jueves, 3 de marzo de 2011

Libre tránsito

El Diario, 3 de marzo de 2011
Luis Javier Valero Flores
Diversos acontecimientos, a cual más de dramáticos, ponen de relieve la necesidad de replantearse las distintas medidas que los gobiernos de Estados Unidos y el de México han adoptado para enfrentar el problema del tráfico de drogas, de personas y armas.

Recurrentemente escuchamos las quejas de los gobernantes mexicanos –y de infinidad de voces– acerca de la enorme disparidad del compromiso entre ambas naciones al momento de aplicar sus políticas en esos rubros. Todos dicen –decimos– que en nuestro territorio se libran las batallas por el control de las rutas, de los territorios y de las instancias gubernamentales que les permitan trasladar e ingresar las drogas a la nación norteamericana; y que, en cambio, no se aprecian los mismos esfuerzos en aquel lado de la frontera.

Del mismo modo, –y hoy es la noticia destacada– a propósito de las armas con las que asesinaron al agente norteamericano del ICE, de fabricación norteamericana y venta en Texas, al parecer por un grupo dedicado a tan redituable negocio, sobrevinieron los discursos de infinidad de funcionarios de todos los niveles y partidos deplorando el escaso interés mostrado por los gobernantes estadounidenses para detener el tráfico de armas hacia México, y no sólo, sino también para cambiar la más que laxa legislación referente a la fabricación y venta de armas en los Estados Unidos.

¿Pero cómo afectar los poderosísimos intereses de la no menos poderosa organización norteamericana dedicada a la venta de armas –Rifle– a la que pertenecen varios de los más influyentes y poderosos políticos y empresarios norteamericanos?

Así, los gobernantes estadounidenses, sin aspavientos, sin detenerse mucho en explicaciones, aplican su propia política en esos dos rubros, el de las armas y el de las drogas: Dejan fluir libremente la compra-venta de ambas mercancías.

¡Ah, pero eso sí, tienen perfectamente ubicados a quienes se dedican a tales negocios, como nos lo vinieron a demostrar los operativos efectuados, tanto allá como acá, para ubicar y detener a los presuntos atacantes de los agentes norteamericanos Zapata y Avila

En el tiempo récord de escasas dos semanas detuvieron a dos de los presuntos asesinos materiales, además de cerca de 700 distribuidores de drogas en 169 ciudades norteamericanas, amén de ubicar a los vendedores del arma homicida y decomisar más de 10 millones de dólares ¡Híjole

¿Cómo explicar tan brillantes resultados?

Sencillito, ellos sí los tienen ubicados, porque los dejan trabajar libremente en la distribución de las drogas y cuando se salen del orden, entonces son aprehendidos en una política que, quiérase o no está ubicada en la cuasi libertad de compra y venta de drogas, porque allá, aparte de otros argumentos, el problema del tráfico de drogas lo empiezan a considerar como un asunto de salud pública y no de seguridad pública, y mucho menos, de seguridad nacional. ¿Tal política no explica, entonces, cómo, a pesar de haber encendido las luces de alerta a partir del ataque a las torres gemelas en 2001, la frontera con México sigue siendo porosa? Pues porque tienen controlado, regulado el acceso de drogas a su país y ubicadas a quienes las introducen. Allá sí ¿acá también?

De ahí que se antoje sugerirle a los gobernantes mexicanos, particularmente a los federales, que adopten la misma política norteamericana en materia de venta de armas a México: Ellos dejan fluir el tráfico de armas, no se preocupan del destino final –solamente si los afecta– y dejan a las autoridades mexicanas con todo el trabajo de detección y detención.

¿Por qué no hacer lo mismo con las drogas, de aquí para allá, dejarlas fluir hasta la frontera y que sean ellos los encargados de evitar el ingreso a territorio norteamericano?

Más de un lector dirá que es una sugerencia descabellada, pero aquí sufrimos la parte violenta de la cadena comercial y a pesar de la fortuna gastada –más de 300 mil millones de pesos en el presente sexenio– ni logramos detener el tráfico de drogas, ni el número de adictos, ni el número de personas en rehabilitación y sí sufrimos los efectos de una guerra “huérfana” de padre y madre.

¿Por qué no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario