jueves, 20 de octubre de 2011

La Belisario Domínguez a Cárdenas

El Diario, 20 de octubre de 2011
Luis Javier Valero Flores
El México de nuestros días no podría entenderse sin la participación de varios destacados hombres en la transformación política del país. Entre ellos debemos ubicar a Cuauhtémoc Cárdenas, a quien merecidamente, por unanimidad, los senadores han decidido otorgarle la medalla Belisario Domínguez, la más alta presea otorgada por el Estado Mexicano a ciudadano mexicano alguno.
Sorprende que sea galardonado con la anuencia de la bancada del PRI en esa instancia del gobierno mexicano, pues si debiéramos buscar a una figura emblemática, causante de la derrota de ese partido en la presidencia de la república, ese es, sin duda, Cuauhtémoc –no le quitamos méritos a los demás, pero en esta figura se resumieron muchos de los anhelos y aspiraciones de numerosos mexicanos, no solamente militantes priistas- pues a partir de su salida del partido, de su postulación a la presidencia por varios pequeños partidos de entonces y la consiguiente creación del Frente Democrático, de la celebración de la fraudulenta elección de 1998 y de las transformaciones democráticas del país, el PRI dejó de ser el partido hegemónico.
A partir de ahí se presentaron contiendas electorales competitivas; el PAN capitalizó tal explosión electoral a través de las concertacesiones pactadas con Salinas de Gortari, luego se creó el IFE, posteriormente se cambió el diseño de este órgano electoral, se aprobó el financiamiento público a los partidos en condiciones de mayor equidad y aparecieron las contiendas competidas y la alternancia partidaria se convirtió en fenómeno común en el país.
Montado en la poderosísima corriente electoral de izquierda presente en la capital del país, Cárdenas se convirtió en el primer Jefe de Gobierno de la ciudad de México. Pero todo debió transitar por la creación del Partido de la Revolución Democrática, de cuyo comité nacional fue el primer presidente.
Y en estos actos son en los que, a juicio del escribiente, debiésemos ubicar la profundidad de la valía de Cárdenas para el mantenimiento de la estabilidad y del fortalecimiento de la concepción, entre los militantes de la izquierda, de que se podía y se debería participar en los procesos electorales para buscar la transformación radical de la sociedad mexicana, sin que para ello debiesen buscarse los procesos violentos para efectuarlos.
En ello empeñó no pocos esfuerzos, no porque buscara tal objetivo, sino porque el desarrollo de la campaña electoral de 1988, sus resultados y las múltiples evidencias de la existencia de innumerables actos fraudulentos, llevaron a miles de sus simpatizantes a proponer acciones más enérgicas para hacer valer el triunfo que se sospechó había obtenido “el ingeniero”, como popularmente fue conocido Cuauhtémoc Cárdenas. No se amilanó, con el mismo gesto parsimonioso con el que recorrió el país decenas de veces (seguramente heredado de otro de los íconos del siglo pasado, Lázaro Cárdenas) argumentó que no era motivo suficiente un fraude electoral para llevar al país a un enfrentamiento violento.
Unas cuantas semanas después de las elecciones, en el Zócalo de México, llamó a construir “el partido del 6 de julio”, sin duda el más grande partido de la izquierda mexicana. Bajo su dirección, y la de López Obrador posteriormente (y en este caso, todavía bajo su determinante influencia) el PRD se convirtió en un auténtico partido de masas. En pocos años logró construir una estructura territorial solo por debajo de la del partido “casi único”, el PRI.
No fue fácil hacerlo, menos convencer a centenas de aguerridos militantes de la izquierda socialista y del comunismo que ante el fraude del ’88 no debería irse al levantamiento armado. Las plazas, sobre todo de las entidades del sur y las del centro del país, hervían de indignación. Y este fue un fenómeno que se repitió en 2006 con menor intensidad pero quizá con mayor certidumbre de la existencia de numerosos hechos fraudulentos en el proceso electoral.
En tanto, el país cambió, el PRI perdió la presidencia de la república, desapareció el partido de Estado, apareció la plena competencia electoral y la alternancia partidaria en el gobierno, pero tales avances democráticos no representaron para la mayoría de los mexicanos una sustancial elevación en el nivel de vida.
Esa es la asignatura pendiente. En tanto, hay motivo para sentir satisfacción por tal nombramiento para “El cuate”, como le decía el Gral. Cárdenas, al ahora galardonado con la Belisario Domínguez.
Correo electrónico: asertodechihuahua@yahoo.com.mx
Blog: http://luisjaviervalero.blogspot.com

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