domingo, 14 de febrero de 2010

Querellas en medio de la matazón

El Diario, 14 de febrero de 2010
Luis Javier Valero Flores
“Discúlpeme, señor Presidente. Yo no le puedo decir bienvenido, porque para mí no lo es, nadie lo es”. Luz María Dávila.
Va de anécdota. El cura del templo de San Nicolás, en Parral, empezó a levantar firmas para pedirle a la autoridad la clausura de la cantina “New York”, ubicada enfrente del templo a menos de treinta metros. La respuesta de los parroquianos fue de antología. Convocaron a los suyos a demandar el retiro del templo. El cura vio muy difícil la situación, habló con el dueño del bar para decirle que ahí moría la bronca. Había más parroquianos que feligreses.
Casi ocurrió así en la sesión del cabildo juarense, celebrada el día de la visita de Calderón. El cabildo discutió la propuesta de los regidores panistas de felicitarlo “por el apoyo otorgado a Juárez en materia de seguridad”. Los del PRI no se opusieron de entrada, simplemente les dijeron que aprobarían esa propuesta, siempre y cuando se extendiera una felicitación igual al Gobernador Reyes Baeza.
Los panistas, como el cura de Parral, retiraron la propuesta.
Imposible una sola explicación del por qué la masacre de los jóvenes de Villas de Salvárcar desató –o llevó a niveles insostenibles- la indignación, ya no solamente de los juarenses y los chihuahuenses, sino del país entero.
Tal vez tuvo fue que en los hechos la tesis original del primer responsable del Operativo Conjunto Chihuahua (OCCh), y de una buena parte de los chihuahuenses, fue aplastada junto con la vida de las 15 víctimas de la noche del 30 de enero, la de que dejáramos (a los narcotraficantes) que se mataran entre ellos.
Hoy deberían las autoridades reflexionar sobre lo absurdo de tal planteamiento. Y si no reflexionaron, por lo menos para eso sirvió la catártica reunión de Felipe Calderón con representantes de la sociedad juarense el jueves anterior, en la que le reclamaron –como nunca antes- de viva voz, su deficiente, ineficaz y torpe actuación a un presidente de la república.
Pero si la sociedad juarense mostró sus innumerables cualidades, la clase política evidenció cuán lejos se encuentra de ella. Pueden, los errores e insensibilidad de los gobernantes ser de buena fé, pero de lo que no cabe duda es su incapacidad para enfrentar los retos de los momentos por los que atravesamos.
Porque si debiera evaluarse positivamente la decisión de Calderón de presentarse de la manera que lo hizo a los reclamos de los juarenses, también deberemos preocuparnos grandemente de su incapacidad para comprender la dimensión y características del problema del narcotráfico y de las consecuencias del mismo.
Si nos atenemos a la explicación ofrecida el jueves, es para espantar su ignorancia respecto del papel, poder económico, relaciones y complejidad de los cárteles mexicanos y de su creciente importancia en el tráfico mundial de estupefacientes.
Dijo que el crecimiento se debe a la elevación del ingreso per cápita de “dos mil dólares por persona a más de nueve mil” y eso generó, dijo, “que este mercado fuera apetitoso, ya no sólo venderle a los americanos, sino también colocar la droga aquí, entre la gente” y que el negocio dejó de ser sólo de exportación, para convertirse en disputa por el mercado local de drogas.
Tal explicación no resiste el menor análisis de los especialistas. La DEA dio a conocer poco más de seis meses atrás el mapa del tráfico de drogas y de las zonas y ciudades norteamericanas controladas por los cárteles mexicanos, cuyo equilibrio se rompió, lo que explica la violenta disputa sostenida por ellos en casi todo el territorio nacional.
Si el encargado de enfrentar y dirigir la “guerra” tiene tales conocimientos del crimen organizado, pongámonos a temblar. Y más todavía si, como se advirtió en los discursos de Calderón y los secretarios de su gabinete, las respuestas son, en el aspecto de la seguridad pública, la de simplemente profundizar en el esquema hasta ahora seguido, mal nos seguirá yendo. Y si analizamos fríamente, ya sin la carga emocional del jueves, las respuestas a los requerimientos sociales de los juarenses, es para escandalizarnos.
Frente a una comunidad herida gravemente, se ofrece abrir las instalaciones médicas los fines de semana; otorgarles becas a integrantes de 25 mil familias más, construir 200 mil metros cuadrados de pavimento (Juan Blanco, en su campaña a la alcaldía capitalina en 2004, proponía construir 3 millones) lo que significaría pavimentar 28 kilómetros de calles en la ciudad que tiene poco menos de la mitad de su superficie sin pavimento; la construcción de 40 estancias infantiles (en una ciudad con más de 200 mil trabajadores de la industria maquiladora); ¡la construcción de 15 espacios públicos (parques deportivos)!; la construcción de 5 prepas, así como una cancha, o campo de beisbol en Villas de Salvárcar.
¡Increíble!
¿Sabrán el número de jóvenes, sin trabajo ni escuela, existentes en Juárez? ¿Sabrán cuántos fueron despedidos el año pasado? ¿Se imaginarán el salario promedio de los trabajadores juarenses? ¿Se imaginarán la enorme, profunda, fractura social de Juárez?
Ejemplo de tal insensibilidad es la golpiza a los manifestantes. Si ya sabían del tremendo dolor, coraje e indignación existentes en Juárez ¿Por qué no permitir la protesta de 100 personas? ¿Duelen mucho los oídos al escuchar la indignación social?
Pero si todo lo anterior es criticable, lo sucedido a partir de la propuesta del gobernador Reyes Baeza, de trasladar los poderes a Juárez, es una auténtica joya de los desatinos de la clase política y su disputa por el poder.
Para el escribiente, el origen de tal espectáculo se ubica en la irracional intención del gobierno de Felipe Calderón, de medrar, en plena campaña electoral, con la tragedia juarense. No de otra manera puede explicarse la decisión de celebrar una reunión del gabinete de Seguridad Nacional, para discutir los pormenores de la aplicación de un programa emergente en Juárez, sin la participación del alcalde de Juárez, ni del gobernador de Chihuahua. La intención era aplicar más de mil 400 millones de pesos en programas sociales en plena campaña electoral.
La respuesta de Reyes Baeza cimbró al panismo. Argumentó que su propuesta era para “estar más cerca de los juarenses” y vigilar que ninguna fuerza política medrara con la aplicación de miles de millones de pesos. Eso explica la hiperreactividad del panismo ante una propuesta que se convirtió, para panistas y priistas, en el tema central, casi el asunto central de sus partidos y mediante el cual, según sus apreciaciones, son o no, “solidarios con Juárez”, en una discusión ajena a las preocupaciones ciudadanas ¡Ah, pero eso sí, aprobaron por unanimidad, otorgarle solidaridad a Juárez!
Así, la sesión del viernes –extraordinaria- se convirtió en un auténtico escaparate de lo que no debiera ser la clase gobernante. Ni los autores –o impulsores-, ni los detractores de la propuesta del traslado fueron capaces de ofrecernos argumentos sólidos, creíbles, de la conveniencia, o inconveniencia de tal traslado.
Más aún, los argumentos usados por los panistas para oponerse se les podrían, con toda facilidad, atribuírseles a ellos mismos. Con insistencia sostuvieron que la propuesta de Reyes Baeza tenía un sentido estrictamente electoral.
Los legisladores del PAN acusaron a Reyes Baeza (mediante un comunicado oficial del grupo de diputados) de afirmar que con la propuesta del traslado de poderes se podría “resolver su problemática social”. Nadie sostuvo tal planteamiento. Luego, acusaron a Reyes Baeza de haber abandonado Juárez “durante más de 5 años”, argumento a todas luces insostenible, hasta para los panistas juarenses.
Y enseguida se “proyectaron” –como dicen los jóvenes- pues acusaron a Reyes Baeza de tratar de adjudicarse el crédito político de los programas sociales federales “y así comprar la voluntad electoral de los ciudadanos”. O sea, Reyes Baeza sí quería hacer eso, pero los panistas no.
Ahora los priistas se desgarran las vestiduras acusando a los panistas de no ser solidarios con los juarenses, como si la aprobación del traslado de poderes equivaliera a ser extremadamente solidarios con los fronterizos. No dudemos que la campaña electoral será rica en acusaciones de unos a otros de no haber apoyado el traslado de poderes; unos dirán que eran pretensiones electoreras y los otros sostendrán que no son solidarios con Juárez, que no lo quieren.
¡Válgame!
Frente a tales actitudes lo que prevalecerá será el infinito dolor de Luz María Dávila, emblemática mujer de la tragedia juarense y la enorme desesperanza, tan ajenas a las preocupaciones de los gobernantes.
Correo electrónico: Aserto1@netscape.net
Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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