jueves, 29 de noviembre de 2012

Pacto abortado

El Diario, 29 de noviembre de 2012 Luis Javier Valero Flores No duró ni la víspera. No bien fueron enteradas las dirigencias del PAN y PRD acerca de los alcances y términos del pacto, que debería firmarse el día de hoy entre todas las fuerzas políticas, a convocatoria del “presidente electo”, Enrique Peña Nieto, cuando desde la oficina de éste se informó que se cancelaba el acto en el cual se anunciaría que el PRI, el PAN y el PRD acordaban impulsar una agenda común para realizar las reformas estructurales de las cuales todos hablan, a pesar de que la concepción acerca de ellas difiere, a veces, en grado extremo. ¿Cuáles son las razones que llevaron a cancelar el que sería el primer acto de polendas de la nueva administración federal, que habrá de tomar las riendas del país a partir del próximo sábado? ¿Acaso las desavenencias al interior del PRD, en las que la postura del presidente nacional, Jesús Zambrano, fueron derrotadas por una mayoría importante, pero que llevó a Zambrano a declarar que se podrían revisar “temas trascendentales para la democracia, sin renunciar a ideologías”, en tanto que Cocoa, la senadora hermana de Felipe Calderón, María Luisa, exigía que en el pacto se reconocieran los “avances” de las administraciones panistas de Vicente Fox y su hermano? Sorprende enormemente que un acuerdo de tal magnitud fuera buscado por el equipo de Peña Nieto, sorprende, porque las diferencias en muchas de las reformas estructurales van más allá de lo escenográfico, y en el caso del PRD, por lo menos programáticamente, se antojan insalvables. La sorpresa por la presunta ingenuidad del equipo del mexiquense, que creyó alcanzar el acuerdo que daría paso a las reformas que le interesan, “en los temas en que coincidan sus respectivas plataformas” es mayor, porque apenas van saliendo del primer encontronazo en las cámaras legislativas a propósito de la reforma laboral, en la que, no obstante las coincidencias de priistas y panistas en los temas fundamentales –y una sola diferencia en cuanto a la conceptualización acerca de la democracia sindical– las diatribas y descalificaciones entre esas fuerzas políticas fueron de escándalo. Nada nos lleva a pensar que en el futuro inmediato no intenten la aprobación de un acuerdo de esa índole, pero las frases del dirigente nacional del PRI, Pedro Joaquín Coldwell, ahí quedaron. Argumentó que el pacto es necesario porque el PRI no podrá gobernar por sí mismo en un contexto de violencia y desacuerdo político y que “requiere del respaldo de los otros partidos políticos y, sobre todo, de la sociedad… para empujar unidos las reformas que hacen falta”, reformas que deberían girar sobre tres ejes: la consolidación de la democracia, la construcción de mejores políticas en educación, salud y seguridad y la participación ciudadana. En el mismo sentido, el dirigente perredista, Jesús Zambrano, convino en la necesidad de instaurar “una agenda común producto de un gran acuerdo nacional, en el que participen todas las fuerzas políticas… Estamos seguros de que, sin renunciar a nuestras posiciones o ideologías, debemos convocar y ser convocados para revisar los temas trascendentales para la vida democrática, como el desarrollo económico, político, social y cultural”. Pero tales declaraciones, que pueden ser signadas por todas las fuerzas, en las que esos objetivos, planteados de manera tan general, deberán ser concretados en unas más detalladas medidas a tomar y en las que existen posturas tan encontradas, las que nos llevan a pensar que todo puede quedar en un mero acto de escenografía política, para otorgarle una especie de blindaje político a quien deberá asumir la Presidencia de la República en unas cuantas horas. Y es que, sólo por mencionar un asunto, el de los energéticos, en particular el del petróleo, claramente existen dos posturas (aunque pueden existir algunos cambios en la composición de los grupos parlamentarios y en la correlación de fuerzas al interior de los partidos, especialmente en el PRI, que ahora ya no tendrá la férrea oposición a la privatización de Manuel Bartlett, convertido en senador del PT) en el cual no habrá acuerdo con el PRD, y en general con la izquierda, tanto la parlamentaria como la social. Por otra parte, sorprende la declaración de Pedro Joaquín Coldwell, en la que plantea la imposibilidad de efectuar solos las reformas estructurales. Ya sabemos que las pueden concretar –en el mismo sentido– con el PAN, entonces, ¿sólo fue un intento de desarmar a los bloques parlamentarios de la izquierda? Quizá esa vaya a ser la película del sexenio…

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