martes, 7 de junio de 2011

Nubarrones sobre la caravana

El Diario, 7 de junio de 2011
Luis Javier Valero Flores
Muy pocos pensaban que la dolorosa protesta del poeta y escritor Javier Sicilia fuese más allá del lugar al que habían llegado otros familiares de las víctimas de la violencia abatida sobre el país, brotaban por todos lados los casos, varios de los cuales se presentaron precisamente en Juárez a raíz de la aparición de las muertas de Juárez, como mundialmente vino a conocerse la tragedia de poco más de tres centenas de familias que perdieron a una de sus integrantes, al inicio de la década de los 90 y algunos de los primeros años del presente siglo.

Luego vendrían los casos más conocidos del hijo de la señora Miranda de Wallace, la hija de Nelson Vargas, del hijo de Alejandro Martí y la pavorosa tragedia de la familia Reyes Salazar.

Pero la masacre continuó e hizo víctima a Francisco Sicilia y otros seis jóvenes y se encontraron con la reciedumbre ideológica y el arduo trabajo de su padre, Javier, relacionado con una extensa red de activistas ligados a lo que podríamos llamar la parte social de la iglesia Católica mexicana, no necesariamente ligada a la alta jerarquía de esta iglesia, que en muchos de los casos ha sido de las principales creadoras y animadoras de los más importantes centros de defensa de los derechos humanos, no gubernamentales y que, por sus características y acciones han entrado en contacto con otra parte de la izquierda social, la no partidaria y con muchísimas agrupaciones de la sociedad civil, muchas de las cuales forman parte de la muy extensa red de organizaciones que por su cuenta y riesgo actúan en la sociedad ayudando, fundando centros de atención a los grupos marginales y marginados, centros de rehabilitación de adictos a las drogas, etc.

Así, se ha ido conformando un movimiento que es la respuesta más organizada, más orgánica, de la sociedad a la ola de violencia y a la incapacidad gubernamental, generadoras de todas las víctimas fatales de los últimos casi cinco años.

Como siempre pasa en las democracias incipientes, o en las de muy bajo compromiso social, a la aparición de una fuerza de tal raigambre (por su origen, por su composición, por sus demandas y por las condiciones de inseguridad prevalecientes) se presentan reacciones de extrema intolerancia. No de otra forma podemos catalogar el salvaje ingreso de elementos de la Policía Federal a las instalaciones del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, uno de los organizadores de la Caravana por la Paz, que encabeza el poeta Javier Sicilia y que llegará a Juárez el próximo jueves.

Con lujo de violencia, salvajemente, sin ninguna orden de cateo, sin permiso legal alguno para llevar al cabo acción de tal índole se introdujeron por la parte trasera del edificio que alberga al Centro, de acuerdo con la denuncia pública presentada por el sacerdote Oscar Enríquez, quien, incluso, dio a conocer los números de las patrullas de la Policía Federal –números 12427, 13972, 13943, 13748 y 10573– apostadas a las afueras de las instalaciones de la organización.

Acto tan irracional, demostrativo –una vez más– de la falta de inteligencia aplicada en el combate al crimen organizado, si le creemos a la versión oficial difundida en boletín de prensa por la dependencia, en la que arguyen que sus elementos debieron ingresar a ese edificio en la persecución de dos jóvenes presuntamente vendedores de droga que huían de los federales.

Es de escándalo la argumentación. Ahora resulta, de acuerdo con esta versión, que los presuntos delincuentes, huyendo, ingresaron al domicilio y los policías, para hacer lo mismo, debieron tumbar a marrazos las cerraduras, tanto de la puerta frontal, como de la posterior, del CDHPN. Ajá.

¡Ah Y además, como buscaban frenéticamente a los delincuentes se dieron a la tarea de buscar cajón por cajón, archivero por archivero ¿Quién les cree?

De ahí el fuerte reclamo de Sicilia a Calderón, a quien le exigió cesar el doble lenguaje, en relación con la Caravana de la Paz con Dignidad, cuyo acto más importante será la firma del pacto en Juárez el próximo viernes 10, al que convocó el poeta y un sinfín de organizaciones de la sociedad civil y que debiera merecer del gobierno algo más que los exabruptos de su policía, porque de no ser así se confirmaría, de cara al país, lo que es ya una certidumbre popular, que el gobierno y su estrategia no son la solución del problema, sino el problema mismo.

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