jueves, 10 de febrero de 2011

Los Reyes

El Diario, 10 de febrero de 2011
Luis Javier Valero Flores
Tres sucesos de los dos últimos días son de espanto. Por distintas razones merecerían ser el tema central de las reflexiones y los reclamos de una sociedad agotada, carente de justicia y paz.

El secuestro de Elías y Malú Reyes Salazar, así como de la esposa del primero, Luisa Órnelas, –en el Valle de Juárez– familiares de Josefina y Rubén, estos dos últimos asesinados, la primera en enero del año pasado y Rubén en agosto, ha puesto a esta familia en la peor de las condiciones.

Por otra parte, el asesinato de Álvaro Sandoval y su cónyuge, quienes apenas quince días atrás se habían convertido en héroes por haber asesinado a tres individuos que les habían querido asaltar, –en Palomas– inermes ante el salvaje ataque de integrantes, seguramente, de la misma banda a la que pertenecían los victimados por Sandoval en defensa propia, concita la indignación ante la inexplicable decisión de los funcionarios de la Fiscalía General de no otorgarle protección –no la quería, dicen en una segunda versión, porque su presencia le “ahuyentaba la clientela” –,versión que choca con la aportada por El Diario (9/II/11) pues en esta se asegura que “Ministerios públicos informaron que las víctimas iban saliendo de su domicilio para realizar un trámite y los agentes estatales encargados de su seguridad ‘se adelantaron unos metros’ mientras que la pareja se regresó al domicilio; en esos momentos los sicarios dispararon”.

No menos preocupante es el tercer asunto el día de hoy abordado, el del que un centenar de soldados sitió la colonia Melchor Ocampo y cateó viviendas a diestra y siniestra “en busca de secuestradores”. (Nota de El Diario, 7-II-11).

La información es espeluznante: “Un centenar de soldados realiza cateos en algunas viviendas y tiene rodeadas varias cuadras de la colonia Melchor Ocampo, supuestamente en busca de una banda de secuestradores a quienes apodan ‘Los Pelones’. Hasta el momento los militares han ingresado a cuatro casas y tienen cercadas varias manzanas, sin permitir que los vecinos salgan del sector y sin dejarlos siquiera asomarse a la calle”.

¿Con el permiso de quién? ¿Con la paciencia de quién? ¿No es suficiente lo hasta ahora sufrido? ¿Ya declararon el toque de queda y la consiguiente suspensión de las garantías individuales? ¿Ya entregaron los mandos civiles el control de Juárez –nuevamente–? ¿Quién responderá ante la población de la actuación de las fuerzas castrenses hoy convertidas en policía, agentes del ministerio público, jueces (por la expedición de órdenes de aprehensión y de cateo, recordemos las inefables expresiones del general Juárez Loera, el primer jefe de la Operación Conjunta Chihuahua, aquellas de cuando le dijo al gobernador Reyes Baeza y sus acompañantes, –aquí traigo la orden de cateo, mostrando un gran mazo y todos rieron–?

¡Ah, qué tiempos nos tocó vivir

Y la autoridad ¿Dónde, dónde, dónde está?

¿Cómo entender que no se protegiera a un hombre cuya vida pendía de un hilo ante la magnitud de las fuerzas a las que se había enfrentado? ¿No se entiende que la custodia “discreta”, como la de Marisela Escobedo, no sirve de nada? ¿No hay alguien que tenga un mínimo de cordura para que a personas como Álvaro Sandoval se les proteja?

Si a héroes civiles –o simplemente ciudadanos hartos de la inseguridad y de la ineficiencia gubernamental–, brotados de la nada, no se les protege, menos a los integrantes de una familia como la de los Reyes del Valle de Juárez, por muchos aspectos una de las más valiosas de esa región, por su compromiso popular, por su valentía ciudadana pues por muchos años fueron el único valladar al crecimiento de los grupos delictivos que hacían del “Valle”, a ciencia y paciencia de todas las autoridades, su feudo para acceder al rico mercado norteamericano de las drogas.

Ahí, en medio de la podredumbre, los Reyes soñaban con un mundo distinto, con la ilusión de asaltar el cielo, desde la óptica de los militantes del socialismo, luego tuvieron que comprometerse en la lucha por hacer que las corporaciones policiacas y militares respetaran la ley. En esa lucha cayó Josefina. Hoy las mismas fuerzas oscuras intentan dar otro zarpazo.

¿Acaso no es ya suficiente?

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