martes, 6 de noviembre de 2012

Una de hospitales

El Diario, 6 de noviembre de 2012 Luis Javier Valero Flores Obviese el aspecto personal que seguramente puede influir en la descripción de los hechos, pero seguramente habrá muchos ciudadanos que podrán corroborar o rechazar las conductas y políticas aquí descritas con motivo de una experiencia personal. Muchos coincidiremos en que la atención médica proporcionada por el sistema estatal de salud ha mejorado ostensiblemente y que la infraestructura construida se ha elevado considerablemente, pero el factor humano deberá permanentemente ser capacitado y evaluado en un aspecto primordial en este ramo del quehacer gubernamental. Por su naturaleza, quienes dedican sus esfuerzos personales a la atención médica deberán desplegar, siempre, una mejor atención, ser más sensibles a las peticiones, quejas y exigencias de quienes les requieren el concurso de sus servicios profesionales. No es una novedad asentar que a mayor número de usuarios en los servicios médicos y hospitalarios, crece el riesgo de que se eleven los grados de mala atención a los pacientes y que, por las cargas de trabajo adscritas al personal médico y paramédico, esto se convierte en un factor más para ahondar aquel fenómeno. Pero a los ojos de los usuarios, pacientes o derecho-habientes nada justifica recibir una mala atención médica. Seguramente ante los ojos de nadie. Sabido es, en la ciudad de Chihuahua, de la muy buena atención médica del Hospital Infantil, sobre todo en los casos de urgencia, pero el jueves anterior por la noche ocurrió un muy lamentable incidente: un infante de 3 años fue llevado por sus padres debido a que presentó fiebre de 39 grados C. Antes de salir de su casa le administraron un supositorio para disminuir la temperatura, a fin de evitar que subiera aún más y pudiera presentar un cuadro convulsivo. Decidieron llevarlo al Hospital Infantil con el propósito de que fuera evaluado y le expidieran la receta respectiva, sobre todo pensando en que esa fiebre, muy seguramente, tenía una causa infecciosa y, por tanto, de la indicación de un antibiótico que no se puede comprar sin la respectiva receta. Sin embargo, por esas cosas del destino, ocurrió que, además del elevado número de infantes en espera de atención (que, además, no eran tantos como en las épocas más frías del año) el personal médico y paramédico que realiza una primera evaluación de los pacientes se retiró momentáneamente a ingerir algún bocadillo (algunas madres de familia dijeron que en realidad era un pastel). Transcurrió tanto tiempo que el guardia conminó a las mamás a que tocaran fuerte a la puerta de ese consultorio de primera evaluación. De la aplicación del supositorio, al momento en que el niño fue evaluado, habían transcurrido 1 hora y 40 minutos, la fiebre había cedido notoriamente, pero presentaba accesos de náusea y muy pocos vómitos, causados por las secreciones de lo que era evidente se trataba de una infección de vías respiratorias altas. Sin embargo, la doctora encargada de la evaluación, al ver que no presentaba fiebre, solo un ligero aumento de la temperatura corporal, les dijo a los padres que ¡Ya no era una urgencia médica! Ante los naturales reclamos de los padres, en el sentido de que estaban ante un proceso infeccioso y que, al terminar el efecto de la medicina, la fiebre sobrevendría, razón por la cual exigían se le atendiera y le extendieran una receta con la indicación del antibiótico requerido. Recibieron por respuesta que no era urgencia y que llevaran a su niño ¡Con un médico particular! Más aún, una persona que se ostentó como el responsable de esa unidad de evaluación, aseguró que la fiebre era una respuesta natural y que no podía ser considerada como motivo de una atención médica de urgencia. Tan meticulosa descripción de un hecho, probablemente aislado, tiene un solo objeto, llamar la atención al mejoramiento, no sólo del personal médico y paramédico, sino también de los esquemas de trabajo. ¿Cuántos niños a los que se les aplican algunos antipiréticos (el medicamento necesario para quitar la fiebre) y no se les evalúa adecuadamente, son regresados a casa, sólo para que regresen horas después, en la madrugada y con el cuadro infeccioso agravado y algunos hasta con cuadros convulsivos? Y todavía falta la llegada del invierno. En el caso relatado, el niño fue atendido por una pediatra, después de unas muy estridentes reclamaciones y de la conducta solidaria de los demás padres de familia. Coincidentemente, la atención se agilizó para todos después de ese muy penoso incidente.

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