domingo, 27 de febrero de 2011

Contra los activistas sociales

El Diario, 27 de febrero de 2011
Luis Javier Valero Flores
El asesinato de tres integrantes más de la familia Reyes Salazar –Elías y Magdalena Reyes Salazar y Luisa Ornelas Soto, esposa de Elías– así como los mensajes dejados en sus cuerpos, en los que amenazan de muerte a Marisela, le otorga un nuevo y preocupante cariz a la crisis de inseguridad pública existente en Juárez y el Valle de Juárez. Pone en el tapete de la discusión, con ribetes de extremada urgencia, la necesidad de poner un alto a la actual política gubernamental en el combate al tráfico de drogas y abre inquietantes líneas de investigación acerca de la conducta asumida por el total de las corporaciones encargadas de la procuración de justicia y prevención del delito.

Los mensajes dejados en sendas cartulinas, con notorias faltas de ortografía y textos que denotan conocimientos más allá de lo mostrado en esas cartulinas, como el de incluir el vocablo “sic”, o la acusación en contra de Marisela Reyes de pertenecer, o usar a su organización –el CDP– como instrumento para actuar de “alcón” denota la intención de denostarlos, de incriminarlos y sembrar la duda acerca de su participación en actividades del crimen organizado.

Es muy preocupante.

La familia Reyes Salazar dejó de participar en el Comité de Defensa Popular muchos años atrás, y sin la participación de ellos, nadie más podría haber impulsado la organización en Guadalupe Distrito Bravos. En masa, alegremente, ingresaron al PRD y desde allí impulsaron todas las actividades políticas a favor de ese partido. Por lo menos tres de ellos llegaron al cabildo y su participación como regidores le impregnó sentido social a las gestiones de los alcaldes, a muchos de los cuales enfrentaron con energía, creatividad y, sobre todo, con lealtad y honradez.

Trabajadores incansables, humildes, los ingresos familiares provenían, casi en su totalidad, de la venta de la panadería familiar. Nunca vivieron con excesos, pero como sucede en los núcleos familiares, y más si estos adquieren dimensiones tribales, uno de sus integrantes, aparentemente, se involucró en actividades delictivas, con el único grupo existente hasta unos años atrás en el Valle de Juárez, que controlaba toda la vida de esa región pues por esa zona el tráfico de toda clase de mercancías no sólo es abundante sino imparable. Por sus alrededores culminan –¿O inician? – todas las brechas que ligan a esa zona con la periferia de Villa Ahumada.

Tercos en la búsqueda de salidas sociales a los graves problemas del país, desolados en las campañas electorales se quejaban de que los votos se compraban en esa zona, y se pagaban con dosis de cocaína, cuya circulación era difusa, sobre todo entre los jóvenes.

Y a pesar de tan depauperado entorno fueron capaces de mantenerse alejados de la actividad más rentable del Valle de Juárez. No sólo eso, se convirtieron en una especie de valladar moral ante la creciente degradación causada por el incremento de las adicciones en la población.

Y cuando Calderón lanzó su “guerra”, ante los abusos evidentes, documentados, frecuentes, de las fuerzas armadas y los agrupamientos policíacos federales, los Reyes no se quedaron callados –no podían, formaba parte de su estructura mental, moral y política– y encabezaron las protestas de una población hastiada del doble hostigamiento, el de las fuerzas del “orden” y las bandas criminales.

Ahí destacó por encima de todos, Josefina, madre del joven acusado de participar en actividades delictivas y a quien le habían asesinado a otro de sus hijos. Pero su motivación iba más allá de las razones personales, entendía que la adicción a las drogas es el resultado de políticas gubernamentales, del sistema político y contra este enderezó sus baterías, y no sólo ella… Enfrentó a quienes controlaban el tráfico de drogas en el Valle de Juárez y deploró, a grito abierto, en cuanta tribuna tuvo al alcance, la inacción de las fuerzas gubernamentales en esa región, que muy poco, o nada hacían para evitar que el Valle se convirtiera en la zona más violenta del mundo entero, por encima, incluso, de Juárez, pues las cifras de ejecuciones estaban –están– muy por arriba de esta urbe al colocarse en alrededor de 700 ejecuciones por cada 100 mil habitantes, muy superiores a las 238 alcanzadas por el antiguo Paso del Norte en 2010.

Protestaron como nadie ante las estrategias gubernamentales para enfrentar al narcotráfico y como muy pocos desnudaron la realidad que luego apreciamos todos: La violencia se incrementó con la participación de las fuerzas federales, en especial del ejército, de ahí las doloridas, desgarradoras y tajantes frases de Marisela, al momento de enterarse del hallazgo de los cadáveres de sus hermanos: “Que Calderón pare su pinche guerra”.

¿Qué esconden los mensajes dejados en los cadáveres de los Reyes Salazar? ¿De veras el mensaje de un grupo que se enfrenta a quienes considera integrantes de otra banda del mundo del crimen organizado? ¿O la maniobra, la estratagema para sembrar la duda y de ese modo “criminalizar”, como lo sostiene el periodista Javier Pizarro, a los activistas derechohumanistas, y en general a los activistas sociales, en el afán de desmantelar aún más el débil tejido social articulado hasta ahora para que nadie se atreva a protestar?

Porque el entorno, las condiciones, del lugar en que fueron secuestrados, primero, y encontrados luego sus cadáveres, obliga a plantearse muy inquietantes preguntas, las mismas que se plantearon miles de vallejuarenses obligados a emigrar en el curso de los últimos dos años y medio ¿Por qué, si aquí hay un despliegue militar y policiaco como en ninguna parte del país, la violencia no disminuye, al contrario, aumenta?

¿Por qué, si existen infinidad de retenes en la zona, no se han detenido a los vehículos que transitan por ella, cargados de armas e individuos inmersos en actividades criminales?

¿Cuáles fueron las razones de los sicarios –o sus jefes– para desenterrar los cadáveres y tirarlos en un lugar en el que fuesen rápidamente encontrados y cuyas cartulinas pudieran ser del acceso general, en clarísimo mensaje al resto de la familia Reyes, a los activistas y en general a la sociedad?

¿De veras creían los autores de los textos que se les pudiera creer que un hombre con graves secuelas de una embolia cerebral, su esposa (dedicada a atenderlo) y una ama de casa eran parte de un banda criminal, con funciones de “halcones” –es decir, de espías– o de sicarios, cuya pobreza era más que ostensible y nada, nada, denotaba su participación en el crimen organizado?

De ahí que las frases de Gustavo de la Rosa Hickerson, visitador de Atención a Víctimas de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH) sean extremadamente certeras: “Nos preocupa que los hechos hayan sucedido ante la vista de los militares que están cuidando la zona. El asesinato no debe quedar en el mar de la impunidad que está ahogando a esta comunidad, se debe investigar a profundidad”, declaró a El Diario (25/II/11).

Da pavor, entonces, sospechar la intencionalidad de quienes pretenden sembrar el terror en la sociedad pues en varias ocasiones, en las cartulinas de marras, le restriegan a la familia Reyes que en los cuerpos inertes de sus integrantes caídos pueden encontrar la “justicia” que buscaban y enfatizan que solamente hay la de quienes perpetraron tan salvaje crimen.

Por ello duele más la insensibilidad oficial. Sólo hasta que la protesta llegó a la ciudad de México, frente al Senado, se incrementó la actividad policiaca y unos cuantos días después aparecieron los cadáveres ¿Casualidades?

Son muchas.

Basta recordar que al momento de su muerte, Marisela Escobedo luchaba por hacer que las policías detuvieran a Sergio Barraza, quien en ese momento era un prófugo de la justicia, sentenciado por el Tribunal de Casación a 50 años de prisión por el asesinato de Rubí Frayre y días después, en circunstancias por demás extrañas, fue asesinada Susana Chávez, otra activista social.

Puros hechos sin explicaciones ni respuestas y una violencia cuya ferocidad no amaina, por el contrario ¡Ah, pero que no asesinen a un funcionario norteamericano y en cuestión de horas ubiquen a los asesinos y detengan a cientos de integrantes de las bandas criminales... Pero en Estados Unidos ¿Por qué no hacen lo mismo acá?

PD.- Ojalá lo podamos hacer la próxima semana, este día comentaríamos la “licencia” de López Obrador al PRD. No lo pudimos hacer, ojalá, ojalá este país, esta Chihuahua nuestra regresara a la “normalidad” de antes en la que los asuntos importantes eran el no abordado el día de hoy.

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