jueves, 27 de enero de 2011

¿Otro incidente?

El Diario, 27 de enero de 201
Luis Javier Valero Flores
Si hubiese que buscar la evidencia plena acerca de los niveles de incoordinación de los distintos cuerpos policiacos en Chihuahua, en el combate al crimen en general, y en particular al crimen organizado, nada mejor que los gravísimos acontecimientos del martes por la noche en Juárez, en el que muriera un custodio –Jorge Humberto Muñoz Pérez– del alcalde juarense, Héctor Murguía Lardizábal.

Ahora estamos frente a, por lo menos, dos distintas versiones de los hechos, y seguramente en los días subsecuentes iremos encontrando matices de diferencia a partir de las aportadas en la noche de los hechos.

Pero por encima de todo ello, a lo ya expresado por el alcalde juarense, debemos añadirle aspectos aún más preocupantes, que denotan las enormes discrepancias existentes entre los discursos de los gobernantes y la fría realidad del antiguo Paso del Norte.

Durante ya casi tres años escuchamos reiteradamente las frases de que autoridades de todos los niveles están comprometidas con la coordinación de sus esfuerzos en el combate al crimen, particularmente al crimen organizado.

Y existen áreas del gobierno que podrían enmascarar los resultados de tales expresiones y, al final, simular que existe la coordinación. Pero en todo lo referente a la seguridad pública no hay duda, ni margen al error; si los cuerpos policiacos del nivel municipal están coordinados con el federal los resultados así lo harán ver, por desgracia, al igual que entre los médicos, en el ámbito policiaco los malos resultados sin funestos, casi siempre terminan con la vida de algunas personas.

Si es cierto que existe la coordinación entre la Policía Federal y la municipal ¿cuál es la razón para que las patrullas federales no tuviesen conocimiento de las características de los vehículos del alcalde de la ciudad más violenta del mundo, siendo, como es, el principal responsable de la seguridad pública en el municipio?

¿Podría suceder, guardadas todas las proporciones, que estos mismos policías pudiesen confundir el convoy del presidente de la república, o del gobernador del estado?

¿Acaso no están obligados a tener el conocimiento preciso de esas características a fin de que contribuyan con la instancia municipal en el resguardo del alcalde, máxime en la gravísima situación de emergencia de la seguridad pública prevaleciente en Juárez?

No tener esos conocimientos denota, entonces, que no existe el mínimo de coordinación entre los responsables de ambos grupos policiacos.

Y si nos atenemos al boletín enviado por la dependencia federal más motivos tendremos para preocuparnos pues la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF) envió su propia versión de los hechos y en ellos señala de manera destacada que fue la denuncia de un taxista la que motivó la intervención de los policías federales, pero cuesta trabajo creer que un taxista de esa zona y ciudad no conociese que en el domicilio donde se encontraban estacionadas las camionetas pertenece al padre Hesiquio Trevizo –destacado editorialista de El Diario–, algo que el común de los trabajadores del volante podría tener conocimiento.

Y a medida que van apareciendo los datos y detalles más confuso y preocupante se vuelve el conocimiento y resolución de tan graves incidentes.

Porque si los elementos federales no supieron a qué ciudadanos detenían o supervisaban, y sus jefes no les informaron del convoy del alcalde, entonces deberemos concederle la razón al ex primer comandante de la Operación Michoacán, comandante de la Policía Federal, Javier Herrera Valles, quien denunció que los destacamentos federales eran enviados al país, a las ciudades, a los pueblos sin otorgarles el mínimo de conocimientos precisos, ni de los objetivos a alcanzar, ni de las fuerzas a las que enfrentarían, ni del entorno en el que se desenvolverían.

Y si existe una creciente corriente de rechazo a los policías federales, los hechos posteriores al homicidio, relatados por el alcalde Murguía no hacen más que acrecentar tales tendencias.

Teto “se presentó en el Hotel Santa Fe, en las calles Lerdo casi esquina con Tlaxcala, donde se hospedan los elementos federales, para exigir una explicación y la detención del oficial que disparó contra Muñoz Pérez.

Pero lejos de recibir una explicación, en el hospedaje ocurrió un enfrentamiento verbal entre el alcalde y sus escoltas con los federales”. (Nota de Blanca Elizabeth Carmona, El Diario, 26/I/11).

En tanto, la ola homicida sigue sin esperanza alguna de que amaine.

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