domingo, 12 de junio de 2011

¿Cómo explicar tanto dolor?

El Diario, 12 de junio de 2011
Luis Javier Valero Flores
Y más importante que eso, como responder por tanto dolor causado a la sociedad mexicana. El viernes culminó una de las jornadas más estremecedoras que grupo alguno en el país haya escenificado en la historia; la carga de dolor que acompañó, presente en cada acto, en cada parada, en cada encuentro realizado por la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad (así, con mayúsculas), encabezada por Javier Sicilia, fue tan intensa que fue imposible no derramar lágrimas al momento de escuchar los estremecedores recuentos de las tragedias personales y familiares, convertidas en tragedias de toda la sociedad y que rebasaron todas las barreras sociales.

Una figura, recurrente a lo largo de los actos de la Caravana la retrata de cuerpo entero: El intenso abrazo, emotivo, salpicado de lágrimas que los dolientes le daban –o recibían, o las dos cosas al mismo tiempo– al poeta, hoy convertido en la encarnación viva del dolor de todo un país, al que le aqueja alguna de las consecuencias de la ola de violencia y sangre abatida sobre nosotros.

Una a una se desgranaron las intervenciones de los deudos, de los familiares clamando por la presentación –de cualquier forma que fuese– de sus parientes desaparecidos a manos de comandos armados e, invariablemente, el recuento era el mismo, la insensibilidad y hasta la burla de las autoridades del fuero común y la prepotencia, la soberbia y el desprecio mostrados por las autoridades federales.

¿Cuánta diferencia hay entre una y otra?

Ninguna.

Parecen relatos copiados. No lo son, pero las respuestas de algunos, de alguien con nombramiento oficial, otorgadas a algún familiar que les requirió información de sus parientes, son muy parecidas –¿Para qué lo busca?, anda en malos pasos. –Ya regresará. –Se fue con el novio. O las mentiras de los integrantes de los cuerpos policiacos y militares.

Parecen las mismas frases. Lo son. Lo que es igual es el dolor, la impotencia de quienes han acudido a las instancias oficiales en busca de sus seres queridos. Y quienes buscan justicia, ya con la certidumbre de haber perdido a uno de sus seres queridos, se encuentran con la misma actitud, la absoluta falta de investigación, a pesar de haber transcurrido meses del asesinato, nadie se ha tomado la molestia de investigar el entorno familiar de las víctimas. Solo en algunos de los casos más emblemáticos se advierte cierta actividad de las dependencias prejudiciales. De ahí en más, nada.

Ese es el principal recuento de la Caravana de Sicilia que se convirtió en la caravana del dolor. No fue igual en la Marcha realizada entre Cuernavaca y el Zócalo de la ciudad de México. Hubo sí, manifestaciones de duelo, de dolor, de reclamaciones acerca de la inseguridad, pero en cuanto la Caravana inició su recorrido al norte se encontró de frente con las caras de la guerra de 40 mil muertos, de más de cinco mil desaparecidos, de las decenas de miles de víctimas de las extorsiones, de las víctimas de asaltos a casas, negocios y autos, es decir, lo que en el lenguaje de Felipe Calderón son los “daños colaterales” y que son la evidencia nítida, concreta, del fracaso de una política gubernamental y del total de las instituciones encargadas de la procuración y aplicación de la justicia.

Pero no solo eso sino del total de las políticas gubernamentales, incluidas las migratorias y la subordinación a las políticas norteamericanas, ¿qué tanto influyeron para el recrudecimiento de la violencia las decisiones norteamericanas en materia de inmigración y de ese modo impedir que casi medio millón de jóvenes, por año, buscasen alternativas en Estados Unidos, mismas que no existían acá?

Hoy todos deploramos la guerra de Calderón (o en términos de la última encuesta realizada por la empresa GEA-ISA, que ubica al 54% de los ciudadanos catalogando como incorrecta la estrategia de Calderón en el combate al crimen organizado, y 40% que la ubican como correcta), pero que una mayoría absoluta del 69% (33% piensan que el crimen organizado se ha fortalecido en el último y 36 piensan que sigue igual) la catalogan de fracasada.

Y si eso piensan los encuestados, sólo nos queda imaginar –si no acudimos a alguno de los actos de la Caravana– la opinión de quienes son víctimas directas de la violencia, de los señores de la muerte y de la guerra, como los definió Sicilia desde el principio, ubicando a los delincuentes en la primera categoría y a los del gobierno en la segunda.

Ahí se ubica una de las principales reflexiones del poeta, al reclamar, en la conferencia de prensa sostenida en la mañana del viernes en Juárez, que muchos le endilgasen toda la culpa a Felipe Calderón y no otorgarle las mismas responsabilidades al PRI, al PRD y al resto de los partidos, que es de donde salen, dijo, los legisladores, los gobernadores y los alcaldes.

Es cierto. Es común escuchar, en los discursos legislativos, en los mítines electorales, en las entrevistas a los medios de comunicación, en casi en cualquier foro, a los integrantes del PRI deplorar la “guerra” de Calderón y exigirle un cambio de estrategia. Pero casi a continuación, invariablemente, escuchamos a los gobernantes emanados de ese partido (y por supuesto, también a los emanados del PRD) lanzar encendidos elogios al apoyo del gobierno federal y a la participación de las fuerzas armadas en el combate al narcotráfico.

Pero nunca vimos, en todos estos años de críticas a Calderón, que promovieran un reclamo institucional, del Congreso de la Unión, un ultimátum al uso irregular de las fuerzas armadas al usarlas como agrupamiento policiaco, nunca vimos que enderezaran una acción consecuente para que el Poder Legislativo, en uso de sus facultades, diera mejor rumbo a la estrategia gubernamental en la lucha contra el crimen organizado.

¿Cuántas veces escuchamos las críticas de Beatriz Paredes, antes, y ahora de Humberto Moreira, a la “guerra” de Calderón, o de Manlio Fabio Beltrones? ¿Cuándo se transformaron en posturas legislativas? ¿Cómo las explican si cada año aprobaron incesantes incrementos a los presupuestos de Seguridad Pública de la Procuraduría General de la República, de la Defensa y Marina Nacional y nunca a programas gubernamentales para la rehabilitación de adictos a las drogas, y tampoco nunca a la aprobación de programas de prevención al consumo de drogas?

¡Ah, pero eso sí, ante el influjo de la Caravana, los gobernadores lanzarán una ofensiva contra la delincuencia

Eso está bien, pero ¿por qué no mejor avanzan en los porcentajes de aprobación de policías de sus entidades en las pruebas de confianza? ¿Por qué no efectúan un monitoreo de las cosas denunciadas por cientos de ciudadanos, a viva lágrima y voz enronquecida, víctimas de la violencia y sometidos, por esta razón, a la indiferencia e insensibilidad de mandos policiacos, agentes ministeriales, jueces y magistrados?

De ahí que despierte esperanzas el movimiento convocado por Javier Sicilia y la aprobación –con todos sus diferendos, los que, seguramente, serán resueltos por la realidad misma– del Pacto Nacional Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad, firmado en la noche del viernes 10 de junio –qué fecha tan emblemática– pues recoge muchas de las demandas y aspiraciones enarboladas por diversos sectores de la sociedad, pero que, a juzgar por algunos de sus resolutivos, se convertirá en una fuerza que no desaparecerá al influjo de haber obtenido sus objetivos, que van más allá de la realización, primero, de la Marcha, y luego, de la Caravana.

Los ejes programáticos son muy claros. Se pronunciaron por la cancelación de la Iniciativa Mérida y de cualquier proyecto de asesoría policiaco-militar auspiciado por Estados Unidos, la exigencia del cambio de estrategia del combate al crimen organizado, la desmilitarización de los agrupamientos policiacos, el regreso del Ejército a los cuarteles.

Inclusión de civiles y medios de comunicación como testigos en los procesos de investigaciones. Participación de organismos ciudadanos en el seguimiento de los casos. La creación de contralorías de ciudadanas y ciudadanos, mediante consulta ciudadana. Recorrido por las 32 entidades federativas para exigir en cada una de las procuradurías estatales y emplazar con las víctimas más representativas.

Son muchos más, nos quedamos con uno, acaso más profundo, si esto se puede, pero que conmoverá profundamente al país. Lo dijo Sicilia: “vamos llenando las calles con el nombre de nuestros muertos para recordar a las autoridades el reclamo de justicia”.

Para recordar tanto dolor, que sirva de simiente en la construcción de un país distinto, uno infinitamente mejor que éste.

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