martes, 8 de febrero de 2011

Tragos

El Diario, 8 de febrero de 2011
Luis Javier Valero Flores
Pudiera parecer una exageración ocuparnos de temas aparentemente tan triviales, o acaso del ámbito estrictamente personal, como lo pudiera ser el extendido rumor acerca de los excesos en la ingesta de bebidas embriagantes de Felipe Calderón.

A la luz de los últimos acontecimientos tal tema pasó de aquel ámbito al de la función pública, amén de que el equilibrio mental de quien tiene en sus manos la conducción del país, con todo y sus fuerzas armadas, debe ser –es– preocupación de los mexicanos, y ha despertado las naturales preocupaciones de los mandatarios norteamericanos, en este caso, es bueno reconocerlo, no tanto por la ingesta de esos líquidos, sino por la tensión a la que se supone debe estar sometido quien llevó al país a la actual confrontación con el crimen organizado.

Pero hete aquí que unos diputados del PT, todos ellos identificados por ser del grupo más afín a López Obrador, colocaron en la tribuna de la Cámara de Diputados, la semana pasada, una muy ilustrativa, provocadora y hasta vulgar manta con una leyenda que motivó la salida de la bancada del PAN. Decía: “¿Tú dejarías a un borracho conducir tu auto? No, ¿verdad? ¿Y por qué le dejas conducir el país?”

Al día siguiente, Carmen Aristegui, en su programa radiofónico abordó el tema e insistió en que la Presidencia de la República estaba obligada a ofrecer una postura oficial en el sentido que, si bien las distracciones de Calderón no son de interés público, las derivadas de una, así sea moderada adicción, sí lo son del colectivo, por las gravísimas responsabilidades depositadas en quien decidió ceñirse la banda presidencial.

Y ahí empezaron a aparecer los negros nubarrones desatados por tan singular manifestación. Desde el domingo por la noche la empresa MVS, propietaria del espacio de Aristegui, anunció que se había rescindido el contrato “por faltar a las reglas de la ética de la empresa”, sin especificar el motivo, el incidente y las razones de los empresarios y, a su vez, las argumentaciones de la periodista.

El incidente es aún más grave pues la empresa MVS no firma, aún, la renovación de su concesión mediante la cual “sube” su señal de audio y video y la periodista se ha destacado por su labor no siempre bien recibida por la élite en el poder.

Es decir, no aclaran un asunto que concita el interés de unos legisladores y por otra parte se acumulan todos los indicios que nos llevan a pensar en una medida represora de la libertad de prensa.

Andrés Manuel López Obrador, rápido, se deslindó del asunto y en la práctica les trató de enmendar la plana a los diputados federales al afirmar que esos asuntos correspondían al ámbito privado y que el defecto de Calderón estriba en su ilegitimidad.

Pero importa detenerse en quienes osaron pararse al frente de las curules y sostener la manta. Entre ellos estaba Gerardo Fernández Noroña, personaje que ha logrado concitar el rechazo, hasta irracional, de numerosos integrantes de las capas medias norteñas y cuyas manifestaciones no siempre se encuadran en la ortodoxia. Pero estaba acompañado de Mario Di Costanzo y Jaime Cárdenas, sin duda dos de los colaboradores más prestigiados de López Obrador, el primero como uno de los más reconocidos especialistas en finanzas públicas y el segundo destacado analista y ex consejero ciudadano electoral.

¿A qué niveles ha llegado el hartazgo, ya no de amplios sectores de la población, como para que académicos de estos niveles se hayan manifestado de tal manera?

Cuentan los antecedentes, y uno por demás interesante, es el aportado por Carlos Castillo Peraza, tutor político e ideológico de Felipe Calderón, y presidente nacional del PAN, quien advirtiera muy tempranamente del “gusto” del michoacano pues los episodios de exceso de “tragos” eran conocidos por todos los colaboradores personales de quien se desempeñaba entonces como presidente nacional de su partido. “Entendí o creí entender entonces por qué la vida comienza después de la 10 de la mañana en el CEN (del PAN)”, le comentó Castillo Peraza a Julio Scherer, quien lo escribió en su libro Secuestrados.

Aclarar los dos aspectos citados hoy –que cientos lo hacen en los medios de comunicación “tradicionales” y miles en el ciberespacio– es obligatorio para quien presume ser el conductor de los “esfuerzos nacionales”.

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