martes, 24 de mayo de 2011

El general de las restas

El Diario, 24 de mayo de 2011
Luis Javier Valero Flores
La entrevista transcurría en medio de sonrisas del general, pero cuando respondió acerca del número de delincuentes caídos, dijo: “Apúntele bien, 14 menos”, la sonrisa se transformó en risa, coincidente con la desatada por quienes lo entrevistaban y algunos de sus subordinados presentes en la conferencia de prensa, poco después de una sangrienta y prolongada refriega entre delincuentes, y entre éstos y las fuerzas militares, en las que existió –y hasta la fecha subsiste– una marcada discrepancia entre las cifras otorgadas por las dependencias civiles y las militares, acerca del número de víctimas.

Pero no fue lo único, al responder la siguiente pregunta: ¿Cuántos detenidos?, tajante, en un tono como si la pregunta fuera inútil, respondió: “Ni uno, no nos gusta cargar a nadie”. (Video del 16/XII/08, Tiempo.com.mx).

De aquellas restas que exigía efectuara la prensa, la suya es, paradójicamente, una más. En un más que confuso incidente, del cual la autoridad civil no acierta a proporcionar información, y la que se tiene es la escueta otorgada por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), consistente en que el primer jefe de la Operación Conjunta Chihuahua, el Gral. Jorge Juárez Loera, fue asesinado de dos tiros en la cabeza en el Estado de México, debido, al parecer, a “un incidente vial”, a escasos 20 días de pasar a retiro del Ejército.

Lamentable, como todas las muertes, importa detenerse en esta figura porque su importancia en la cúpula castrense y sus concepciones develan las reinantes en una más que influyente y poderosa parte del Ejército; la que reiteradamente ha insistido en hacerse de más prerrogativas y facultades de las hasta ahora establecidas, en un viraje contrario al que otra cúpula militar, la revolucionaria de las tres primeras décadas del siglo anterior, que por sí decidió disminuir la injerencia de los mílites en la vida del país y restringirla a los estrictos marcos de la defensa nacional y de las catástrofes naturales.

Llamados a afrontar la guerra de Felipe Calderón en contra del narcotráfico, bien pronto mostraron su poca disposición –aunque bien debiéramos decir que probablemente no todos– a respetar el marco legal establecido y que seguirían al pie de la letra el espíritu con el que fueron creados los ejércitos de todo el mundo, el de eliminar al enemigo, para lo cual muy poco importaban los numerosos vericuetos de la ley.

Una frase, dicha por Juárez Loera ante la mayor parte de los empresarios más poderosos de Chihuahua y casi el total de las autoridades civiles en el estado, retrató (además de la ya citada, que descartaba, de antemano, la aprehensión de los delincuentes para enjuiciarlos y, por supuesto, para conocer las redes de las bandas criminales) al jefe militar y el respeto que le merecía el estado de Derecho. En la parte central de su discurso le expresó al entonces mandatario chihuahuense, José Reyes Baeza, “mi orden de cateo es un marro, señor gobernador”.

En julio de 2008 fue relevado –sin que se dieran mayores explicaciones– de la OCCh. Fue nombrado Inspector y Contralor General del Ejército y Fuerza Aérea, cargo en el que permaneció hasta febrero de 2009 para ocupar, hasta el 1º de mayo de este año, la Oficialía Mayor de la Sedena, el tercer cargo en importancia de la dependencia.

Pero si lo anterior provocaba escozor, y del bueno, saber de su importancia en la jerarquía militar y las tareas asignadas en los tiempos más recientes, sí que preocupa en grado superlativo. A Juárez Loera se le consideraba como uno de los más fuertes aspirantes a ocupar una curul en el Senado de la República y era quien apoyó, muy de cerca, al subsecretario de la Sedena, el General Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, en la elaboración y aprobación de los cambios a la Ley de Seguridad Nacional aún no dictaminados, pero que han concitado el rechazo de académicos, derechohumanistas y fuerzas políticas, no solamente de la izquierda, y que fueron la causa de la recriminación de Beatriz Paredes.

Aún no somos gobierno, ¿por qué la prisa?, les dijo a los personeros de Enrique Peña Nieto, los más empeñados en aprobarlas.

A ese grupo pertenecía quien llamaba a no sumar las víctimas. Hoy forma parte de esa estadística.

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