domingo, 13 de febrero de 2011

Celebraciones infaustas

El Diario 13 de febrero de 2011

Luis Javier Valero Flores
Derrochaba alegría Felipe Calderón en las instalaciones militares de Santa Gertrudis. No sólo, también un espíritu patriótico a prueba de todo y una defensa a ultranza de su “guerra” contra el narcotráfico.

Pero tales manifestaciones podrían encuadrarse en el afán de aparentar más tranquilidad y ecuanimidad que la real. La semana recién terminada no fue de lo mejor para quien llegó a la Presidencia de la República “haiga sido como haiga sido”. La avalancha en su contra por el sorpresivo y desagradable retiro del aire del noticiero de Carmen Aristegui, y sus acusaciones, lanzadas directamente al Poder Ejecutivo federal, y señalar que en esas oficinas se pergeñó la decisión de cancelar su programa radiofónico, dieron inicio a una semana especialmente difícil para Calderón.

Vendrían luego las noticias acerca del incremento de las ejecuciones en el país; las declaraciones de Joseph Westphal, el subsecretario del Ejército norteamericano; la filtración al periódico capitalino La Jornada de los cables de WikiLeaks conteniendo las conversaciones entre los funcionarios norteamericanos y distintos protagonistas mexicanos, así como los informes de los estadounidenses que confirman las preocupaciones de su gobierno acerca de la capacidad del mexicano para enfrentar a las bandas de narcotraficantes y que, en el fondo, no hicieron más que traslucir las viejas tendencias injerencistas de la élite norteamericana y la nada nueva actitud sumisa de la mexicana ante aquella.

Y para terminar la semana, el anuncio del enfriamiento de la relación con Francia a raíz del caso de Florence Cassez, que en el fondo tiene la severa descalificación francesa al sistema de justicia y en particular a uno de los funcionarios más cercanos a Calderón, como lo es Genaro García Luna, autor del montaje televisivo en el que quisieron hacernos creer que las fuerzas federales se habían vestido de gloria con la detención de la francesa y sus supuestos cómplices en el secuestro de varias personas.

Son de tal gravedad tales hechos que concitaron la respuesta de Calderón, en un giro por demás demagógico pues, sin mencionarlo, apeló al viejo sentimiento antinorteamericano para defender al Ejército Mexicano ante las graves descalificaciones efectuadas por los norteamericanos, tanto las implícitas de Westphal, como las contenidas en el material de WikiLeaks.

De ahí las incomprensibles argumentaciones de Calderón cuando afirmó, que las Fuerzas Armadas “no están invadiendo ningún territorio extranjero, están defendiendo nuestro propio territorio”, ni “están ambicionando apoderarse de recursos naturales ni de otra índole que no nos pertenecen, están defendiendo el patrimonio de las familias mexicanas. No están atentando contra la vida o los derechos de otros, defienden la vida y la libertad de los mexicanos”.

Y como si la participación de las fuerzas armadas hubiese contribuido a enfrentar al crimen organizado y a bajar los índices de violencia y delincuencia, dijo que sin ellas “los ciudadanos estarían indefensos y a expensas de la criminalidad”. El balance es absolutamente contrario a tan optimistas declaraciones.

Pero si el contexto nacional e internacional de la visita de Felipe Calderón a Chihuahua le era desfavorable, lo efectuado en nuestra entidad es verdaderamente escandaloso. Incapaz de arrostrar la crítica y la verdadera rendición de cuentas, hizo de todo para evitar darle la cara a los juarenses en el aniversario de la masacre de Villas de Salvárcar, en lo que, a todo mundo parecía natural que se presentara a hacer un balance de lo realizado por su gobierno a lo largo de un año.

Parecía lógico que así fuera dado el antecedente de la realización de las jornadas en las que los representantes de la sociedad juarense le expusieron –a él y a todos los gobernantes– sus reclamos y a los que les enlistó las cosas que efectuaría su gobierno para enfrentarlos.

Pasado ese lapso el principal reclamo no sólo no fue atendido sino, que aún peor, la matazón y la inseguridad crecieron a niveles indecibles y la crisis de seguridad pública –y por supuesto, la económica– es la peor de toda la historia del antiguo Paso del Norte.

Salvo la construcción de unas cuantas instalaciones y la ampliación de algunos de los programas de la Secretaría de Desarrollo Social, la llamada reconstrucción del tejido social quedó en el discurso de los gobernantes federales. Terminada la campaña electoral del año pasado, prácticamente se desaparecieron los secretarios de Estado y sólo reaparecieron en vísperas del primer aniversario del multihomicidio; y la esposa de Calderón, Margarita Zavala, sólo para develar los bustos de algunos de los caídos el año anterior.

Vamos, ni siquiera el asunto de los carros ‘chuecos’ han logrado resolver, ya no digamos la amnistía fiscal solicitada por los dirigentes empresariales. No habrá regularización de los autos internados ilegalmente sino “hasta que se pongan de acuerdo los tres órdenes de gobierno”. ¿Hasta que aparezca la siguiente masacre emblemática como la de Villas de Salvárcar?

Pero la insensibilidad oficial es enorme –¿O el cálculo político?– pues ante la descripción de los daños sufridos por los chihuahuenses, a consecuencia de la onda gélida de la semana anterior, Calderón solo anotó y nos envió un alentador mensaje: “Chihuahuenses: no bajen la guardia; no están solos”. Y dijo que vino a Chihuahua a “ofrecer el respaldo a todas las familias afectadas por este frente frío”.

Pero hay cosas concretas. Ante el informe de los daños sufridos, por el orden de los mil 250 millones de pesos, que llevó a decretarse la emergencia en 15 municipios, –aunque el gobierno estatal ha planteado la declaratoria en ocho más– el gobierno federal no emitió opinión alguna.

¡Ah, pero ante el desastre del campo sinaloense, gobernado ahora por un hombre que aceptó la candidatura de PAN y PRD, Calderón se desgañitó y a voz en cuello anunció que la campiña sinaloense se resembraría en quince días, para lo cual su gobierno encontraría recursos económicos de donde fuere para afrontar esa tan grave situación

¿Por qué no tuvo esa actitud en los actos realizados en Chihuahua? Y hablamos de los verdaderamente importantes, es decir, la reunión de evaluación de los daños producidos por la contingencia ambiental. Dan ganas de pensar que la diferencia en la actitud la causa el origen partidista de quienes gobiernan.

Asombra tal insensibilidad, la situación en Chihuahua es inconmensurablemente peor a la de doce meses atrás y las autoridades federales actúan como si lo existente fuera la “normalidad”, pero la gravedad lleva a los gobernantes norteamericanos a elaborar diagnósticos tan drásticos, especialmente el de que el crimen organizado ha llegado a niveles de “narco insurgencia” y que lo puede llevar a asumir el gobierno.

Pero si esas son las expresiones públicas, las realizadas en las instalaciones militares de Santa Gertrudis, de pleno respaldo a la capacidad de las fuerzas armadas, las contenidas en las conversaciones privadas y los informes oficiales de los funcionarios norteamericanos acerca de la situación en México concitan algo más que sospechosismo acerca de la real capacidad de las fuerzas militares y policiacas mexicanas pues en privado todos coinciden en su incapacidad para hacerle frente a los cárteles de la droga.

Los norteamericanos ya llegaron a esa conclusión pues ahora sabemos –gracias a WikiLeaks– que no sólo prestan asesoría y capacitación a las policías mexicanas sino que hasta son los encargados de ¡levantar evidencias de las escenas de los crímenes y de informarles a los policías locales acerca de la comisión de algunos delitos, como sucedió en Nuevo León ante el rumor de un atentado en contra del entonces gobernante regio, Natividad González Parás, que las policías locales llamaron al Consulado norteamericano para preguntar sobre la veracidad de tal noticia.

Y esa actitud es la que nos explica, por ejemplo, la presencia del embajador norteamericano, Carlos Pascual, en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, realizada en Juárez apenas el año pasado.

¡Y luego sale Calderón con discursos inflamados de fervor patriótico

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