martes, 29 de marzo de 2011

¿Ni-nis al ejército?

El Diario, 29 de marzo de 2011
Luis Javier Valero Flores
Pues vaya que el Gobernador del Estado, César Duarte, vino a originar otra polémica, ésta con motivo de la crisis de inseguridad y de la creciente participación de jóvenes –más jóvenes– en actividades delictivas, con su propuesta de incorporar a quienes no demuestren estar inscritos en alguna institución educativa oficial, ni desempeñar trabajo formal, al Servicio Militar Nacional y eventualmente al ejército mexicano.

Si hacemos caso a las cifras otorgadas por diversas fuentes, resultaría que del aproximadamente 1 millón de jóvenes que ingresan anualmente a la edad productiva, y de los cuales solamente el 2% accede a la educación superior –es decir, 20 mil– y que sólo se crean al año menos de 400 mil empleos, resultaría que más de medio millón de jóvenes se encontrarían con la posibilidad planteada por la iniciativa del gobernante chihuahuense ¿Está preparado el ejército para darles cabida y sostenerlos económicamente, tal y como se propone?

Vamos, suponiendo que no todos optan por esa posibilidad, porque la iniciativa establece que “podrán incorporarse de tiempo completo al mismo, con una duración de hasta tres años”, pero aún y cuando fuera un número razonablemente menor de todos modos nos encontraríamos con resultados no esperados.

Por un lado, que tal medida influiría muy poco en la disminución en la generación de delincuentes pues de todos modos entre 100 mil y 200 mil jóvenes no accederían a tan “atractiva” opción. Razonar lo anterior tiene un sustento, las enormes dificultades del ejército en el momento actual para reclutar a más jóvenes que deseen ingresar a las fuerzas armadas.

Otro asunto por demás espinoso, y del que poco se informa, es el elevado número de desertores del ejército –más de 120 mil– y de cuyas causas, también, poco se informa y a los cuales, por la cantidad prácticamente, no se les persigue a fin de sancionarlos por la deserción.

La iniciativa de marras incluye un apartado de sanciones, las que seguramente sufrirán el mismo desenlace que la relatada líneas arriba.

Pero subsiste un aspecto no menor: El presupuesto para solventar el ingreso de tantos jóvenes a las fuerzas armadas ¿De dónde?

Aún suponiendo que ocurriera un milagro y que se contara con lo necesario para resolver tan gigantesco problema ¿Sería lo mejor encausarlo al ejército? ¿No sería mejor enrumbarlos a otras actividades, las que pudieran generarle a ellos –y al país– otro futuro?

Porque si contáramos con todos los recursos necesarios para los ni-nis militarizados, después de los tres años ¿Qué harían esos miles de jóvenes en un país que no ha podido generar los empleos formales para ellos? ¿Qué van a hacer decenas de miles de jóvenes entrenados en las artes militares? ¿Qué harán?

Y ese es el fondo del problema: ¿Qué hacer ante un problema social de las dimensiones como las abordadas aquí? Indudablemente que no podrá enfrentarse del modo que se pretende con la iniciativa, puede ser un complemento, una variación del Servicio Militar Nacional, pero que sea una alternativa para la grave problemática que sufren alrededor de 7 millones en el país.

Nadie podría tener a la mano, de manera sencilla, la solución a este problema pero hay ejemplos que apuntan al rumbo correcto.

El Gobierno del DF inició, en el actual sexenio, la entrega de becas a los jóvenes de bachillerato, a todos los alumnos de las escuelas oficiales. Las cantidades varían según el promedio de cada uno de ellos, a los de 6 de promedio les entregan 600 pesos y se eleva la cantidad conforme aumentan el promedio de calificaciones.

Además, durante el sexenio anterior se construyeron sendos edificios en cada delegación, para albergar escuelas de bachillerato y se fundó la Universidad de la Ciudad de México.

Los resultados son sorprendentes. Semanas atrás, el rector de la UNAM informó que el índice de deserción en esa institución es del ¡1% Ubicó el origen de tan sorprendente cifra –probablemente, dijo– en el otorgamiento de las becas a los alumnos de bachillerato.

Y ese es sólo un ejemplo. Engrosar las filas de los ejércitos no son las vías construidas por las naciones desarrolladas; es la creación de empleos formales, bien remunerados, el mejoramiento de las condiciones generales de vida, el ensanchamiento de la vida democrática y la recreación de los mejores valores culturales como se puede hacer que desaparezcan los ni-nis, de ninguna manera militarizándolos.

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