una posibilidad para la mayor parte de los integrantes de la mayoría de los sectores de la sociedad y que ahora se reduce a la ofrecida por el dinero procedente de las actividades criminales.
En este escenario, Oswaldo Zavala nos viene a plantear que, al igual que en otros aspectos de la vida de los mexicanos, la existencia de los grupos criminales no es del modo en el que por lo menos 4-5 generaciones de  mexicanos crecimos.
Es una falacia sostiene, asentar que “el narco sobrepasa las estructuras del Estado y, amparado en el flujo transterritorial del capital, se impone con violencia por encima del desvencijado orden político estatal”.
Por el contrario, lo plantea como absolutamente inherente al Estado mexicano actual y se dedica a desentrañar críticamente el armazón de la literatura, el cine y la televisión en tema tan atractivo para todos estos géneros artísticos y/o culturales, y es ahí en donde, implacablemente, se lanza contra el discurso que, dice, “ha permeado en la sociedad durante décadas y que posiciona al crimen organizado como un enemigo que permanentemente desafía la dimensión soberana del Estado con la amenaza latente de construir un interregno postpolítico”.
Y arroja luces acerca del porqué de tal cosa: “El monopolio discursivo oficial sobre el narco es posible porque la historia del tráfico de drogas en México es derivativa de la historia de las prohibiciones de Estado. Dicho de otro modo, el prohibicionismo estatal es la condición de posibilidad de la existencia y desarrollo del crimen organizado, con mayor razón del lenguaje que utilizamos para describirlo”. 
No sólo eso, aporta una explicación sobre la debacle de la violencia abatida sobre el país, luego de la caída del partido del régimen en el año 2000, debido a que, sostiene, “el Estado mexicano disciplinó y subordinó a las organizaciones criminales durante la segunda mitad del siglo XX, forzándolas a operar bajo el control del poder político del PRI hasta mediados de la década de 1990. Como un asunto de seguridad nacional y bajo el dominio político absoluto del Estado, soldados y agentes policiales concibieron un fluido y ordenado sistema de tráfico con un reducido índice de violencia”.
Todo lo cual fue sustituido a la llegada de Vicente Fox, con lo cual, “el Estado policial fue gradualmente desmantelado”. La ausencia de una política de seguridad nacional, sostiene, “permitió nuevas asociaciones criminales entre gobernadores, empresarios locales y traficantes en estados como Chihuahua, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas. Fue en ese contexto que la presidencia de Felipe Calderón apostó por una supuesta ‘guerra contra las drogas”.
Que, insiste a lo largo de la obra, se basa en la existencia de unos supuestos cárteles de la droga, cuya existencia, dice, no tiene más sustento que las versiones oficiales, “en un país en permanente estado de excepción que debemos someter a examen”. 
Para lo cual llama a dejar de lado la “reiteración sin límites de las fantasiosas historias de ascenso y caída de los capos, de sus cárteles, de sus plazas. No comprender o no aceptar esta afirmación nos impide articular una crítica efectiva del poder oficial, cuya brutalidad criminal se esconde en la falsa narrativa de los cárteles y su supuesto reino sin fin”, pues, dice, por ejemplo, que “Del imperio del Chapo sólo quedan las crónicas periodísticas”.
Lo inquietante de las afirmaciones de Zavala es que encuentran un extraño sustento con lo sucedido alrededor de los más connotados jefes de los supuestos cárteles del narcotráfico en México.
Y más porque en cárceles chihuahuenses coincidieron, en un momento dado, los más renombrados jefes de los “cárteles”, el de Sinaloa y el de Juárez. Joaquín, El Chapo Guzmán, y Vicente Carrillo Fuentes. Cayeron en prisión y nada pasó. 
De los imperios que se les achacaban no hay ni los recibos de la luz, ni se presentó la inevitable debacle de las estructuras en las cuales ejercían liderazgo indiscutible, al contrario, sucedió, ante su encarcelamiento, como si los respectivos cárteles funcionaran como la mejor de las empresas, en las cuales, ante la destitución de su CEO -Director General- de inmediato fueran sustituidos por otro funcionario, incluso con mayores y mejores capacidades que el defenestrado.
Durante meses, años, clamamos por la desarticulación de las, pensábamos, vastas estructuras financieras que jefaturaban ambos jefes. No hubo tal, no se presentaron fenómenos o acontecimientos mayores ante su caída, y en el caso de Guzmán, ante su ilegal extradición.
Y aquí es en donde Zavala ubica al gobierno de Peña Nieto quien “no ha hecho sino continuar con mayor efectividad la violenta restitución de la soberanía del poder oficial por encima del narcotráfico que desesperadamente intentó la presidencia de Felipe Calderón. No me refiero -dice- al verdadero combate a los supuestos cárteles de la droga, sino a la incorporación de grupos de traficantes a propósitos políticos específicos”. 
Palabras más o menos, sirven para ubicar uno de los aspectos más inquietantes de la actual campaña electoral, en la que el asesinato de candidatos y dirigentes partidarios son la expresión “de una vasta economía clandestina esencial en el hemisferio con hondas implicaciones geopolíticas entre México y Estados Unidos primero, y en el resto de América Latina después. Entendida así, la estrategia del Estado es operar un entramado político trasnacional que devuelve al gobierno federal su capacidad de decisión ante un laberinto de intereses que se oculta tras el falso discurso de la seguridad nacional”.
Intereses entre los que se encuentran los de la explotación de recursos naturales en las regiones donde se concentra la mayor violencia atribuida a los “cárteles”, para efectuarla sin limitante alguna, como sucede en Tamaulipas, una de las entidades mayormente golpeadas por la violencia, y supuestamente bajo el control de los más sanguinarios “carteles” de la droga, pero en la que los proyectos de la explotación de hidrocarburos por el fracking están a la espera de la mejoría en los precios del petróleo.
Por eso, afirma el escritor, “Donde el gobierno denuncia una ‘guerra’ entre traficantes se está gestando un saqueo descomunal de las tierras ricas en energéticos. No hay guerra de ‘cárteles’, sostiene, haciéndose eco de periodistas como Ignacio Alvarado, “sino el asedio de empresas trasnacionales y la cooperación interesada de la clase política mexicana.
Por ello, sostiene Zavala, “la presidencia de Peña Nieto ha intentado utilizar el tema del narcotráfico como objeto redituable de una política internacional demarcada por y para los intereses particulares de la clase gobernante mexicana y la rapiña de los conglomerados trasnacionales”.
Y nos lanza, finalmente, como si fuera médico ante la presencia de una enfermedad terminal, que “aquello que llamamos ‘narco’ se localiza políticamente en el interior de estructuras de Estado y no en la exterioridad de la economía global ni en la agencia inmoral de los traficantes”.
¿Por qué, por ejemplo, sólo hasta que las policías detienen a algunos supuestos jefes, jefecillos o jefezotes de los criminales nos develan su existencia , además del inmenso expediente que tenían en su poder y que no daban a conocer, sino hasta la detención, porque ya lo tenían perfectamente ubicado y en la mayoría de los casos, tales detenciones se dan de manera totalmente accidental?
Por ello hago mías algunas de sus reflexiones finales: 
“Frente a nuestro desconcierto y horror ante la violencia, el discurso oficial sabe acostumbrarnos a la línea central de su trama. Lo que comienza como meras declaraciones de algunos funcionarios se convierte pronto, como ha ocurrido en las últimas dos décadas, en todo un campo de producción cultural: las novelas, la música, el cine, el arte conceptual, el periodismo narrativo y la mayoría del trabajo académico que estudia y significa el fenómeno del narco aceptan las ‘guerras de cárteles’ como algo real. 
Mientras la militarización de nuestras ciudades avanza destruyendo familias y comunidades enteras, apropiándose de nuestros más importantes yacimientos de recursos naturales, nuestra clase intelectual se entretiene imaginando interminables guerras entre narcotraficantes que el sistema político ha inventado astutamente para eludir todo examen crítico…”.
De ahí la pertinencia de la pregunta que muchos nos hacemos ¿Porqué en Estados Unidos no se sabe de la existencia de los cárteles?
Po’s porque allá no los inventan…

Muchas gracias.

jueves, 21 de junio de 2018

El tsunami pejista en Chihuahua

El Diario, 21 de junio de 2018
Luis Javier Valero Flores
Si el acto inicial de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, en el antiguo Paso del Norte, había impactado al país entero, por el número de asistentes, por lo inesperado de cifra tan alta para una plaza extremadamente difícil para las izquierdas de todos los tiempos, el cierre de campaña en la capital chihuahuense, el lunes anterior, ha dejado pasmada a una buena parte de la clase política local y dejado una grata impresión en no pocos chihuahuenses, de todas las latitudes.
En el medio periodístico, en los corrillos políticos y entre los analistas, en los días previos, se esperaba, hasta con morbo político, la realización de los dos eventos principales de los dos más importantes candidatos presidenciales: Ricardo Anaya, del PAN, y López Obrador, de Morena.
Anaya realizó un mitin en el gimnasio Manuel Bernardo Aguirre con un lleno completo, en el que, quizá, participarían alrededor de 8 mil personas, cifra muy cercana a la realidad pues se supo que habían dejado en cada uno de los 7 mil 300 asientos del gimnasio una camiseta de la campaña para que así cada asistente la portara.
Como es costumbre, desde hace ya varios años, de todos los partidos políticos, la concurrencia se integró, también, con asistentes de otras partes del estado, no obstante los elevados costos para hacerlo.
Cuenta, además, en el caso de la alianza “Por México al frente” (PAN-PRD y MC) que contaron con la fortaleza , de todo tipo, que les da ser el partido en el gobierno del estado y de varios de los municipios más habitados de la entidad.
Pero dos días más tarde, con dos horas de retraso, el mitin del tabasqueño iniciaba a plaza llena, la del Angel, en el centro de la capital del estado grande.
Más aún, AMLO terminó su discurso pocos momentos antes de las 10 de la noche.
¿Cuántos asistentes eran?
Si nos apuran podemos concluir que alrededor de 10 mil, en el mejor de los momentos. Lo que sorprendió, además de la cantidad, fue la perseverancia de la multitud y su composición: Hay malas noticias para los adversarios del tabasqueño en Chihuahua pues a mayoría absoluta de quienes fueron a disfrutar el discurso de El Peje eran de capas medias, medias bajas y de bajos recursos económicos.
Y esa es la mala noticia: ¡Son muchos los ciudadanos que pertenecen a esos estratos sociales!
Como en Delicias y Cuauhtémoc, la recepción al candidato rayó en la idolatría de muchos de sus seguidores, amén de la forma en que la mayoría sigue su discurso, que alcanza sus mejores momentos cuando repite alguno de los anuncios más exitosos, como el de que, “si soy populista, me anoten en la lista”.
Pero el hecho histórico queda ahí. El pasado lunes se realizó el mitin de las izquierdas más grande de la historia en Chihuahua, con carácter electoral, pues probablemente las movilizaciones de la vieja organización agrarista, la UGOCM, pudieron ser mayores, pero tenían un claro sentido social, gremial, y se inscribían en el marco de la lucha por la tierra y en contra de los cacicazgos existentes hasta mediados de la década de los 60’s del siglo pasado.
El próximo domingo haremos las reflexiones generales sobre la campaña electoral y las previsiones que nos permitan hacer los datos a la mano, pero es indudable que los candidatos de la alianza “Juntos haremos historia” (Morena-PT y PES) recibirán muchos votos más que los recibidos por López Obrador en 2012 en nuestro territorio: 305 mil.
No hay punto de comparación entre el apoyo que recibió hace 6 años y lo que ahora muestra la gente, casi de cualquier círculo social; con la presencia de un fenómeno: El de que a mayores ingresos económicos más se acentúa la preferencia por los otros dos candidatos, en especial por el del PAN.
Lo hemos escrito antes, pero no sobra. A esos más de 300 mil votos deberán sumarse los 50 mil del PES y los 60 mil de los electores de izquierda que sufragaron en 2016 por Javier Corral. Hoy no lo harán y entonces AMLO superará, con toda facilidad, los 400 mil votos, muy cerca de los hipotéticos 440 mil alcanzados por Corral en aquel año.
Pero lo seguro es que por su cuenta, el tabasqueño pueda captar otros 100 mil votos con lo que superará, incluso, los 500 mil del actual gobernador, de ahí el pronóstico, empatándolo con el mitin en la Plaza del Angel, de que López Obrador también ganará, en Chihuahua, la elección presidencial y que sumará, en un vuelco impresionante, al norte “rejego”, a la fila de las entidades que optarán por la izquierda en esta elección.

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lunes, 18 de junio de 2018

¿Sirven las encuestas?


Mega Radio 860 Juárez
18 de junio de 2018
Luis Javier Valero Flores
Dos semanas más tarde, muy probablemente, estaremos asimilando los resultados electorales, luego de una larga noche de revisión de las cifras que aparezcan en el PREP, (el programa electrónico del Instituto Nacional Electoral -INE- que captura los resultados de las votaciones).
Las campañas terminarán el miércoles 27 y los militantes y simpatizantes de partidos y candidatos se dedicarán a afinar la operación de “invitación” al voto.
Es muy probable, de acuerdo con todas las mediciones, que la mayoría de los electores ya hayan resuelto sus preferencias y sepan muy claramente por quienes irán a votar.
Sin embargo, habrá un porcentaje muy importante que en los días y minutos precedentes resolverán cómo votar en el resto de las boletas pues la definitividad sobre la preferencia electoral es acerca de la presidencial, y nada más.
Muy probablemente, y eso ya se aprecia en la mayoría de las encuestas, que el efecto “Peje” abarque al resto de las posiciones en disputa, pero habrá un porcentaje, todavía no conocido, que diferenciará su voto que puede incidir, sobre todo, en las elecciones locales y municipales.
¿Cómo medir las preferencias electorales?
Sin duda alguna, la herramienta más a la mano son las encuestas, pero las que deberán valorarse adecuadamente.
Esta consideración, la de la desconfianza a ellas es porque siempre tenían, en el pasado, un sesgo a favor del partido en el gobierno, o del partido (y en ocasiones, en plural) del régimen.
No podía ser de otra manera, estamos, aún, atrapados en un régimen autoritario, que le otorga inmensos poderes discrecionales al presidente de la república pues éste es Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Jefe de las Fuerzas Armadas, jefe de la diplomacia, jefe del Procurador General de la República, administrador de más del 90% del presupuesto federal y Primer priista del país.
Por esa razón, había que desconfiar de los resultados de las encuestas ¿Hoy debemos desconfiar también?
Probablemente sí, pero, igual que antes, cuando al régimen le otorgaban algunos puntos extras en todas las encuestas.
¿Cuánto estará debilitado el partido del régimen, que sus porcentajes no rebasan el 25% de las preferencias, en el mejor de los casos?
Y más, si tomamos en cuenta que los reportes de todos los encuestadores arrojan el dato de que, alrededor de la mitad de las personas, no acceden a responder sus cuestionarios, y esos no son “indecisos”, no, son aquellos que no quieren responder por varios motivos, pero, sin duda, mayoritariamente por su repudio a las encuestas.
¿Por quién votarán?
No hay sorpresas, con toda seguridad se comportarán como el resto de la sociedad, las preferencias de este grupo serán igual a las presentadas en el resto de los electores.
De ahí que, ahora, cuando la totalidad de las encuestas ubican a Andrés Manuel en el tope de las preferencias, por márgenes escandalosos para otras elecciones, sea creíble que así pueda darse el resultado electoral, o con cifras muy cercanas a las del promedio de las encuestas, tal y como el día de hoy anota el sitio Bloomberg, en su sección “Cobertura Electoral de México”, en el que le otorga al candidato de Morena, 50.8%; a Anaya, 24.8; a Meade, 21.6 y a Jaime Rodríguez, 3.7%.
Cosas semejantes ocurren en las encuestas de la elección de senadores.
De acuerdo con la empresa Massive Caller, que publica resultados cada semana, el ganador sería la alianza de Morena-PES-PT, pues podrían obtener entre 58 y 66 senadores ya que ganarían en 19 estados y en 6 quedarían en segundo lugar, además de estar en la disputa en tres más.
Luego vendrían los candidatos de la alianza PAN-PRD-MC, probables triunfadores en 7 estados, y segundo lugar en 10, además de estar en la disputa en otros tres. Podrían obtener entre 32 y 40 senadores, de mayoría y representación proporcional.
Por su parte, el PRI alcanzaría el triunfo solamente en Colima y tendría 10 segundos lugares para obtener entre 16 y 18 senadores solamente.
Los independientes podrían alcanzar los dos de Jalisco y Movimiento Ciudadano está en la disputa en Nuevo León y un segundo en Morelos.
Así van, la foto final, previa a las elecciones, el próximo lunes.

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domingo, 17 de junio de 2018

Invaluable ayuda de Corral al Peje


El Diario, 17 de junio de 2018
Luis Javier Valero Flores
La semana que termina la querrá olvidar el candidato de “Por México al frente” -PAN, MC y PRD-, Ricardo Anaya. 
A diferencia de los anteriores, en el tercer debate no apareció como ganador y por primera ocasión, analistas y ciudadanos no identificados con la campaña de Andrés Manuel López Obrador lo percibieron como tal.
El debate realizado en Mérida, Yucatán, no modificó las preferencias electorales, a favor, ni de Anaya, ni de José Antonio Meade, el candidato de la alianza PRI-Panal-Pvem.
Quedará en el ámbito de lo hipotético saber si les hubiese ido mejor de no emplear todos sus esfuerzos, no sólo en el desarrollo de los debates, sino en el diseño de su campaña, en contra del candidato de Morena.
A cambio, éste logró penetrar grandemente con su lucha en contra de “la mafia del poder”, y de ganar al “PRIAN”.
Y en la semana recibió un inesperado apoyo, en la consolidación de tal aserto, por parte del mandatario chihuahuense, Javier Corral, cuando, a escasas dos semanas de las elecciones, afirmó que “apoyará” al candidato panista porque éste “rompió con el PRIAN”, con lo que ratificó, indirectamente, aquella famosa frase de su autoría, en la contienda por la dirigencia del PAN, de que a Anaya “se le hincharon las manos de tanto aplaudirle a Peña Nieto”.
“Anaya dio el paso fundamental que yo quería: romper con el PRIAN. Yo siempre he sido un crítico del PRIAN, desde que estaba en la Cámara de Diputados, señalé el error de andarle haciendo el caldo gordo al PRI y Peña Nieto.”. (Nota de Juan de Dios Olivas, El Diario de Juárez, 14/VI/18).
No fue lo único que nos reveló Corral. Dijo que “Lo que le está pasando a Anaya con toda esta guerra sucia (las revelaciones de videos y acusaciones de la operaciones de lavado de dinero), es que le están cobrando algo que empezó aquí en Chihuahua, porque Anaya durante el Encuentro Chihuahua, rompió con el régimen”. (Ibídem).
Y asentó algo que Anaya intentó, sin éxito: Desprenderse del apoyo prestado a Peña Nieto “anteriormente” y que en su momento criticó Corral. “Se desligó del fiscal carnal y se echó para adelante, tocó el plan de impunidad sexenal de Peña Nieto, quien tiene mucho miedo de terminar en los tribunales. Por eso ya se le olvidó su propio candidato y anda de la mano de López Obrador”. (Ibídem).
Tan contundentes afirmaciones las realizó precisamente cuando las redes sociales se inundaban de las precisiones a las enormes mentiras usadas por Anaya en el tercer debate, en particular la de la foto en la que aparecen López Obrador y Peña Nieto saludándose, en el intento del queretano de acreditar ante los televidentes lo que Corral acuñó: La alianza del tabasqueño con el presidente.
Verificado.mx confirmó lo dicho por El Peje. Se trataba de una foto del debate presidencial en 2012.
A cambio, López Obrador, contrario a lo sucedido en los debates anteriores, intentó mostrar dos imágenes: Una, de Anaya con Peña Nieto en las celebraciones de las reformas estructurales, producto del “Pacto por México”, y, dos, la de una foto del gobernador chihuahuense en la que estaban inscritas de la famosa acusación de Corral a Anaya, por aplaudidor, de Peña.
En esa feria de intento de manipulaciones mediáticas, Anaya quiso que se dejara en el ambiente que durante la gestión del tabasqueño en el gobierno de la Ciudad de México se habían realizado adjudicaciones directas por la ejecución de obras o prestación de servicios por fuera de la ley. Para tal efecto le acusó de haberle hecho adjudicaciones de ese tipo a la empresa Rioboo.
Otra vez, como sucedió luego del debate anterior, Verificado.mx dio a conocer que, efectivamente el gobierno de AMLO había otorgado contratos por adjudicación directa a esa empresa -dos de cuatro de esa administración, pero que los segundos se adjudicaron cuando él ya no era Jefe de Gobierno- pero que el techo financiero de ese tipo de obras era de 700 millones de pesos, con lo que la mencionada adjudicación, por poco más de 160, quedaba dentro de las normas vigentes.
Quedaba, así, en el aire, lo que, otra vez, Corral acuñó semanas atrás, la acusación de que López Obrador y Peña Nieto ya habían pactado, de ahí los videos recientes en los que supuestamente se involucra a Anaya en más operaciones de lavado de dinero. Es la nueva forma del “pacto de impunidad”, diría, sin creatividad alguna el queretano, repitiendo frases de Corral.
¿Quién, racionalmente, puede sostener, válidamente, esa alianza?
¿O es un intento para validar cualquier cosa que intentara el régimen a fin de evitar una derrota que todos dan por cierta, incluidos los sectores empresariales más reacios a tal eventualidad?
¿Cuando sostienen eso piensan que Peña Nieto se “moverá” para apoyar el día de las elecciones a López Obrador? ¿O creerán que el presidente ya se comprometió a que las elecciones fueran limpias, a cambio de la impunidad necesaria para evitar su ingreso a la cárcel?
¿Y cuáles son los argumentos para sostener acusación tan chambona?
Una, la torpe y errónea declaración de la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, cuando afirmó que Juan Carlos Gutiérrez es un preso político y, dos, la difusión de los videos en contra de Anaya.
Pero si Polevnsky creyera eso, sería en defensa de Manlio Fabio Beltrones (jefe político de la “Coneja” Gutiérrez), claramente distanciado de Peña Nieto y entonces la supuesta alianza sería la del político sonorense con el tabasqueño, y luego, todos, coincidirían, Beltrones incluido, en llevar al presidente al banquillo de los acusados, una vez superado el año posterior al del término de su mandato, para ser procesado por los cargos que se le configuraran, para lo cual no hay obstáculo legal.
Sí, porque el artículo 108 constitucional establece limitantes para enjuiciar al presidente, pero en funciones, y tiene un año, después de su mandato, para no ser procesado por cargo alguno, pero una vez superado tal plazo podrá ser enjuiciado como cualquier ciudadano, de acuerdo con la opinión del experto en Derecho Constitucional e Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Doctor Miguel Carbonell: “Nada en la Constitución ni en ninguna otra ley impide proceder contra un expresidente”.
¿Y lo de los videos? Pues una secuencia del proceso levantado en contra de Anaya por el gobierno de Peña Nieto, no que sea resultado de un acuerdo Peña-AMLO.
Obedece a la estrategia que cada uno de ellos usó, en las primeras semanas de la campaña, para tratar de ubicarse como el segundo lugar en las encuestas. 
El régimen le cobró de esa manera no sumarse a la candidatura de Meade, tal y como lo hicieron el aspirante independiente, Armando Ríos Píter y el gobernador de Michoacán, el perredista Silvano Aureoles, el senador panista, Javier Lozano, el coordinador de campaña de Margarita Zavala, Jorge Camacho, el expresidente Vicente Fox y hasta la posibilidad de sumar a Diego Fernández de Cevallos.
Y en esta larga secuela de errores estratégicos, y tácticos, en la campaña de Ricardo Anaya, se inscriben varios. Los ya mencionados, realizados en el curso de los debates, lo que le llevó hasta ser ridiculizado y desmentido tan contundentemente, hasta este último giro, el de tratar crecer en las preferencias a base de acusar de la concreción del “pacto de impunidad” al que hemos aludido y que tanto retrotrae a los chihuahuenses a las frases de Corral.
La respuesta popular se aprecia de muchas maneras. 
Uno de ellos, el tracking diario realizado por Massive Caller sobre las preferencias presidenciales, mostró un dato sorpresivo en la levantada el jueves 14 de junio: Una ventaja de AMLO sobre Anaya de más de 15 puntos: AMLO, 42.38%; Anaya, 26.99; Meade, 16.93 y El Bronco, 4.03%.
Estos resultados se asemejan más a los obtenidos por la mayoría de las empresas encuestadoras, cosa que no había ocurrido, por lo menos en el curso de las últimas tres semanas.
En tales circunstancias, se presentan Anaya y López Obrador en la capital del estado. Anaya en el primer acto público de su campaña en el estado de Chihuahua y el segundo, en el que quizá sea el último en la entidad, luego de haber estado en Juárez, Cuauhtémoc, Delicias y Parral.
¿Será suficiente la ventaja, en el ámbito local, del panismo y de Corral, para ganar en Chihuahua, o la oleada pejista nacional los avasallará?
Hay datos que debemos recordar: Corral obtuvo en 2016, 500 mil votos. AMLO, en 2012, 305 mil votos. 
Sólo que del medio millón del gobernador, por lo menos 60 mil eran de electores de Morena. Javier Félix, el candidato a gobernador, obtuvo 20 mil votos y los candidatos a diputados morenistas, 80 mil.
Más, el Partido Encuentro Social obtuvo, en 2016, alrededor de 50 mil votos.
A estas cifras habrá que agregarle las consideraciones políticas necesarias ¿Qué tantos nuevos electores podrá agregar Anaya en Chihuahua? ¿Cuántos se habrán desencantado del gobierno de Corral? ¿Cuántos nuevos simpatizantes tendrá López Obrador en relación a 2012?
¿Las simpatías por él abarcarán al resto de los candidatos?
Que se pongan atentos estos. 
Massive Caller, en la encuesta para senadores por Chihuahua (14 de junio) reafirmó la tendencia de las últimas cuatro semanas, Morena al tercer lugar con un 16.25%; PAN, 32.92 y PRI, 27.69.
Con esos resultados, los senadores por Chihuahua serían Gustavo Madero, Rocío Reza y Reyes Baeza.
Solo restan dos domingos.

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