jueves, 30 de junio de 2011

Becas político-electorales

Luis Javier Valero Flores
El domingo se celebrarán las muy polémicas elecciones del Estado de México, en las que se elegirá al gobernante. Son muchos los aspectos que tan resonante elección ha develado, uno de ellos, fundamental para el desempeño de muchos de los equipos electorales de los partidos, es el de las “aportaciones”, –en tiempo, recursos económicos, relaciones y experiencia– de los legisladores en el desarrollo de las campañas.

Diputados federales, locales y senadores de todos los partidos se abocaron a participar de lleno en una elección en la que se jugaban muchas cosas, más allá de la gubernatura local. Aisladamente se escucharon algunas voces que criticaron, de los mismos partidos contendientes, tales participaciones. El grueso de la población, y entre ellos la mayoría de los medios de comunicación, no abordaron (abordamos) tal asunto, probablemente porque se ve como algo “normal” que los legisladores desempeñen tareas partidarias en el curso de sus encargos.

No es lo único, sólo hasta muy recientemente algunos de los partidos impusieron la prohibición de desempeñarse simultáneamente como dirigentes partidarios y legisladores, pero no es raro saber que, dentro de la estructura partidaria, frecuentemente se les designe como responsables de alguna área geográfica o determinados comités partidarios, tareas que, por supuesto, desempeñan durante los fines de semana. Ni quien vaya a pensar que lo hacen durante las “horas hábiles” de su cargo legislativo, ¡N´ombre

A propósito ¿Cuáles son las horas hábiles de un funcionario de elección popular? El Presidente de la República deja de ser primer mandatario de la nación después de las, digamos, las tres de la tarde ¿Y los diputados? ¿Sus horas hábiles terminan los jueves, al término de la sesión legislativa?

Y esos son los legisladores. Vayamos a los gobernadores ¿Se ha preguntado con cuánta frecuencia coinciden las gestiones de los primeros mandatarios estatales en la ciudad de México con las reuniones de sus partidos? Así, hemos visto innumerables decisiones tomadas por las cúpulas partidarias, incluidos los gobernadores, en días y horas “hábiles”. Pero esas son ocasiones más infrecuentes, las que debemos revisar, como sociedad, de manera más que inmediata son las atribuciones, funciones y limitaciones de quienes reciben el encargo legislativo de sus vecinos, porque eso, finalmente, representa ser el diputado o el senador de un distrito o entidad federativa.

Hasta ahora, y porque finalmente los legisladores representan, en primera instancia a su partido, (de ahí una de las argumentaciones para la existencia de diputados de representación proporcional) y no tanto porque pensemos de manera peyorativa que los legisladores representan a las cúpulas partidarias –aunque también– sino porque se supone que en ellos encarnan los programas propuestos por sus respectivos partidos. Por eso se piensa que se les pueden extender cheques en blanco para realizar un sinnúmero de tareas partidarias, porque ellos representan los principios y programas partidarios y de mala manera se les extiende tal atribución a la faena en sus agrupaciones partidarias.

Pero tal modo de pensar adolece de un defecto. Son, efectivamente, representantes del modo de pensar de su partido, pero llevados al cargo legislativo por la decisión de sus electores que decidieron de ese modo apoyar o expresar su coincidencia con el programa de ese partido, pero hasta ahí, sus cargos no son para las tareas partidarias, sino las estrictamente ligadas a sus atribuciones como integrantes de órganos colegiados.

Por eso sorprende cómo ante una elección tan importante como la del próximo domingo se informe que grupos de legisladores locales, de otras entidades, desempeñen tareas ejecutivas en determinadas zonas del Estado de México, ahora, y antes, otros, en otras entidades y elecciones.

Revisar tal forma de actuar, en tales asuntos, de todos los legisladores, de todos los partidos, es imprescindible para ir desmontando, así sea de a poquito, la partidocracia que gobierna hoy a México; y no se asusten integrantes de los partidos, no se trata de pugnar por la desaparición de tales agrupamientos, sino de desmontar el viejo sistema político, el que heredamos de más de cincuenta años de hegemonía unipartidista y que hoy, en lugar de usufructuarlo los integrantes de ese mismo partido, el PRI, lo usufructúan los de todos los partidos, con los mismos vicios y defectos del pasado.

Y en esa tarea –de desmontar tal maquinaria de hegemonía– nos gustaría verlos a todos, incluidos a los mismos priístas.

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