jueves, 25 de noviembre de 2010

¿Chihuahuanazo?

El Diario, 25 de noviembre de 2010
Luis Javier Valero Flores
La detención de por lo menos cuatro mandos operativos de la policía municipal de la capital del estado reveló infinidad de cosas, ninguna de ellas agradable, ilustra infinidad de aspectos negativos de la guerra de Calderón en contra del crimen organizado, la falta de coordinación entre las distintas esferas de gobierno, la desconfianza entre ellas, el nulo respeto al marco legal, la aguda infiltración de la delincuencia en los aparatos policiales y el débil entramado institucional existente en el país.
Por si fuera poco, sólo falta que la PGR anuncie que solicitó a los jueces federales sendas órdenes, no de aprehensión, sino de arraigo en contra de los policías detenidos.

Importa detenerse en esto, que parecería ser una minucia y que no lo es, en absoluto.

Que los agrupamientos policiacos detengan a un ciudadano y no informen de las razones, ni de la mecánica del operativo puede resultar razonable, pero que las policías federales sitien, ingresen (aunque esto último no parece ser el caso, por lo menos hasta ahora) y detengan a policías, y especialmente a jefes de la policía municipal y no informen acerca de ello, agrede severamente la credibilidad ciudadana en las policías y anula las pocas esperanzas de que la actual tragedia vivida por los chihuahuenses, termine prontamente.

Un aspecto del operativo preocupa enormemente, el de que el alcalde de la capital, el priísta Marco Adán Quezada, se informara del operativo a través de los medios de comunicación y que, a partir de ello, declarara que esperaría los detalles de la operación policiaca para adoptar una postura y manifestó su aspiración a “que la corporación sea transparente y abierta para ser revisada en cualquier momento”.

Y que afirmara que “Primeramente debo conocer las causas, para no entrar en el terreno de las especulaciones, hasta el momento no conocemos más que lo que los medios han dado a conocer”, para, enseguida, darnos cuenta de algo que creímos superado a partir de la instalación de las nuevas administraciones estatal y municipal: “Las relaciones hasta este momento han sido cordiales y estrechas, particularmente con Gobierno del Estado y con la Federal hemos tenido algunos inconvenientes como éste tipo de arrestos debido a la falta de comunicación”.

De ninguna manera se puede esperar que haya una conducta permisiva de parte del alcalde, o que vaya solapar la supuesta conducta delictiva de algunos de los jefes de la polimunicipal, pero que el jefe de la seguridad preventiva en la ciudad, del agrupamiento policiaco y responsable –en primera instancia– de la seguridad pública en el municipio ignorara la puesta en marcha de un operativo de tales dimensiones, denota la absoluta falta de coordinación entre las autoridades federales y las locales.

Más aún, que las deficiencias informativas de las instancias federales adquieran las magnitudes alcanzadas por los hechos de ayer, muestra cuán poca importancia y respeto les merecen las inquietudes de una sociedad, como ninguna, golpeada por la ola delictiva.

Lo anterior, en lugar de alentar a los ciudadanos acerca de la contundencia de los golpes propinados a la delincuencia, genera mayor incertidumbre y más desasosiego pues la pregunta natural –a casi tres años de la permanencia masiva de las fuerzas federales en la entidad– es la de si esto le hacen a los agrupamientos policiacos y sus jefes, y ni les informan ¿qué podemos esperar los ciudadanos comunes y corrientes?

Y si las acusaciones –o supuestas, no lo sabemos– resultan ser ciertas, el panorama es peor, pues a los detenidos, según las informaciones extraoficiales otorgadas a la prensa, se les vincula con el secuestro y asesinato de Mario González Rodríguez, el hermano de la ex procuradora, y si esto es así, significaría que la infiltración del Cártel de Sinaloa en las agrupaciones policiacas es al más alto nivel.

Para temblar.

Lo peor será que les extiendan solamente órdenes de arraigo –por no contar con suficientes elementos que los inculpen– y al cabo de unos meses se les libere, con lo que quedaría en pie la especulación que lo de ahora es un chihuahuanazo.

¡Híjole!

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