domingo, 3 de enero de 2010

IEE, a regular el dinero

El Diario, 3 de enero de 2010
Luis Javier Valero Flores
En medio de un conjunto de aumentos en los impuestos, servicios y bienes otorgados por el gobierno, en sus tres niveles, inicia el año nuevo bajo los más negros augurios, como siempre, para la mayoría de la población que, también como siempre, vive con la esperanza de que las cosas mejoren. No parece que así vaya a ser; pero dadas las condiciones de la economía norteamericana, es dable esperar un cierto repunte de la nuestra, de ninguna manera en el primer trimestre. Quizá a partir del segundo la economía chihuahuense alcance a sufrir las consecuencias de la lenta recuperación económica de los Estados Unidos.
Sin embargo, es año electoral en Chihuahua y ya una buena parte de la población está inmiscuida en los prolegómenos de las campañas electorales, especialmente la de los precandidatos a gobernador.
En la tierra de la alternancia, la atención política está cifrada sobre todo en el proceso del PRI para designar a su candidato. Pasaron los años, llegó la plena competencia electoral, la alternancia partidista en el gobierno, se dijo que habíamos iniciado la transición a la democracia y los chihuahuenses –especialmente los priistas- esperan nerviosos, ansiosos, el destape del candidato del partido gobernante ¡Como antes! Tal pareciera que como siempre.
A pesar de todos los asegunes, resulta que, en vista de las señales lanzadas por la clase política priista, habrá candidato de unidad, es decir, será designado.
Y como antes, al existir tal mecanismo para la designación, el deporte favorito de los interesados en la política vuelve a ser la especulación.
Todo mundo ha oído algo: Alguien le comentó, dice otro; de acuerdo con lo dicho por fulano en tal reunión; otro menciona que estuvo en una reunión en la que se dijo que todo estaba ya arreglado, será mengano el candidato… son tantas las versiones.
Lejos de constituir tal fenómeno un motivo de enorgullecimiento para los chihuahuenses (y los mexicanos en lo general) se convierte en evidencia plena del grave retroceso democrático sufrido en estos años de alternancia partidaria.
Es de tal importancia (sobre todo por la extendida percepción ciudadana de que en estos momentos el partido triunfador sería el PRI) el proceso de los priistas, que le ha quitado la atención a la determinación de los panistas. A partir de la propuesta de la dirigencia estatal, el Comité Nacional del PAN aprobó que sea una elección abierta a la ciudadanía el mecanismo para designar a su candidato, exactamente del modo que lo hizo el priismo en 1998 para recuperar la gubernatura.
Pero si los procesos eleccionarios en el PRI parecen extraídos del cuento de Augusto Monterroso (El Dinosaurio: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”) la novedad estriba en la nueva regulación electoral, que implicará un esfuerzo adicional al organismo regulador de los procesos comiciales, el Instituto Estatal Electoral (IEE), cuyo máximo órgano de dirección aparentemente sólo cambió de denominación, pero que en realidad deberá adquirir un nuevo peso en la conducción de la campañas, como fruto de la nueva legislación, y que de hecho lo está haciendo al acometer (y en otros casos no, a pesar de la opinión de algunos de los partidos) las primeras medidas tendientes a regular los actos proselitistas y la propaganda política.
Y es ahí en donde se encuentra el principal problema a resolver, y no sólo por el IEE, también por los partidos y los medios de comunicación. Sí, porque, en aras de buscar la equidad electoral, a partir de la reforma electoral, nadie podrá contratar la difusión de propaganda en radio y televisión. Los partidos tienen prohibida la contratación de tiempo en esos medios y los particulares, a su vez, no podrán “sea a título propio o por cuenta de terceros”, contratar “propaganda en radio y televisión dirigida a influir en las preferencias electorales de los ciudadanos, ni a favor ni en contra de partidos políticos o de candidatos a cargos de elección popular”.
Y esa sí que es una novedad agradable, no sólo porque nos ahorraremos un buen número de anuncios en tales medios, sino porque los candidatos deberán desplegar una actividad más cercana a los electores a fin de convencerlos y, por tanto, (quiera dios y maría santísima) habrá campañas más tendientes a explicar al electorado los programas de gobierno. Los triunfos electorales dependerán menos de la fuerza económica de tal o cual candidato, que le permitía contratar más espacios en los medios de comunicación y “venderse” del mismo modo que cualquier otro producto comercial.
La nueva legislación permitirá, también, regular las precampañas, espacio que en el pasado era tierra de nadie y en el cual incalculables fortunas se gastaban para favorecer a determinado candidato y con ello se comprometían favores, también ahora, pero por lo menos se les está acotando con medidas como las comentadas en esta ocasión.
Bueno, pues en tales materias el IEE deberá desplegar una intensa actividad y una mejor atención y evaluación pues el espíritu de las reformas electorales (la federal del 2008 y la local del 2009) era el de, además de otorgarle equidad a las campañas, disminuir el peso del financiamiento privado y volverlas más propicias para la reflexión ciudadana.
Aspecto central de tal orientación es el de acotar todas las actividades proselitistas, enmarcarlas en los límites de la ley y evitar la celebración de actividades proselitistas (las cuales siempre requerirán de las aportaciones económicas para efectuarlas) por fuera de la ley y, por tanto, imposibles de evaluar en sus costos y, más importante aún, en saber quiénes son sus financieros y los montos empleados en su celebración.
Pero si la contratación de propaganda política está prohibida en radio y televisión, existe la jurisprudencia necesaria como para impedir que la contienda electoral adquiera visos de inequidad al buscar, los actores políticos, eludir la ley electoral. Y vaya que son portento de chicanerías.
Para muestra ahí está el caso de los espectaculares con la imagen del aún a estas horas alcalde en funciones de la capital del estado, el panista Carlos Borruel, (quien, pero por supuesto, se ha deslindado de tal publicidad de revistas que portan en sus portadas la imagen del edil) y como si fuera la noticia de mayor impacto destacan que será candidato, al lado de otros para encubrir los verdaderos propósitos proselitistas de tales eventos. (“Se entiende por propaganda electoral el conjunto de escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones y expresiones que durante la campaña electoral producen y difunden los partidos políticos, los candidatos registrados y sus simpatizantes, con el propósito de presentar ante la ciudadanía las candidaturas registradas”, dice el art. 85 de la Ley Electoral).
En el mismo tenor se podrían ubicar la publicación de sendas páginas en El Diario de las comidas ofrecidas por los empresarios Federico de la Vega y Eloy Vallina al ex alcalde juarense, Héctor Murguía, como si fuera cosa de todos los días la promoción de las comidas de tan destacados ciudadanos.
Otro tanto podría decirse de la publicación de otra plana en uno de los matutinos de la ciudad de Chihuahua, aparecida el primer día del año, firmada por Francisco Javier Lecumberri Ustaran, y en el cual se acusa a César Duarte de haber mal empleado los recursos de la Cámara de Diputados a su favor, cuando fue presidente de la misma.
Y la ley es clara. Es tajante la prohibición a cualquier persona, física o moral, contratar propaganda a favor o en contra de los candidatos (sí, ya sé que algún puntilloso dirá que formalmente aún no lo son, pero es muy claro que por extensión ya se ubican los seis precandidatos priistas en tal categoría) y si tales hechos (ciertos o no) se dejan pasar en momentos en los cuales aún no inician ni siquiera las precampañas ya podemos imaginarnos lo que puede ocurrir en el curso de la campaña.
Y si hubiese duda, ahí está el artículo 87 de la ley electoral: “… 2.-… En ningún caso, se permitirá la contratación de propaganda en medios de comunicación e información en favor o en contra de algún partido político o candidato por parte de terceros”.
¡Qué cosas! Nunca pensamos que regresaríamos a los tiempos del “tapado” y a la “bufalada” ¡Don Abel Quezada (el cartonista que le dio fama mundial a tal personaje) regresó por sus fueros!
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