jueves, 26 de mayo de 2011

Ni control ni inteligencia

El Diario, 26 de mayo de 2011
Luis Javier Valero Flores
El más reciente de los escándalos penitenciarios, en la capital de Chihuahua, en el viejo penal, ahora denominado Unidad de Bajo Riesgo (UBR), y los acontecimientos fatales de las últimas semanas en el penal de San Guillermo, –amén de la situación, siempre conflictiva de los penales juarenses– considerado de alta seguridad, en los que han asesinado a por lo menos seis reos señalados como integrantes del comando que mató a los dos integrantes de la familia Lebaron, vienen a demostrar de manera concreta, no sólo la absoluta falta de control de las autoridades sobre las instalaciones penitenciarias, sino la total carencia de una verdadera estrategia para combatir al crimen organizado, y por supuesto, derivado de lo anterior, la carencia de los elementos de inteligencia para hacerlo. Lo contrario, es decir, que sí las posean, es peor.

Si existen algunas áreas en las que las autoridades sí pueden ejercer el control total, por lo menos hipotéticamente, son los recintos penitenciarios. Lo podrían hacer porque tienen bajo su mando todos los mecanismos para controlar el acceso y salida de personas y cosas, y teóricamente tendrían bajo su control, también, la integridad moral (en lo referente a los asuntos laborales) del personal de las prisiones.

Esas son las áreas, quizá las únicas en estos momentos en buena parte del país, que podrían presumir, y la sociedad esperar confiadamente, en los que ejercieran plenos controles.

La realidad es dramáticamente contraria, los penales se han convertido en uno de los principales centros de mando de las bandas criminales y en ellos se recrudece la cruenta lucha de los cárteles de la droga. Y nadie parece hacer nada ¿O será que también ahí intentan reproducir la consigna del general Juárez Loera, que pareciera ser la del Ejército, es decir, que se maten entre ellos? Los hechos escandalosos suceden en prácticamente todo el país: la fuga de reos en Reynosa, las masacres recientes en Mazatlán, Tepic y Durango, etc.

Lo descubierto en el penal de Chihuahua concita (ya ven como somos los mexicanos, hasta de la muerte hacemos bromas) hasta la risa: Tres mesas de billar, infinidad de botellas de tequila y vodka, latas de cerveza, dos armas de fuego abastecidas con tiros útiles, 180 dosis de mariguana, 90 grapas de heroína, además de 20 celulares y 50 puntas hechizas, así como 100 aparatos electrodomésticos, entre refrigeradores, televisores y parrillas eléctricas, como pantallas de plasma.

Y luego, ya no hay ni en quién confiar, el subdirector es un militar retirado, ahora suspendido, el capitán Fernando Oropeza Oaxaca ¿Por qué no, también, al director y a sus jefes inmediatos superiores, es decir, a los encargados de la fiscalía correspondiente, responsables de los penales en la entidad?

Pero si se cree que esto es exclusivo del estado de Chihuahua, nos equivocaremos. Es el resultado de la falta de una estrategia que les señale las tareas y áreas prioritarias, una de las cuales debería ser el desmantelamiento de las bandas criminales al interior de los penales, que serviría para destruir una buena parte de las redes de las mismas al exterior, es decir, en el seno de la sociedad ¿Por qué no lo hacen?

Todo mundo sabe que desde el traslado de los primeros integrantes de las bandas de Los Aztecas y Los Mexicles a los penales de la ciudad de Chihuahua, también se trasladó el enfrentamiento entre ellas ¿Por qué no se realizaron las medidas necesarias para salirle al frente a problema tan desmesurado?

Más aún, la falta de control sobre los penales denota, también, que entre las operaciones de inteligencia no se encuentra contemplada la importancia de los penales, y de quienes caen en ellos, por supuesto, a los que se considera elementos vitales de las bandas criminales, para iniciar un proceso de desmantelamiento de las mismas, para informarse de las fuentes y vías de financiamiento de ellas.

Pero nada de eso se hace, al contrario, cada vez se aprecia el mayor control de los centros penitenciarios, pero por parte de los criminales, y si eso sucede en las áreas en las que las autoridades deberían ejercer el control ¿Qué podemos esperar fuera de ellos?

¡Ah, triste perspectiva tenemos a la vista!

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