martes, 1 de marzo de 2011

¿Bienvenido?

El Diario, 1 de marzo de 2011
Luis Javier Valero Flores
Apenas a unos cuantos días de haber visitado la entidad, con motivo del Día del Ejército, Felipe Calderón visitó nuevamente tierras chihuahuenses; en esta ocasión con la pretensión, dicen los comunicados oficiales de los cuales casi la totalidad de los medios de comunicación se hicieron eco, de “promocionar” sitios turísticos, o de localizar los mejores sitios para tal fin, justamente un día antes de la firma del Acuerdo Nacional por el Turismo, como si el encargado de la administración federal tuviese el tiempo necesario como para realizar tales tareas.

O, a menos que anduviese posando para los anuncios promocionales de los mejores destinos turísticos de México pues, por lo visto, el Gobierno Federal no posee la capacidad técnica como para designar a funcionarios especializados en tales tareas, o el talento artístico necesario como para encontrar los modelos adecuados para hacerlo.

Vamos, ya en el peor de los casos, ya que tan buenas relaciones mantienen con el monopolio televisivo, pues pídanle las modelos, el equipo artístico y técnico con el que realizaron los spots del bicentenario y Calderón se hubiese ahorrado el larguísimo viaje efectuado hasta nuestras tierras y dedicarle ese valioso tiempo a la atención de su familia, como debiesen hacer todos los padres de familia que se precian de tal categoría.

¡Ah, porque deberíamos de admirar la foto tomada al borde de la Barranca, acompañado del gobernador César Duarte –quien debió posponer su salida a Japón para atender a tan trabajador funcionario que en domingo efectúa trabajo de tan elevada envergadura y no menor importancia, tanta, que el chihuahuense pospuso sus planes– en una estancia con una duración superior a prácticamente todas las efectuadas por el también michoacano a lo largo de estos poco más de cuatro años.

Pero es que las anteriores no tenían el atractivo de la actual, es decir, no debió soportar las soporíferas reuniones con funcionarios y empresarios locales, o mejor aún, con exigentes representantes de la sociedad civil chihuahuense, o con algunos de los deudos de las no pocas víctimas de la ola homicida abatida sobre nuestra tierra.

¿Es criticable que el mandatario de una nación tenga el tiempo libre necesario como para buscar descansar el domingo en alguno de los maravillosos destinos turísticos del país? Definitivamente, no.

Lo criticable es que se argumenten mil y un pretextos para justificar tan impresionante operativo de seguridad.

Pero más criticable es que se elija una de las zonas más golpeadas por la violencia, cuyos orígenes no pocos actores achacan a las operaciones gubernamentales, especialmente las emprendidas por él, y que su presencia coincida con uno de los peores momentos de Chihuahua.

Así como el asesinato de Marisela Escobedo adquirió carta de emblemático, el secuestro y asesinato de los Reyes Salazar le dio a la masacre de Juárez otra connotación pues los caídos de esta familia no fueron activistas porque una desgracia se hubiese abatido sobre ellos.

No, actuaron de la forma que ahora se entera el país –y de alguna manera la comunidad internacional– debido a sus convicciones, y cuando alguien actúa así, se convierte de alguna manera en heraldo de la sociedad y cuando manos criminales los desaparecen, de cierto modo también hacen que una parte de la misma, la mejor, la más activa, se nos vaya de las manos.

Por eso enerva, irrita, que en tal momento, quien tiene la principal responsabilidad en el país pueda actuar con la frivolidad con la que se comporta Felipe Calderón, y encima pretenda engañarnos.

No, señor Calderón, Chihuahua es en estos momentos el peor lugar para que vacacione; lo sentimos, pero ahora no podemos honrar una de las cualidades contenidas en el escudo de Chihuahua; como lo dijo Luz María Dávila: No es bienvenido.

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