domingo, 29 de julio de 2012

Pigmeos

El Diario, 29 de julio de 2012 Luis Javier Valero Flores Extrañamente, con un activismo partidario nunca antes visto en un presidente de la República –por lo menos tan ostensiblemente– Felipe Calderón ha iniciado una febril presión a fin de que se celebre una Asamblea Nacional Extraordinaria del PAN ¡antes de que termine su Gobierno! Tal esfuerzo lo realiza hasta en días y horas hábiles, al mismo tiempo que el presidente formal del Comité Nacional, Gustavo Madero, anunció la reestructuración de su partido y quien, por pura coincidencia, no ha estado en las reuniones sostenidas por Calderón con consejeros nacionales del blanquiazul. Como si hubiese sido ajeno a la designación de los presidentes nacionales y rumbo del PAN durante un sexenio (quien actuó prácticamente al igual que los presidentes de la república emanados del PRI, antes del 2000), Calderón ahora pretende concluir su obra. Sabedor de los mecanismos usados para imponer su voluntad en el PAN ahora propone, presiona, argumenta, insiste en que el evento nacional para hacer cambios a los estatutos se celebre antes del término de su gestión por una sencilla razón: casi el 70% de los consejeros nacionales son funcionarios federales. ¡Nomás! Es decir, el uso faccioso del poder ejercido por el presupuesto público para impulsar las reformas que se le acomoden a quien contribuyó, como ningún otro, a la debacle de su partido, al que le impuso como presidentes, primero, a uno de sus más cercanos amigos y colaboradores, Germán Martínez, luego, a su secretario particular, César Nava. Después, ante el fracaso de Nava, intentó, de última hora, imponer a otro de sus allegados, Roberto Gil Zuarth. Ante la derrota de éste frente a Madero –a quien apoyó visiblemente Margarita Zavala– se lo llevó a la Secretaría Particular de la Presidencia, para de ahí imponerlo como coordinador de la campaña de Josefina Vázquez Mota. Previamente, a otro de sus secretarios particulares, Luis Felipe Bravo Mena, se lo impuso al panismo mexiquense como candidato al Gobierno del Estado, sólo para quedar abajo del triunfador, el priista Eruviel Avila, y del perredista Alejandro Encinas. Cosa semejante hizo en la integración de las listas de candidatos, tanto de alcaldes como de legisladores, tanto de mayoría relativa, como de representación proporcional, a todos los niveles, cosa que motivó una gran inconformidad de la militancia, evidenciada en la infinidad de recursos de inconformidad interpuestos, en defensa de los derechos políticos del ciudadano, ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), tantos, que 7 de cada 10 interpuestos ante ese tribunal son de panistas contra panistas. El mensaje es contundente, si no se refunda el PAN, afirma Calderón, puede fragmentarse y desaparecer. La Asamblea Nacional deberá celebrarse antes del 30 de noviembre, de lo contrario, “se corre el riesgo de que muchos panistas sean cooptados por el nuevo gobierno priista”, afirmó en una reunión sostenida el jueves 20 con consejeros de Jalisco, Chiapas, Oaxaca y Distrito Federal. (Nota de Agencia Reforma, 27/VII/12). No son las únicas expresiones peyorativas de Calderón hacia sus compañeros de partido. Urgió a los consejeros a reformar los estatutos antes del relevo presidencial pues luego todo mundo “se acomoda”. (Ibídem). Luego, según declaraciones del ex senador Jesús Galván, (Nota de El Universal, 27/VII/12) Calderón dijo que muchos de los candidatos “eran prácticamente pigmeos, hechos al tamaño de la militancia (¡sic!) que teníamos en ese momento y no al tamaño del reto que la ciudadanía exige”. Otra vez el cuento del borracho que transita en sentido contrario por el periférico. Es decir, la culpa la tienen todos, menos yo. Sorprende el sigilo con el que se comportan pues en esta última reunión se contó con la presencia de los ex presidentes nacionales Germán Martínez y César Nava, además del ex candidato presidencial Diego Fernández Cevallos. Es de tal profundidad la crisis del PAN que tiene razón Javier Corral al afirmar que “no importa si es renovación, reconstitución o refundación; lo que interesa es cuán sincero es el esfuerzo por relanzar la verdadera identidad del partido, recuperar sus banderas, reivindicar sus principios, definir con claridad qué partido queremos ser de frente a nuestros antiguos electores, precisamente los que nos dieron la espalda, y por supuesto a los que se mantuvieron firmes en lealtad a una esperanza de cambio y consolidación democrática. Lo peor que podemos hacer es llevar este proceso de reflexión a una disputa de facciones que termine por conducir al PAN a la irrelevancia ética, política y electoral, en la que la mayor apuesta sea que el Presidente Calderón se haga del partido y las bancadas legislativas, sin más horizonte que el de administrar los restos del naufragio. Eso sí sería autodestructivo”. Pero de veras que tienen muchos pendientes, uno de ellos, quizá uno de los principales, sería el de combatir la impunidad, cáncer que carcome abrasadoramente las estructuras partidarias y termina por imponer a las corruptelas como forma normal de convivencia partidaria. De eso algo saben los militantes del PRD. Todavía no se recuperaban del fraude de las elecciones internas de marzo de 1999 –a presidente del comité nacional– y los culpables, o presuntos culpables, ya se instalaban como parte de las nuevas estructuras de dirección en todos los ámbitos. Así, no castigados los responsables de los fraudes, lo siguiente fue más sencillo: Elección tras elección aparecía recurrentemente el problema. En cada proceso interno se repetían, y hasta mejoradas, las prácticas tantas veces criticadas al régimen priista de entonces. El resultado fue ya no convocar a elecciones abiertas a toda la militancia y que fueran los jefes de las “tribus” los encargados de designar candidatos y dirigentes. Hoy el PAN transita por un proceso semejante. Numerosas elecciones internas, con motivo de las elecciones federales de este año, señaladas por el TEPJF como fraudulentas, fueron anuladas, entre ellas, destacadamente las de las candidaturas a las senadurías en Chihuahua y hasta la fecha la dirigencia estatal no ha iniciado, o por lo menos informado, el proceso de investigación conducente a la aplicación de sanciones de las conductas presuntamente violatorias de los estatutos. Todos parecen actuar como si no hubiese pasado nada, como si las conductas fraudulentas las hubieren cometido personas ajenas al partido. No, no cayeron del cielo (o del infierno) tales hechos fraudulentos, éstos los cometieron, seguramente sí, personas del exterior, pero sobre todo militantes del PAN deseosos de ganar la elección interna, tanto, que recurrieron a las peores prácticas que puede usar un partido político, más criticable porque fue, hasta antes de llegar al poder, el partido que más pregonó que sus actuaciones estaban regidas por los más caros principios éticos. Y tal situación se les presenta cuando, transcurridos 3 años de la anulación de la elección de varias casillas en el proceso electoral para candidatos a diputados de representación proporcional, aún no han sancionado a los responsables de las prácticas fraudulentas del comúnmente conocido como “el batopilazo” que arrojó como resultado que el ganador de ese proceso fuera el ahora diputado federal con licencia y senador electo, Javier Corral. Distintos actores del PAN señalaron abiertamente a Cruz Pérez Cuéllar y Carlos Borruel como los responsables de tales conductas fraudulentas, el TEPJF no los señaló –quizá porque no estaba en sus facultades, o porque no era un asunto solicitado por los agraviados– pero ahora resulta que la máxima autoridad electoral anuló una elección, el Comité Nacional del PAN designó a los candidatos, ante la imposibilidad de convocar a nuevas elecciones, y nadie busca a los responsables de daño tan considerable a la imagen de su partido, exactamente en las elecciones que mayores dificultades les ofrecían, ni deslinda al ex dirigente estatal, ni al ex alcalde de Chihuahua, de tales hechos. Igual hacen con el ex presidente Vicente Fox. Abiertamente llamó a votar por Enrique Peña Nieto y el Comité Nacional simplemente dejó de lado tan espinoso asunto. ¿Será porque al fin y al cabo Fox y Calderón no estaban, ni están, enfrentados por la presunta llegada del priista a la presidencia de la república? Si refundar un partido significa actuar con un nuevo código de ética, o uno viejo, pero del que se respetaba en el pasado, nada hace suponer que el PAN lo esté haciendo, y menos si le dejan al presidente de la república quedarse con el partido más allá de su terrible gestión. Lo lamentarán.

No hay comentarios:

Publicar un comentario