jueves, 6 de enero de 2011

El sorpresivo arribo de AMLO

El Diario, 26 de diciembre de 2010
Luis Javier Valero Flores
Abrumados, pasmados ante el alud de acontecimientos sangrientos, salvajes, de la negra noche chihuahuense, nos han impedido reflexionar sobre el resto de la vida nacional, particularmente los referentes a la política y la sucesión presidencial, asuntos que no se podrán resolver sin tomar en cuenta la más violenta de las guerras sostenidas por los cárteles, es decir la que tiene por escenario el estado de Chihuahua y particularmente la zona fronteriza de Juárez.
Y es que argumentos sobran, basta uno solo, terrible: Más de la tercera parte de los caídos en las guerras de los cárteles, y de los enfrentamientos de éstos con las fuerzas del Estado mexicano, se han presentado en Chihuahua, en una confrontación que tiene como explicación, no el mercado mexicano de las drogas sino el del control del ingreso y distribución en los Estados Unidos, como insisten machaconamente en sostener la mayor parte de las instituciones dedicadas al combate a las drogas y de los estudiosos del tema.
Por eso asombra que en el informe realizado por Stratfor, publicado por El Universal el viernes anterior, intitulado la “Guerra de las Drogas en México”, al catalogar al presente año como el de “sin precedentes de violencia” por la guerra entre los cárteles de las drogas, no incluyan la disputa sostenida en la entidad entre los Cárteles de Juárez y el de Sinaloa.
Por eso no será inútil insistir en la reflexión (y quizá con ello intentar, por lo menos intentar) y resoluciones de los partidos políticos que habrán de escenificar la contienda electoral de mediados del 2012.
Si las cúpulas partidarias creen que habrá de transcurrir sin mayores contratiempos, con la dinámica “normal” de las precedentes se equivocan, la violencia del crimen organizado no abarca a la totalidad del territorio nacional pero la fortaleza, de todo tipo, de los cárteles sí amenaza al total de las instituciones del Estado mexicano, incluida, por supuesto, la que se creía totalmente ajena a la actual crisis de seguridad pública, el ejército mexicano.
Más aún, si la élite gobernante pretende “tripular” la sucesión presidencial sin tomar en cuenta un conjunto de factores hoy existentes y que, sin duda, han precipitado la debacle de la administración dirigida por Felipe Calderón.
Y uno de ellos, a juicio del escribiente, imprescindible, no solamente al momento de analizar la situación política del país sino, sobre todo, a la hora de gobernar, es el factor López Obrador.
Más de uno de nuestros lectores (al igual que muchos mexicanos en todo el territorio nacional) sentirá escozor –el mismo que deberá explicarse por la intensa, continua y permanente campaña de linchamiento mediático en contra del tabasqueño- al leer que existen opiniones cuya evaluación acerca de la importancia de López Obrador va más allá de la simple participación electoral y que el 2012 no podrá explicarse sin la del excandidato presidencial perredista del 2006 y que hoy mismo, para muchos, se podrá convertir en una verdadera sorpresa que, por ejemplo, aparezca permanentemente en el segundo lugar en las preferencias electorales de todas las encuestas nacionales efectuadas hasta muy recientemente.
Y es que analizado fríamente hay elementos para sostener estamos frente a un fenómeno político relevante, no solo por el protagonismo de AMLO sino, también, e importa mucho, por las condiciones políticas del país y el desempeño del PAN en el gobierno federal.
Que un hombre, líder de la oposición más importante en México –por lo menos formalmente, dados los resultados oficiales de la elección del 2006- casi excluido de las pantallas televisivas, prácticamente sin partido (enfrentado en muchos aspectos a la dirigencia perredista) y, por tanto, sin las facilidades derivadas de las prerrogativas partidarias; con un discurso extremadamente radical a los ojos de una buena parte del electorado (por otra parte, polarizado como en muy pocos momentos de la vida nacional) aparezca en lugares tan privilegiados de las simpatías electorales deberá tomarse muy en cuenta.
Así, en agosto pasado, el periódico Reforma reportó una muy interesante encuesta en la que puso el acento en ubicar bien el porcentaje de opiniones favorables o contrarias a AMLO, llegando a la conclusión que la mayoría de las opiniones del electorado respecto al tabasqueño son positivas o neutrales, con 34% de opiniones positivas, 24% negativas y 25% neutrales. Es decir, 59% de las opiniones respecto a AMLO o son favorables o son neutrales. (El Diario, 30/08/10).
Además, según este estudio, la preferencia electoral por el excandidato presidencial “se disparó en el último trimestre por casi 20 puntos”, mientras que Peña Nieto y el PRI presentaban una tendencia a la baja, todavía en la punta de las preferencias, con una ventaja muy importante pero sin el crecimiento mostrado desde dos años atrás.
Asimismo, López Obrador aventajó con más del 44% al jefe de Gobierno del DF (61% contra 17%), Marcelo Ebrard en las preferencias electorales de los perredistas para su candidato a Presidente de la República, echando abajo por completo la encuesta de Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), propiedad de Liébano Sáenz y Federico Berrueto, y encuestadora oficial del periódico Milenio, publicada 5 días antes, en la que aseguró que Ebrard aventajaba a AMLO.
No sólo eso; de acuerdo con Reforma, AMLO es el único posible precandidato presidencial en la actualidad que ha aumentado sus preferencias electorales entre el electorado en general, mientras que el resto de los posibles precandidatos o han bajado o se han estancado.
La encuesta de agosto pasado se comparó con los resultados de la efectuada un año atrás, en la que la preferencia electoral del PRI cayó a los niveles del 2009, Enrique Peña Nieto, su aspirante más adelantado, presentó una caída de 1% en el mismo lapso, ubicando las preferencias electorales por el PRI en el 31%.
Sin embargo, por candidatos, Enrique Peña Nieto mantiene el 43%, pero López Obrador tuvo un crecimiento inusitado al pasar del 15% en 2009 al 24 en agosto de 2010 y el senador, Santiago Creel, se consolidó como el panista más adelantado al permanecer con el 15% de las preferencias electorales en septiembre de 2009 y obtener el mismo porcentaje en agosto de 2010.
Por partidos, las tendencias se mantienen, independientemente de las empresas encuestadoras. En la de Reforma, el PRI sigue encabezando las preferencias con el 38%, el PAN en segundo lugar con el 20% y el PRD con el 10%.
Siguen las sorpresas, según la más reciente de las encuestas de la empresa Mitofsky, el 45% de los entrevistados cree que solamente debería haber un candidato de la izquierda en la elección presidencial, en tanto que el 42 cree lo contrario. Contra lo esperado, casi dos terceras partes de los encuestados (61%) está en contra de una alianza –en la elección presidencial- entre el PAN y el PRD, y sólo el 27% opina a favor de esa alianza.
Así, a solo año y medio de las elecciones no se puede afirmar que ya está resuelta y que el PRI, con su más previsible candidato, el gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, se encaminan a la victoria y el regreso del PRI a Palacio Nacional. En el curso de ese lapso pueden presentarse mil imprevistos políticos, pero lo fundamental, aparentemente, seguirán siendo dos factores: La creciente descalificación al gobierno de Felipe Calderón y la activa participación de López Obrador, de una manera hasta ahora no bien evaluada, la de visitar a todos los municipios del país, y no sólo, sino la de construir en cada uno de ellos, así sea mínima, una estructura territorial.
Y ahí puede encontrarse uno de los factores que más puede influir en el resultado electoral. Las elecciones del 2012 serán las primeras presidenciales que se realizarán bajo la nueva norma que prohíbe la contratación de propaganda electoral en los medios electrónicos, de tal manera que solo escucharemos y veremos la ordenada por el IFE, de acuerdo con la distribución que se hará entre todos los partidos políticos. Ya no estaremos ante la posibilidad, como sí aconteció en las últimas elecciones presidenciales, de que las principales fuerzas económicas contraten, o subsidien, las costosísimas campañas publicitarias, de ahí que los candidatos que posean las más sólidas estructuras territoriales tendrán la ventaja.
El último factor es uno de carácter subjetivo, que en el curso de los próximos meses estaremos en condiciones de apreciar suficientemente, el de la creciente tendencia (no se puede cuantificar en este momento) a otorgar a un candidato distinto a los priistas y panistas la posibilidad de gobernar el país.
A esa posibilidad se atiene el tabasqueño López Obrador. No está lejana, pero construirla no le será oficial ¿Le alcanzará el tiempo y las fuerzas en un país que se desangra a chorro abierto?
Correo electrónico: Aserto1@netscape.net
Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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