domingo, 21 de febrero de 2010

Precandidatos, choque de trenes empresariales

Aserto No. 79, febrero de 2010
Luis Javier Valero Flores
Lanzados a la búsqueda de los votos, los precandidatos de los dos partidos hegemónicos en Chihuahua lo hacen bajo una nueva regulación electoral, la misma que, tanto en el ámbito local como en el nacional, tiene un mismo propósito: Otorgarles mayor equidad a las campañas de los distintos partidos.
Sin embargo, desde semanas atrás dos de los empresarios más poderosos de la entidad, de forma inusitada, -por lo público que lo hicieron- expresaron su predilección por el ex alcalde juarense, Héctor Murguía. Con su inusual activismo pusieron de relieve la importancia de los capitales empresariales en la postulación de candidatos y en el triunfo de algunos de ellos. Además, por lo favorecidos que resultaron en la gestión municipal de Murguía –por lo menos uno de ellos, Eloy Vallina- ese apoyo resultaba muy esclarecedor de los fines de apoyo tan “altruista”.
La comida organizada por Federico de la Vega, que reunió a la flor y nata de la mayor parte de los empresarios fronterizos trajo a los primeros planos del quehacer político a empresarios como Francisco Ibarra, -dueño del equipo de futbol “Indios” de Juárez y de Ivasa, la constructora más favorecida en el gobierno del popular “Teto”- a Rodolfo Martínez, uno de los más acaudalados e influyentes empresarios en la entidad y al ya mencionado Vallina.
Luego, el último celebraría una comida en Chihuahua con el mismo objeto y los mismos promotores y ambos empresarios ordenarían la publicación de sendos desplegados en los matutinos de las dos ciudades para patentizar su apoyo al ex alcalde.
Tan desmesurada manifestación empresarial concitó hasta la respuesta del gobernador Reyes Baeza para dejar en claro que el “partido” no sería objeto de presiones para la designación de su candidato.
Tales expresiones eran lógicas, todos los principales protagonistas (bueno, también la casi totalidad de los priistas) sabían que el mecanismo para designar a su candidato no pasaría por el proceso electivo, sería una designación. Y si ese era el mecanismo, entonces todos los precandidatos jugaron con esas reglas y trataron de influir en los electores (seguramente el gobernador Reyes Baeza y la presidenta nacional priista, Beatriz Paredes) para demostrar que cada uno de ellos sería el mejor de los candidatos y de los gobernantes.
Tal especulación explicaría, entonces, la inusitada expresión empresarial de los priistas. Pero el otro más fuerte aspirante en ese momento –César Duarte- también trató de “juntar piedras” del mismo rango y entre ellos cabe destacar al empresario manzanero Salvador Corral y al principal impulsor de la industria maquiladora, Jaime Bermúdez, seguramente como para oponer a la fuerza empresarial de los apoyadores de Teto un hombre con raigambre entre la clase empresarial juarense.
No son los únicos, muchos más empresarios, de mediano peso económico y del de los mayores se alinearon con cada uno de los precandidatos priistas. Después ya todo será historia, los empresarios filopriistas, independientemente de quien haya sido el suyo, se alinearán y le ofrecerán su apoyo al candidato César Duarte.
Pero tal episodio muestra palmariamente lo que implica la lucha por el poder político, tan necesario para el poder económico y lo mucho que aún nos falta para excluir este aspecto de las contiendas electorales, o por lo menos atemperarlo.
Y si en el PRI así se disputaba la precandidatura única, en el PAN, por lo menos aparentemente, los principales financiadores de sus actividades ordinarias y de sus campañas se encontraban alineados con el alcalde con licencia, Carlos Borruel, pero hasta fines del año pasado eran insistentes los rumores que hablaban de un enfriamiento de las relaciones entre Enrique Terrazas y Samuel Kalish con el edil. El tema era de la mayor importancia pues se trata, en el primer caso, de uno de los dos poderosos empresarios cementeros de la entidad y del propietario (bueno, él, con toda su familia) de la empresa ferrosa más importante del estado y los dos involucrados hasta el tuétano en la vida partidaria cotidiana del PAN.
Alrededor de ellos giran otros empresarios exitosos del estado. Tal realidad se hizo evidente con la sorpresiva aparición como precandidato del empresario juarense Pablo Cuarón a quien ahora apoyan el expresidente nacional del PAN, Luis H. Alvarez, el ex frustrado precandidato galeanense, Clery Jones, el diputado federal Javier Corral, el ex gobernador Francisco Barrio y por supuesto el muy poderoso empresario refresquero Miguel Fernández Iturriza, por puritita casualidad su cuñado.
Si bien ni Terrazas ni Kalish han expresado su apoyo a Cuarón –seguramente porque pertenecen a la Comisión de “Unidad”, creada por la actual dirigencia estatal encabezada por Cruz Pérez Cuéllar- no está muy lejos de la realidad que sus simpatías están más cercanas a Cuarón que a Borruel quien, por otro lado ha logrado concitar la simpatía del senador Gustavo Madero y del hermano de éste, el actual alcalde capitalino, Alvaro.
Así, a contrapelo de los deseos de los legisladores, plasmados en la exposición de motivos de la reforma electoral federal del 2008, y las subsecuentes en las entidades, incluida la nuestra, el protagonismo de los empresarios es un asunto cotidiano. Nada de malo tendría pues al fin y al cabo poseen los mismos derechos que el resto de la ciudadanía, el problema es que tienen el poder económico que les permite influir en el curso de las contiendas político-electorales y, por tanto, en quienes deben acceder a los cargos de elección popular. Y sin gobernar, gobiernan.
Tal estado de cosas es propiciado por una legislación electoral que aún permite el financiamiento privado a las campañas y la transmisión de propaganda política a través de los medios electrónicos de comunicación, en lugar de aprobar la transmisión de programas de presentación de propuestas y, lo más repudiado por nuestra clase política, la celebración de auténticos debates entre los distintos aspirantes. A cambio, se insiste en el viejo formato de la difusión de repetitivos spots publicitarios.
Seguir permitiendo la realización de campañas electorales con estas características les permitirá a los hombres del dinero seguir determinando el rumbo del gobierno, no sólo quienes deben acceder a los cargos públicos y continuar beneficiándose de un estado de cosas diseñado para que así sea y no, como es la aspiración de la mayoría de los mexicanos, en un régimen con una mejor distribución de la riqueza.
De eso se trata fundamentalmente el creciente rechazo de la ciudadanía a la participación electoral -¿Para qué votar si todos son iguales? Es la frase más recurrente- que no ha encontrado en la nueva etapa de plena competencia electoral consecuencias benéficas para su vida cotidiana, al contrario, y a pesar del mejor y mayor acceso a los bienes de la cultura y la civilización un cada vez mayor número de mexicanos pasan a los niveles de pobreza y miseria.
Y que muchos de ellos, para huir de tal posibilidad, realidad lacerante para la mayoría, mejor emprendan el camino de la llamada reconquista del territorio de los Estados Unidos. Sí, pero como jardineros, pizcadores, lavaplatos, sirvientes, etc. ¡Valiente reconquista!
En tanto, los empresarios siguen organizado los comelitones para los candidatos…

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