martes, 11 de octubre de 2011

Becas legislativas

El Diario, 11 de octubre de 2011
Luis Javier Valero Flores
Cuando se comenta, prácticamente en cualquier círculo social, de la presencia de legisladores en un acto partidario, de cualquier partido y de cualquier orden de gobierno, sorprende la sorpresa (sí, pareció una redundancia, no, es ilustrativa del grado al que hemos llegado) del interlocutor, se asombra de la realización de esa reflexión.

El día de ayer, con motivo de la celebración del primer evento organizado por la Fundación Colosio, “Un programa para México’’, en la ciudad de Chihuahua, todos los diputados federales del PRI estaban presentes, así como la mayoría de los legisladores locales de ese partido, con la excepción de Enrique Serrano y Fernando Mendoza; con el agravante, por lo menos para su partido, que los restantes legisladores de la ciudad de Chihuahua estaban en el acto partidario, y al que estaban obligados a asistir, por ser el informe de la autoridad de la ciudad de la cual resultaron electos, –y además era un acto legal, formal, no era un evento con motivo del informe– no fueron, o, en el mejor de los casos, llegaron tarde.

¿Y eso qué tiene? Afirma la mayoría de quienes reciben estos comentarios.

Pues una sola, que todos ellos son funcionarios públicos, cuyos salarios son obtenidos del erario y que en ese momento desarrollaban actividades partidarias, en horas hábiles, (por lo menos las comúnmente aceptadas) y a nadie asombró que tal hecho sucediese, menos en el curso de una de las actividades más inéditas en la historia del PRI, como era la comparecencia de los dos aspirantes presidenciales, Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones.

Vayamos por partes. Si los diputados son funcionarios públicos, que juraron respetar y hacer respetar el marco legal ¿Por qué razón desarrollan tareas partidarias en horas hábiles sin que les sea descontado de su salario tales faltas? ¿Podrá alguno de ellos mostrarnos la petición de licencia, o el permiso correspondiente para ausentarse de sus tareas por el día de ayer?

¿Cómo está eso de que les permitimos, a los integrantes de esta parte de la élite política, acudir a cuanto acto partidario les llamen y desarrollar tareas de su partido, en horas y días hábiles? ¿A qué horas autorizamos una especie de extensión al presupuesto y prerrogativas de los partidos, consistente en la participación de actividades partidarias que debieran, en todo caso, desarrollarlas en los fines de semana, o, como lo dice la norma, les descontaran lo equivalente a un día de sus ingresos como funcionarios públicos, cuando se presente el caso?

Porque la norma electoral es clara al respecto, los funcionarios públicos (y eso son los diputados) deberán abstenerse de la participación en actos partidarios en horas hábiles, de lo contrario cometerán el delito de peculado electoral.

Nada de esto se hace porque estamos acostumbrados a ver a los diputados como una especie de extensión partidaria, derivado del hecho de que normalmente los legisladores votan en bloque, siguiendo las directrices de su partido o su coordinador, y esto sucede con un muy alto nivel de frecuencia, de acuerdo con el estudio de ‘Integralia’, la organización creada por Luis Carlos Ugalde, el ex presidente del IFE, en la que los porcentajes en la que los legisladores votan de acuerdo con su partido, rondan el 95 por ciento de las ocasiones.

Y como casi siempre votan en función de su partido, entonces vemos como normal que no respeten horarios de trabajo y esto tiene que ver con el diseño de la actividad legislativa. Ahora estamos en Jauja pues el Congreso del Estado desarrolla sus actividades en dos períodos de sesiones, al contrario del pasado en el que sólo sesionaban una temporada al año, y el resto, a la milonga, a disfrutar la beca legislativa. Alcanzar que los diputados trabajen de tiempo completo se va convirtiendo en una especie de desiderata societaria.

Vamos progresando, no hace mucho era frecuente el hecho de que los dirigentes nacionales o estatales fuesen, al mismo tiempo, legisladores locales o federales. Afortunadamente eso se acabó, pero los resabios de ese pasado aún perviven, cambiarlos, así algunos digan que es un problema de formas, es vital para los tiempos que vivimos, no vaya a ser que se reconstruya, de la noche a la mañana, el viejo régimen autoritario.

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