martes, 8 de marzo de 2011

Mujeres y niños primero

El Diario, 8 de marzo de 2011
Luis Javier Valero Flores
La clásica frase, usada para los casos de desastre, particularmente en los naufragios, pareciera ser el vivo retrato de lo sucedido en Chihuahua a partir de principios del 2008, particularmente en Juárez y el Valle de Juárez, zonas que deberán considerarse zonas de guerra, no sólo por el número de personas asesinadas (y heridas, que en los recuentos siniestros efectuados se nos olvida que las “bajas” abarcan a los heridos) sino, también, por el número de mujeres victimadas y, sobre todo, por las condiciones en las que viven la mayoría de las chihuahuenses en esta época.

No está por demás recordar que en todos los conflictos bélicos las mujeres son quienes resienten más sus efectos y son sometidas a las peores condiciones, aún peores que los de los tiempos “normales”. Otro rasgo, central, para considerarnos como parte de las víctimas de una guerra es el del éxodo y la adquisición del carácter de refugiados de quienes, por razones colectivas o individuales, deben emigrar de la zona del conflicto.

Precisamente hoy deberemos recordar que, para nuestra desgracia, a las mujeres se les suele considerar como parte del botín de guerra y que los ataques a ellas llegan a los extremos, como el del conflicto de los territorios de la vieja Yugoslavia, en el que fueron usadas para el exterminio étnico.

En Juárez, como en cualquier zona de guerra, sucede de la misma manera. De acuerdo, con Julia Monárrez Fragoso, directora de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), tan sólo durante la vigencia del Operativo Conjunto Chihuahua (y las subsecuentes denominaciones), fueron asesinadas 692 mujeres en Juárez, que presuntamente estaban implicadas de alguna manera con el crimen organizado.

Tal cifra choca frontalmente con el hecho de que de 1993 a 2007 se contaban 45 mujeres asesinadas por los mismos motivos, según la información proporcionada por esta investigadora, a partir de su libro Violencia contra las mujeres e inseguridad ciudadana en Ciudad Juárez.

Más aún, la cifra de feminicidios, sin relación con el crimen organizado, entre 1993 y 2005, ascendieron a 442 y ahora se cuentan mil 192.

Si a tan salvajes cifras sumamos el número de huérfanos, hijos de personas ejecutadas, calculadas en poco más de 4 mil, y de que en más del 60% de los asesinados en esta racha homicida eran menores de 30 años, estaremos ofreciendo el tétrico retrato de una sociedad altamente violentada y en la cual sus integrantes más indefensos sufren las consecuencias de una política absolutamente equivocada, pues los efectos buscados por las autoridades federales para involucrar al total de las agrupaciones en el seudo combate al narcotráfico son precisamente los contrarios.

Pero no es el único aspecto de esta tragedia, en el que son primordialmente las mujeres y los niños quienes más la resienten (por supuesto, descontamos la principal baja, la de la vida de miles y miles que se cuentan en más de 11 mil en el estado a partir de marzo de 2008) y es el de verse obligados a emigrar.

Así, el éxodo juarense asciende, en tan solo 3 años, a alrededor de 230 mil personas, (de acuerdo con una encuesta realizada por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez) “de las cuales más de la mitad se refugiaron en el vecino país”. (Nota de Angélica Villegas, El Diario, 06-03-2011) con todas sus implicaciones, las mismas que se advierten en la inocultable disminución de la actividad económica.

Tal situación es más grave aún en el Valle de Juárez en el cual, según distintos cálculos, “el 50 por ciento de la población huyó por la inseguridad y violencia que abaten a esa zona” y que en Juárez apenas haya aumentado en 1.8% su población en cinco años, “en contraste con la capital del estado, la cual incrementó su número de habitantes en un 8 por ciento, de acuerdo con cifras oficiales”. (Nota de Alejandro Salmón, El Diario/Corresponsal, 07-03-2011).

Pero tales cifras esconden, o no traslucen las miles de tragedias familiares en las que, finalmente, son las mujeres –esposas, madres, hijas- quienes deberán asumir diversas responsabilidades, la mayor parte de ellas derivadas de su relación de pareja, en un entorno absolutamente hostil pues, no descubrimos nada nuevo, los conflictos bélicos despiertan las peores conductas de sus participantes, empezando, claro está, por la del desprecio a la vida.

En tales condiciones hoy celebramos el Día Internacional de las Mujeres.

¡Bendita conmemoración!

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