martes, 29 de noviembre de 2011

Designarán al auditor, ¿harán igual que siempre?

El Diario, 29 de noviembre de 2011
Luis Javier Valero Flores
Para qué encubrir con mentiras, o verdades a medias, lo que son –debieran ser– actos legítimos y legales de las autoridades respectivas? ¿Será porque no es cierto el argumento esgrimido por el Presidente del Congreso del Estado, Gabriel Sepúlveda Reyes, acerca de que la renuncia de Sérbulo Lerma a la Auditoría Superior del Estado tiene como razón los problemas de salud de éste, derivados de las secuelas de un accidente automovilístico sufrido a principios del año anterior?

Y es que en el fondo se encuentra –para explicarnos medianamente este cambio de funcionarios en una de las dependencias que mayor peso ciudadano debiera tener– ni más ni menos que la revisión de las cuentas públicas de los órganos de los gobiernos, el estatal y los municipales. Un asunto en el que los gobernantes chihuahuenses contemporáneos le salen debiendo a la sociedad, la misma que le ha apostado a la alternancia partidista como mecanismo para obtener una mejoría en la composición y conducta de los gobernantes.

Por desgracia, en este aspecto, central en el manejo transparente de los recursos públicos, lo realizado hasta ahora es absolutamente igual a como se hacía antes de la aparición de la alternancia partidaria. El gobernante en turno impone en la Auditoría Superior del Estado (antes en la Contaduría Mayor de Hacienda) a uno de los suyos, mientras más suyo, mejor.

Ese fue el comportamiento del panista Francisco Barrio y de los priístas Patricio Martínez y José Reyes Baeza Terrazas. Muy pocos dudamos de la capacidad profesional del contador Sérbulo Lerma en la fiscalización del modo en que se ejercen los recursos públicos, el problema estribó, sobre todo en el sexenio anterior, en que fue activísimo promotor de la precandidatura y la candidatura del deliciense y esos antecedentes lo pusieron en el riesgo, siempre presente, de que su trabajo siempre sería visto por la oposición con visos de partidismo.

Pero el peso fundamental de su nombramiento recayó, paradójicamente, no en su partido sino en el de enfrente, el PAN, pues el grupo parlamentario de este partido aprobó la designación del oriundo de Jiménez. ¿A cambio de qué? Todavía hoy siguen siendo desconocidas las razones, pero a lo largo de la gestión de Lerma fueron constantes sus críticas –con razón o sin ella– al ahora ex auditor superior.

¿Cuál es el problema? Que los grupos gobernantes no terminan de aceptar que la revisión de sus cuentas públicas sea efectuada por alguien ajeno a su partido, a sus querencias y a sus confianzas. Y en tanto sean más cercanos, más crece la certidumbre ciudadana de que no se ejercen con transparencia los recursos públicos.

Pero ese es el problema de quienes son hegemonía –o la han sido–, otras son las responsabilidades de las fuerzas de oposición, las que permanentemente se han negado a actuar como tales en los asuntos de la mayor importancia, calidad que pierden en la negociación de las pequeñas prebendas, aquellas en las que la sociedad no obtiene ventaja alguna y sí, en cambio, los negociadores.

Ahora estamos frente a una de esas coyunturas. El PRI no cuenta con la mayoría calificada de dos tercios en el Congreso del Estado, para nombrar al Auditor, ni siquiera con la participación de la ex del PVEM, Alva Melania Almazán Negrete, y necesita, por tanto, de dos diputados. El PANAL cuenta con cuatro, el PVEM con una y los partidos coaligados de izquierda (pero allá, en el ámbito nacional, aquí quién sabe), PT y PRD, con uno cada uno.

Como siempre, hay dos opciones, o se pliegan a los deseos del grupo gobernante, o del mandatario en turno (¿Hará César Duarte lo mismo que sus antecesores?) o deciden, en conjunto con los legisladores priístas, nombrar a un profesional que reúna todos los requisitos y goce la de la confiabilidad primordialmente, no de los partidos o de uno en especial, sino de la sociedad. Es decir, alguien que sea ajeno a cualquiera de ellos, o que su capacidad y desempeño profesional lo ponga lejos de las filias y fobias de ellos.

Se fue Sérbulo pero quedó pendiente un asunto: El de otorgarle autonomía constitucional a la Auditoría Superior del Estado, la que debería estar acompañada de la capacidad sancionadora para castigar a los funcionarios públicos que caigan en la comisión de irregularidades ¿Cuándo veremos eso?

Quienes ahora gobiernan tienen la palabra. Como antes sus antecesores.

ABRAZO.- Vaya un abrazo solidario a Ricardo Gómez, por el lamentable deceso de su señor padre, don Jesús Gómez Herrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario