jueves, 14 de octubre de 2010

¡Qué fiasco!

El Diario, 14 de octubre de 2010
Luis Javier Valero Flores
La desilusión sólo le llega a los que se ilusionan. A algunos –ojalá que no a muchos chihuahuenses les haya pasado– sí se les podría aplicar tal aforismo, pero es de tal gravedad la actual situación que era casi imposible no apostarle, con esperanza, a la reunión de los gobernadores, electos el 4 de julio pasado, con Felipe Calderón, y con las posturas que adoptase éste último.

La dimensión de la desesperanza provocada por los resultados de tal reunión es enorme, nunca pensamos que llegasen a las gubernaturas políticos con tan pocos atributos para asumirse como los hombres de Estado necesarios para afrontar la actual crisis de seguridad.

Señores, medio país está a punto de la parálisis económica, originada por las inercias estructurales y agravada por la guerra de los cárteles del narcotráfico, que han generado la peor ola delictiva (incluidos los delitos del orden común) de nuestra historia como país independiente, y ustedes sólo atinan a firmar un pacto plagado de lugares comunes, indefiniciones y abstracciones, hasta groseras, sobre todo para poblaciones como la del estado de Chihuahua en general, y la juarense en particular.

Salvo el anuncio de la creación de unidades especiales antisecuestro, el resto de los compromisos firmados son un verdadero monumento al lenguaje críptico, clásico de la clase político. Miren si no es cierto, se comprometieron a “Contar con elementos policíacos y de procuración de justicia confiables, implementar los mandos únicos, impulsar los diálogos por la seguridad en los estados, proporcionar seguridad a los ciudadanos que desarrollen tareas sensibles, generar inteligencia policial, reforzar operación de centros penitenciarios, impulsar políticas de prevención social de la violencia y el delito y gestionar los recursos públicos para la seguridad”.

Puras abstracciones.

No es lo más grave, algunos, ilusoriamente, pensábamos que esa reunión serviría para marcarle la línea a Felipe Calderón, a decirle lo que todos ellos se desgañitaron diciéndolo en sus respectivas campañas, que su estrategia estaba equivocada, que era necesario un cambio de rumbo, que en el combate al narcotráfico iban todos, pero que para definir las estrategias deberían tomarse en cuenta todas las opiniones de quienes tienen responsabilidades gubernamentales adquiridas por haberse ganado la confianza ciudadana.

Nada de eso recordaron, al contrario.

El otro aspecto, deplorable en grado máximo, es la increíble frivolidad de Calderón. No me refiero al desplante de anunciar que podría asistir al encuentro de las selecciones de futbol de Venezuela y México, sino al modo con el que encara reuniones como las del martes en Juárez y Chihuahua.

La celebrada en el antiguo Paso del Norte es emblemática en ese sentido. Ni él, ni el Secretario de Economía estaban al tanto del avance del proceso de regularización de vehículos “chuecos”; al Procurador General se le reclamaron las decenas de agentes del Ministerio Público federal a los que se habían comprometido enviar. Reconoció que no lo habían hecho, que existen en la entidad 71 agentes, 41 de ellos en Juárez y Calderón llegó al extremo de pedirles a los presentes le informaran de algunos abogados que quisiesen cubrir esas vacantes.

La pura improvisación ¿Acaso no tienen burócratas de lujo, para acopiar toda la información que presumiblemente le será solicitada en reuniones como las celebradas el martes y, por lo menos en el discurso, cumplirle a una sociedad tan agraviada como la chihuahuense?

De igual modo, ante la petición empresarial (y del gobernador César Duarte) para el establecimiento de un régimen fiscal de excepción, Calderón no atinó a responder cosa alguna. Quizá ya repuesto de la sorpresa, de su falta de preparación para afrontar sus compromisos ante los chihuahuenses, instruyó a su secretario de Hacienda a recibir a Duarte el día de hoy.

Y eso que visitó la ciudad más violenta del mundo.

De ahí el calificativo de frívolo.

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