domingo, 16 de septiembre de 2012

De cartas y deudas

El Diario, 16 de septiembre de 2012 Luis Javier Valero Flores Dos acontecimientos ocurridos en la semana llaman la atención preponderantemente, muy por encima de otros no menos importantes –y muy lesivos para la mayoría de la población algunos de ellos– los que han, en el caso del primero, polarizado las opiniones y han traído una discusión que algunos creímos superaría el país, la del presidencialismo, y el otro, el del manejo de las finanzas públicas. La carta de Javier Corral a Felipe Calderón, publicada a mediados de semana y la aprobación de un nuevo endeudamiento del Gobierno del Estado son, a juicio del escribiente, de lo más importante. No escapa a la atención de la opinión pública las iniciativas de ley propuestas por Felipe Calderón –la reforma laboral– y la de Enrique Peña Nieto –sobre la transparencia–, así como las acciones de los campesinos alrededor del problema del agua en el noroeste del estado. ¿Cuáles fueron las razones que llevaron al ahora senador por Chihuahua, Javier Corral, a publicar la carta en la que critica severamente a Felipe Calderón? ¿De veras, como dicen sus críticos, algunos de ellos verdaderamente demoledores, sobre todo quienes publican sus críticas en las redes sociales, lo hizo con el ánimo de “ganarse” los reflectores? Quizá esa publicación obedezca más al grado de encono al interior del aún partido gobernante, que llega en uno de sus peores momentos y estados de ánimo a su aniversario 73o. y del cual apenas nos estamos percatando y de cosas que, probablemente, hayan llevado a Corral a buscar la atención pública y no dejar soterrada una agria discusión cuyas consecuencias podríamos no inferir y sí, quizá, lamentar. Ambos personajes le imprimieron a sus actuales diferendos una gran pasión al intercambiar severos epítetos, particularmente el de señalar al otro de cobarde. Corral manifiesta no tenerle miedo al aún presidente de la república –¿Es decir, no le tiene miedo a pesar de que puede usar su fuerza en contra de Corral? Gravísimo–; de oponerse a los abusos de las televisoras y no haberse doblegado ante ellas –quiere decir que sí hubo quienes se doblegaron, por deducción, Calderón– y de expresarle al michoacano todas las cosas en su “cara, no como otros”. Todo porque Calderón, en ausencia, calificó de cobarde a Corral por no haber asistido a la reunión de los senadores panistas a fines de agosto. A continuación, Corral enumera una buena cantidad de asuntos en los cuales emite opiniones muy parecidas a las de los críticos del actual régimen, y no sin razón. Quizá para algunos –o muchos– de los lectores de El Diario, sean puntos de vista que se han oreado en nuestras páginas. El senador acusa a Calderón de haber contribuido grandemente a la derrota del PAN, de estar fuera de la realidad al vanagloriarse de los “logros” de su gobierno; de culpar al PAN de ser el artífice de la derrota (en el curso de la semana, lejos de México, Felipe Calderón declaró que algunos de su partido hubieran querido que ayudara ilegalmente a su partido en la campaña electoral. La respuesta de Gustavo Madero fue tajante: Nadie pidió eso, y si Calderón –así lo dijo– sabe, que lo denuncie); lo llama a cuidar su investidura y ubica el malestar de Calderón en la oposición de Corral a la política de telecomunicaciones de Calderón. Tajante, le achaca ser el responsable de la fortaleza del duopolio televisivo; de ser débil frente a Televisa; de saber que la candidatura de Peña fue construida por esa empresa; de que el PAN perdió muchas elecciones y uno de los factores fue “la presencia de Peña Nieto apoyando al PRI”. Lapidario, califica de fracaso de Calderón el regreso del PRI al gobierno; lo acusa de ser incongruente con sus ideales y luchas y por eso le llama cobarde, además, lo señala por golpear y esconder la mano. Incisivo, lo acusa de ser el causante de las divisiones al interior del PAN, de no tener civilidad política y de poseer un carácter “colérico” y lo exhorta a permitirle “al partido que retome su rumbo…. Porque el partido es de todos. Actuar de otra manera es jugar al Jefe Máximo…”. Le reconoce haber mantenido “la estabilidad económica”, así como la infraestructura creada durante el sexenio. Además, le espeta que defendió su administración tanto en artículos periodísticos como en la tribuna parlamentaria. El final de su carta, por desgracia, pareció ser lo más lejano a un debate. Lo llamó a discutir “nuestras diferencias cuando quieras, en donde quieras y ante quien quieras”. Ante una postura como ésta, que podría ser firmada por casi cualquier dirigente de los partidos opuestos al PAN, o por infinidad de analistas, estudiosos, académicos y periodistas, se han vertido innumerables críticas a Corral, casi todas ellas atendiendo al concepto de que no fue capaz de “respetar” la investidura presidencial, como si los actos efectuados por quien la posea, por ese solo hecho, no deban ser criticados. Más aún, la discusión verdadera, la que deberá estar retomando la militancia del blanquiazul tendrá que aterrizar, forzosamente, en el inusitado papel jugado por Calderón en la toma de decisiones de su partido, muy por encima de las instancias dirigentes y de la más elemental norma ética que hasta los priistas del pasado tuvieron que, por lo menos, declarar, al decir que mantendrían “una sana distancia” con el partido. El sexenio de Calderón fue todo lo contrario, que desembocó en una interminable cadena de derrotas electorales. Todo lo perdieron en este sexenio, sólo les faltó el partido. ¿Y la injerencia de Televisa en la fabricación del candidato del PRI a la Presidencia de la República? Eso es un hecho incontrastable. ¿Y la subordinación de Calderón a Televisa? ¿Alguien podría defenderlo? Fue vergonzosa. ¿Se acuerdan de qué manera desaparecieron en las imágenes de las notas a Santiago Creel, entonces senador de la República, a la sazón uno de los principales promotores de las reformas electorales de 2007-2008 que prohibieron la propaganda política en radio y televisión? No, para desgracia de muchos defensores de Calderón y de otros no menos críticos de Corral, éste no miente en la mentada carta. Por otra parte, a reserva de abordarlo con más elementos y más información, porque la manera en que ahora se endeudan las entidades aparentemente no hay “mayor problema”, es un “financiamiento muy bondadoso, las condiciones económicas del estado lo aguantan”, etc., pero el hecho es que poco a poco –y a veces más de a mucho en mucho, como es el caso– las deudas de los estados están creciendo, algunas de ellas de manera preocupante. Chihuahua podría estar ingresando a ese grupo, no en las proporciones de Coahuila, por ejemplo. Sin embargo, el monto del último empréstito, el plazo y montos de su pago y las obras a realizar son de llamar la atención. Y más porque los montos de los intereses a pagar a lo largo de 20 años sí que impactarán las finanzas estatales. Las explicaciones pendientes a los chihuahuenses son muchas. Para empezar, una, ¿Cómo está eso de que el “capital semilla” del préstamo de 1 mil 465 millones de pesos sea de 300 millones que “nos presta” Banobras, única cantidad sobre la que se deben pagar intereses, y los chihuahuenses pagaremos alrededor de 150 millones de pesos anualmente durante 20 años? Cualquiera puede hacer las cuentas, pagaremos 3 mil millones de pesos por un préstamo de “300 millones” ¿Ah, no es así? ¿Entonces nos prestaron 1 mil 465 millones de pesos y por eso son los intereses de esa magnitud? Si es así, entonces no parece tan buen negocio llevar la deuda de Chihuahua a los niveles que ahora tenemos.

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