viernes, 13 de mayo de 2011

Medidas necesarias… para ayer

El Diario, 12 de mayo de 2011
Luis Javier Valero Flores
El anuncio efectuado por el gobernador del Estado, César Duarte Jáquez, en el sentido que no renovarán, hasta en un 30 por ciento la cantidad de permisos para venta de bebidas alcohólicas, y el cierre de todos los expendios situados cerca de escuelas o centros religiosos va en el sentido que muchos quisiéramos hace tiempo. Probablemente muchos dirán que ante medidas como esas crecerá la venta clandestina, y es probable que les asista la razón, pero tal mecanismo de venta no igualará, ni de lejos, la indiscriminada compra de bebidas alcohólicas, ni la evidente opacidad en el manejo de los permisos de tales artículos.

También se dirá que las medidas coercitivas, o restrictivas, para la adquisición de drogas o sustancias finalmente adictivas en alguna de sus modalidades, va en sentido contrario de lo deseado, pero siempre será necesario imponer un orden en la venta de estas mercancías. De ahí la congratulación con tal anuncio, al que deberá acompañarlo un conjunto de medidas esperables para que un problema de salud pública –el alcoholismo– sea tratado de manera global, así como se desea se haga con el resto de las drogas adictivas.

Ni debemos detenernos tanto en las indeseadas y cuantiosas consecuencias del consumo de alcohol, tanto en el ámbito de la seguridad pública, como de la vialidad y la salud pública los daños a la sociedad –y a los individuos y familias en particular– son crecientes, de ahí que mejorar la regulación de su venta siempre será positivo.

Los problemas aparecen en el momento de que tales medidas no van acompañadas de las muy necesarias campañas publicitarias y programas educativos que llamen al no consumo indiscriminado y al buen uso de las bebidas alcohólicas, al que tantas voces autorizadas catalogan como parte de la herencia cultural y gastronómica de prácticamente todas las culturas en el mundo.

Pero hay de tradiciones a tradiciones. En la antigua Rusia Soviética el consumo de vodka adquirió niveles de verdadero escándalo, a grado tal que independientemente de la hora, las familias consideraban como parte de los gestos de hospitalidad recibir a sus visitantes con un inmenso vaso de vodka el cual indefectiblemente debería de consumirse en un instante.

Por supuesto que los índices de alcoholismo eran gigantescos. Casi al término de aquel régimen se dictaron normas más estrictas para la producción, la venta y el consumo y los efectos fueron casi inmediatos. El ahorro de recursos públicos para la atención a la salud y las enfermedades derivadas de esa enfermedad fueron cuantiosos.

Igual puede suceder en nuestro entorno, con un añadido extremadamente positivo, impedir que la edad de inicio del consumo de drogas siga disminuyendo como hasta ahora ha ocurrido en nuestra entidad, y de ese proceso forma parte esencial el consumo de alcohol en cualquiera de sus modalidades.

Pero una medida de tal envergadura deberá abarcar necesariamente la consiguiente transparencia. No basta con hacer los señalamientos de lo efectuado por las autoridades precedentes, es necesario que el otorgamiento de esos permisos, la renovación y la cancelación de ellos, con los nombres de sus propietarios sea del conocimiento público y que, tal y como lo señalaron, en la exposición de motivos, los autores de la iniciativa para crear la ley de Transparencia en el Estado de Chihuahua, deberá formar parte de la información que cualquier persona pueda acceder.

Con ello se aireará, no solamente la disminución de los puntos de venta, sino que se transparentará un aspecto del quehacer gubernamental, que ha sido fuente inagotable del otorgamiento de favores a quienes acompañaron a los gobernantes en sus respectivas campañas electorales y será un mecanismo para impedir que las empresas cerveceras impongan sus tiempos, ritmos y modos al quehacer público en nuestra entidad.

Si así se hiciese, entonces las medidas serían más aplaudidas y merecerían reconocimientos más extendidos.

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