jueves, 3 de enero de 2013

El horror

El Diario, 3 de enero de 2013 Luis Javier Valero Flores Los datos son estremecedores, dan cuenta de una infinita tragedia que con el tiempo –como siempre, cada que algún gobierno se ve involucrado, su fuerza se usa para esconderle a la sociedad las gravísimas violaciones cometidas al Estado de Derecho– se irá develando con mayor crudeza y nos darán cuenta de un crimen que puede –podrá– ser catalogado de genocidio, no por la comisión, sino por la enorme, inaceptable e increíble omisión cometida. Son espeluznantes. Por una parte, el periódico La Jornada (tomado de El Diario, 2/I/13) publicó que poco más de 15 mil cadáveres fueron enterrados en fosas comunes en calidad de desconocidos y otros 425 fueron identificados “aunque se desconoce si se entregaron a familiares”; asimismo, la revista Proceso afirma que 25 mil 726 personas se encuentran en calidad de desaparecidas. Semanas atrás, a unos días “de que terminara la administración calderonista, el diario The Washington Post publicó que la PGR tiene un listado con 25 mil reportes de desaparecidos”. (Ibídem). ¡Más de 40 mil personas en total! Es de suponerse que entre los cadáveres sepultados y los reportes de desaparecidos no hay coincidencias, por tanto, a la indefinida cifra de homicidios atribuibles al crimen organizado deberán sumarse otras cifras milenarias, ¿Cuántas? Nadie lo sabe, sólo resta imaginarse el dolor de cientos de miles de mexicanos (y también de centroamericanos) que no saben del destino de sus familiares… y también de quienes se convirtieron en víctimas de la violencia generada por muchos de los desaparecidos o asesinados. Con estas cifras, es de suponerse que el total de personas asesinadas durante el sexenio de Felipe Calderón rebase, con mucho, las 100 mil. Son muchas víctimas como para que pueda pensarse en el perdón o en el olvido. Por cosas infinitamente menores, otros gobernantes terminaron frente a los jueces, de su propia nación, o del ámbito internacional. Pero las responsabilidades abarcan a muchos funcionarios, de todos los niveles, involucrados en semejante espiral homicida pues el reporte recogido por los reporteros del periódico demuestra los elevados niveles de negligencia asumidos por una cantidad enorme de funcionarios estatales y municipales, no sólo federales. Sirva para demostrarlo tan sólo un dato: “En 13 entidades (entre ellas varias con los índices más altos de homicidios, entre las que Chihuahua no se cuenta) los desconocidos son enviados a la fosa común con expedientes incompletos y sin que sus huellas dactilares, peritajes de fotografía o genética hayan sido confrontados con los datos nacionales que poseen la Procuraduría General de la República (PGR) o la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) Federal”. (Ibídem). “¡Qué importa hacer expedientes de los desaparecidos, o de los muertos, si al fin y al cabo eran unos pobres diablos y, además, ‘malandros’! ¡Qué bien, se lo merecían, en algo andaban “metidos!” Tales son las expresiones de muchas personas ante semejante tragedia. Lo peor es que la mayoría son creyentes, buenas personas y ciudadanos, pero que no alcanzan a comprender que las razones de tal genocidio se encuentran más allá de la vida personal de tal o cual persona, que por azares del destino se involucró en alguna actividad ilícita. ¿Pues que no repetimos hasta la saciedad la existencia de los “ni-nis”, cuyo número supera los 7 millones de jóvenes, en el país, y los 70 mil en nuestra entidad? ¡Y esos son los que estudiaron y en el momento de la encuesta ni trabajaban ni estudiaban! ¿Y los otros? ¿En dónde están? ¿Qué hacen? ¡Ah, po’s nada, son una bola de flojos! ¿Ah, sí, en dónde se encuentran los trabajos remunerados? Vamos, tan solo los trabajos, aunque paguen poco, mejor la aventura de unos cuantos pesos –a veces muchos–. ¡Qué importa la vida si ésta no es vida! Cuando se afirma que no hay oportunidades, es que no las hay. En tanto que en enero de 2008 existían 648 mil 497 trabajadores registrados en el IMSS-Chihuahua (nota de Manuel Quezada, El Diario, 8/II/11), en noviembre del año pasado llegaron a 699 mil 465 (nota de Alejandro Salmón, El Diario, 31/XII/12), pero que palidecen ante los 671 mil existentes en 2004, o los 778 mil 819 ¡de noviembre de 2007! (nota de Manuel Quezada, 5/I/08). ¡Más de 100 mil empleos perdidos entre 2007 y 2012! De ese tamaño son algunas de las causas de las tragedias que adquieren visos de genocidio.

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