domingo, 6 de marzo de 2011

¿Alianzas impúdicas?

El Diario, 6 de marzo de 2011
Luis Javier Valero Flores
Impúdico: Sin pudor, sin recato.

Pudor: Honestidad, modestia, recato.

Diccionario de la lengua española, Real Academia Española

Conforme pasan los días, y por consiguiente se acerca la elección presidencial, crece la importancia de la elección en el Estado de México, de ahí los continuos pronunciamientos de los actores políticos y, ¡Oh sorpresa, las frases para el enriquecimiento de la picaresca mexicana como la pronunciada por el nuevo dirigente del PRI, Humberto Moreira, quien inauguró su gestión con un discurso –quizá con la marca de la casa– que prefigura una actuación pletórica de descalificaciones hacia sus adversarios políticos y, por lo que oímos en Querétaro, abundante en frases que ya las quisiera Nikito Nipongo para acrecentar su bagaje de perlas, especialmente las lanzadas por la clase política mexicana.

En esa ocasión denostó a la alianza, sin mencionarla específicamente, del PAN y el PRD en el Estado de México, asunto en el cual acapara mayormente la atención la postura del PRD respecto a la misma.

Y lo es porque, como en otros aspectos de la vida política, Jesús Ortega y Andrés Manuel López Obrador –y sus respectivas corrientes políticas– han chocado frontalmente. El ex candidato presidencial se opone férreamente a la alianza de estos dos partidos en el Edomex y enfrente, tal vez con el mismo ímpetu, impulsan fuertemente la alianza.

Sin duda alguna que tales posturas tienen un elevado contenido ideológico, empero, del análisis de los comportamientos políticos y de los resultados de las últimas elecciones podría concluirse que las posturas de todos los actores políticos tienen en el centro de su atención la necesidad de obtener el más alto porcentaje posible del electorado mexiquense, cuyo padrón asciende a 10 millones 300 mil electores.

De tal modo que si votara el 60% de ellos, querría decir que se disputan 6 millones 360 mil votos. Contar con la tercera parte de los votos mexiquenses equivale a, por ejemplo, cuatro veces la votación obtenida por César Duarte en 2010, y a cinco la alcanzada por Carlos Borruel.

No es, entonces, tan descabellada la oposición de AMLO a la alianza, ni tan desubicada la pretensión del panismo en alcanzarla. Y, por supuesto, la preocupación del priísmo es más que justificada, pero en este caso, se exacerba la importancia porque perder el Estado de México es, además de disminuir su porcentaje en el país, la pérdida de imagen de su cuasi candidato presidencial.

Si tal cosa sucediese arrancarían con una desventaja –si bien “sicológica”– desventaja al fin y al cabo, pues los electores en el país podrían muy bien concluir que si tan mal califica el electorado mexiquense a quien fue su gobernante, entonces no debería ser considerado buen candidato para la Presidencia.

Pero si tales aspectos tienen importancia capital para el PRI, lo puesto en juego por el PAN y el grupo de AMLO no la contiene en menor grado.

Por el giro impuesto a su política electoral a lo largo del año anterior y lo transcurrido del presente, tal pareciera que en el PAN resolvieron dar pie a una que fuera algo así como el control de daños, de acuerdo con los resultados electorales del 2009 y las previsiones al inicio del año 2010. Decidieron, mejor, antes que sufrir una caída libre en los resultados electorales, abrirse a las posibilidades de postular candidatos ajenos e impulsar por todos los medios posibles la alianza con el PRD, de ese modo si los resultados fueran negativos no incidiría demasiado en la imagen electoral del PAN en el 2012.

Pero si en cambio lograsen –como así fue en tres casos– éxitos electorales, bien podrían, con un adecuado manejo mediático, dar la apariencia que en realidad se trató de triunfos del blanquiazul, como en distintas ocasiones lo han presumido sus dirigentes nacionales.

No es desmesurada tal especulación, las preferencias electorales, en todas las encuestas realizadas hasta hace un año mostraban niveles extremadamente bajos para el PAN; de seguir tal tendencia podrían haberse encontrado con la posibilidad de que su candidato presidencial no rebasase el 20% de la votación, como ahora lo demuestran los resultados de las encuestas efectuadas, en particular la última de la empresa Mitofsky, que le otorga a Santiago Creel el 16% de las preferencias electorales, apenas 0.5% por encima de López Obrador, por el 48% de Peña Nieto.

De ese modo, para el PAN es imprescindible ir aliado al PRD en el Estado de México pues así emergería, no como el partido en caída libre, sino como el que salió airoso con una adecuada política de alianzas.

El problema, para este esquema, es que donde la alianza PAN-PRD triunfó fue debido a la existencia de candidatos fuertes, con una extendida estructura territorial y, lo más importante, que procedían –salvo Gabino Cué en Oaxaca– de procesos internos del PRI.

Es decir, la alianza no solo triunfó en esas entidades por la fortaleza de sus candidatos sino, también, por la debilidad causada al PRI por las fracturas. Tales características no se dan, hasta el momento, en el Estado de México.

Por el PRD, y más concretamente, en el lopezobradorismo, se advierte, en el rechazo a la alianza, una visión a más largo plazo, esto es, al 2012. Hasta antes del anuncio de Alejandro Encinas –el ex jefe de gobierno y uno de los hombres más cercanos al ex candidato presidencial– las preferencias electorales en esa entidad no rebasaban el 15%, con la aparición de Encinas empezó el crecimiento y seguramente por estas fechas habrá rebasado el 20%. Nada nos lleva a pensar que esa tendencia ya se estancó, por el contrario, es muy probable que al inicio de la campaña –en abril– haya llegado al 25%, y si hubiese alcanzado tales niveles, entonces estará en la competencia por la gubernatura, a la espera del desgaste sufrido por el PRI en el proceso de elección de candidato, cosa que aún no está, de ninguna manera, resuelta.

Pero más allá del resultado a la gubernatura –que importa, y mucho– en el fondo de la apuesta lopezobradorista se encuentra el ir al rescate de los millones de votos perdidos por el PRD en las últimas elecciones locales y federales, y hay mucha diferencia entre obtener 900 mil votos y 2 millones. Más si se analiza en detalle la geografía –y la geografía electoral– de la entidad mexiquense y sus colindancias con entidades y regiones con una fuerte influencia perredista.

Así, el DF influye fuertemente en el oriente mexiquense, zona en la que el PRD ha gobernado los muy poblados municipios de Nezahualcóyotl, Chalco y Los Reyes, amén de otros menores. Postular a un candidato fuerte, propio, como Encinas, podría potenciar las fuerzas perredistas y aspirar a recuperarlos. Del mismo modo, en el norte defeño se ubica Ecatepec, el municipio más poblado del país y que los perredistas aspirarían a recuperarlo.

Por otra parte, los municipios mexiquenses colindan con la Tierra Caliente michoacana y la guerrerense. Recordemos que en Guerrero el PRI sufrió una muy dolorosa derrota y la influencia perredista se extendió y, al mismo tiempo, en Michoacán se celebran este año, también, elecciones a gobernador.

De tal modo que postular un candidato propio llevaría a los perredistas a la disputa de un sinfín de posiciones municipales que de frente a las elecciones presidenciales de mucho les servirían para afrontarlas con mejores expectativas; más aún, implicaría, de mantener en 30% su porcentaje de votación (que seguramente elevarían pues en las de 2006 obtuvieron cifras superiores al 40%) obtener 2 millones de votos, a los cuales se le sumarían –por lo menos– los poco más de 3 millones de votos que podrían obtener en el DF (López Obrador obtuvo el 70% de la votación en 2006).

Así, en solo dos entidades alcanzarían la tercera parte de los votos obtenidos en 2006 –15 millones– cifra un poco menor a la necesaria para que triunfe cualquiera de los candidatos de los tres partidos mayores.

Si a eso le sumamos las expectativas perredistas de obtener el 40% de los votos en Guerrero y Michoacán (500 mil y 700 mil respectivamente) llevaría al candidato perredista –o de la alianza de partidos– a estar muy cerca de la mitad de los votos necesarios para ganar la Presidencia de la República.

De ese modo, la controversia acerca de la alianza en el Estado de México rebasa la simple argumentación de intentar acabar con la hegemonía priísta en esa entidad, como arguyen los dirigentes formales del PRD y los del blanquiazul. En la discusión se encuentra, sin ninguna duda, la disputa presidencial, de ahí la “creatividad” del nuevo dirigente priísta.

Correo electrónico: asertodechihuahua@yahoo.com.mx

Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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