martes, 25 de septiembre de 2012

PRI no tendrá elecciones internas

El Diario, 25 de septiembre de 2012 Luis Javier Valero Flores Lo sorprendente no es que el dirigente estatal del PRI lo haya declarado, sino que se acepte como “normal” el contenido y forma de la declaración ofrecida ayer a los medios de comunicación por Leonel de la Rosa Carrera, presidente del Comité Estatal del Partido Revolucionario Institucional. Don Leonel dijo que para designar “a los candidatos de elección popular para el proceso electoral estatal del 2013, en donde se renovará el Congreso del Estado y los 67 Ayuntamientos, no habrá elecciones internas en el PRI”. (Nota de Manuel Escogido, El Diario, 24/IX/12). Afirmó: “Debemos privilegiar la unidad antes que los apetitos personales y evitar que éstos sean los que nos fracturen como partido en este tipo de competencias, y que sea el espíritu de los chihuahuenses el que deje huella en el destino político”, y le atribuyó los resultados de la pasada elección presidencial, al “sentido de unidad emanado por los diversos actores políticos del estado”, por lo que debieran tomarse en cuenta “para salir adelante en los retos venideros”. Por supuesto que los militantes del PRI y de todos los partidos pueden optar por el mecanismo que prefieran para elegir a sus candidatos a los puestos de elección popular, sólo que hay un pequeño problema, o quizá 3. Primero, son entidades de interés público, es decir, están sujetas, por ley, al escrutinio de la sociedad; segundo, son los únicos instrumentos para elegir a los gobernantes, tienen, hasta ahora, el monopolio sobre este derecho de los mexicanos –el de ser votados– y, tercero, la absoluta mayoría del financiamiento de sus actividades proviene del erario, estatal o federal, o ambos. Más aún, los partidos políticos son las entidades más comprometidas, también por ley, a difundir y fortalecer la cultura democrática; para ello, además del financiamiento de sus actividades ordinarias y las de las campañas electorales, reciben distintos financiamientos para tal objetivo, que debieran servirles para la celebración e impartición de cursos, talleres, conferencias, edición de materiales y en general todas las actividades encaminadas a fortalecer la cultura democrática, el debate de las ideas, la capacitación de sus dirigentes y militantes –porque se piensa que en esa medida se mejoraría la gestión gubernamental– y a la difusión de los mejores valores cívicos construidos por nuestra sociedad. Entre esas tareas se encuentran, además de lo establecido en los estatutos partidarios, la obligación de celebrar “procesos democráticos” para elegir a sus dirigentes y candidatos, amén del establecimiento de las medidas a tomar en caso de que, por distintos motivos, los fraudes por ejemplo, no se pudiesen concretar las elecciones y, por tanto, los órganos dirigentes deberán hacer las designaciones necesarias. Pero ahora resulta, y el PRI no es la excepción, al contrario, que la clase política mexicana no tiene la capacidad para celebrar comicios democráticos para designar a sus dirigentes y candidatos, porque se “dividen” y entonces, en aras de la unidad, que sólo tiene como objeto el no perder las elecciones, deciden no celebrar elecciones y dejar en manos de la cúpula dirigente –ya sea interna o externa, o una mezcla de ambas– tal decisión, con lo que se fortalece, no la cultura democrática, sino precisamente la contraria. Y luego nos sorprendemos porque los defectos de la clase política, que creímos exclusivos de los priistas en los tiempos de la pre-alternancia, en lugar de extinguirse con ella, se difundieron geométricamente, casi con la velocidad de la viruela entre los aztecas a la llegada de los españoles. Llegamos, así, a un verdadero túnel sin salida, o a la peor de las paradojas en el ámbito de la política. No se someten a elecciones internas, porque desconfían terriblemente de sus compañeros de partido, que son, al mismo tiempo, sus adversarios internos. Afuera de sus partidos, en las elecciones constitucionales, no obstante ser los autores de las reformas electorales encaminadas a evitar, a como dé lugar las maniobras fraudulentas, buscan –y encuentran– todos los recovecos posibles para… eludir y violar la legislación electoral. Lo peor es que luego se hacen apologías de tales defectos.

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