jueves, 22 de octubre de 2009

Salvajismo

El Diario, 22 de octubre 2009
Con afecto, con dolor, con mucha tristeza, a Doña Elena Alicia González Domínguez, así como a sus hijas, Lina y Luisa Etzel González.
Luis Javier Valero Flores
Dicen que las tragedias no vienen solas, que son varias al mismo tiempo. Justamente cuando el antiguo Paso del Norte atravesaba por el trance de soportar la ejecución número dos mil del presente año y cuando el país entero (bueno, no todos los que lo habitamos) era víctima de un atropello más en la aprobación, por la mayoría en la Cámara de Diputados, integrada por los legisladores del PAN, la mayoría del PRI y la totalidad de los del Verde y el PANAL, un destacado y prestigiado integrante del Revolucionario Institucional, Miguel Etzel Maldonado, caía herido de muerte en las puertas de su domicilio.
Ese mismo día, más de diez personas en Juárez y por lo menos cuatro en Chihuahua, eran víctimas de la ola asesina abatida inmisericordemente sobre nuestra tierra.
¿Qué nos pasó? ¿A qué horas engendramos tal situación? ¿Podremos, racionalmente, señalar sin asomo de duda responsabilizar a una sola fuerza partidaria de ser la causante de tan deteriorada situación social?
¿Llegamos a tal nivel de salvajismo que ahora todas las querellas deberán resolverse por la vía de la violencia extrema, sin pasar por la vía de las resoluciones judiciales?
El asesinato de Miguel Etzel puede ser la medida de nuestra desgracia. Es indudable que alguien se sintió agraviado por alguna acción efectuada por nuestro amigo, lo deplorable es que de ninguna manera Etzel era el tipo de persona capaz de concitar tal enervación. Si los presuntamente agraviados por él no resolvieron dirimir tal diferencia por medio de la legalidad, quiere decir que nos encontramos en el fondo de la degeneración social.
Si a Miguel Etzel lo asesinan, quiere decir que a cualquiera de los chihuahuenses, de buena fe, honrados, honestos, alejados de todos los conflictos personales, buenos esposos, amantísimos padres de familia, maestros reconocidos, compañeros apreciados y simpáticos como Etzel, les puede sobrevenir la mayor de las desgracias: Perder la vida a manos de quienes presuman tener la menor diferencia.
Tan triste episodio (y no lo es mayor o menor al que sufren otras dos mil 600 familias en la entidad, tan sólo en lo que va del año, la diferencia estriba en el destacado papel jugado en la sociedad por Miguel Etzel a lo largo de los últimos, por lo menos, treinta años) debiera llevarnos a la reflexión de los bajos niveles de valoración, sostenidos por una parte importante de la sociedad, hacia la vida, los bienes y acciones de los demás integrantes de la misma.
Por supuesto que en tal reflexión no se deja fuera, para nada, la elevada responsabilidad de quienes han dirigido la sociedad chihuahuense en las últimas tres décadas; de su actuación se desprenden, no solamente los malos ejemplos derivados de su errática y ambivalente conducta en la función pública, sino también la falta de elaboración de políticas públicas tendientes a fortalecer en la sociedad los más altos valores que le permiten a los seres humanos –por su naturaleza intrínseca- vivir en sociedad, y solamente en sociedad.
Sin embargo, por hechos como el ahora comentado y por los muchos que nos acontecen a diario pareciera que, independientemente de las muchas causas que hacen posible la elevada prevalencia del crimen organizado en nuestra tierra, como sociedad necesitamos dar un radical golpe de timón –los gobernantes primero- y cambiar en esa magnitud las escalas de valores societarios.
Unas parecieran ser las más inmediatas, la de elevar los índices de tolerancia, (y de ninguna manera, a la violación del marco legal establecido) los del respeto a los otros, es decir el respeto a la “otredad”, poner un alto a la discriminación, en cualquiera de sus vertientes. Cultivar a los chihuahuenses puede llevarnos, al mediano plazo, a aspirar a poseer tasas de homicidios semejantes a los del mundo desarrollado y no las del mundo salvaje de hoy.
Sí, pues en este año, si se tomara como buena la cifra de 2 mil 600 ejecuciones, significaría que la tasa de homicidios, por cada 100 mil habitantes, sería, en el estado, de 74 y en Juárez de casi 134.
Algunos alertamos acerca de los enormes riesgos de dejar “que se mataran entre ellos”, los narcos.
Hoy, de la manera más triste comprobamos la gran irresponsabilidad de tal postura, los índices de criminalidad se elevaron salvajemente e hicieron presa de hombres tan respetados, honorables y queridos como Miguel Etzel Maldonado.
Correo electrónico: Aserto1@netscape.net
Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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