domingo, 8 de agosto de 2010

Visceralidad política

El Diario, 8 de agosto de 2010
Luis Javier Valero Flores
Ni por dónde empezar. Por un lado, Felipe Calderón empeñado en poner los burros atrás de la carreta. Casi cuatro años después de la absurda “guerra” contra el narcotráfico, lanzada en pro de su legitimación, ahora nos sale que él no está de acuerdo en la medida, pero sí en la de abrir el debate sobre la legalización de la mariguana.
Veintiocho mil mexicanos muertos después, y apenas se atreve a proponer medidas que podrían detener la ola de violencia. Ahora, más de medio país se debate en la vorágine de ejecuciones sin freno y sin fin; la ola delincuencial, como nunca, abatida sobre nosotros y ha puesto en una crisis tal a la procuración de justicia que empiezan a asomarse por doquier los casos de justicia por propia mano.
Pero si ese es un tema de la mayor importancia, otro de los que no podemos soslayar es la intensa reyerta sostenida al interior del PAN.
Destacan, por el peso de quienes las expresaron, las de Cruz Pérez Cuéllar, cuando dijo que ya dejarían de preocuparse del tema del relleno sanitario cuando Juan Blanco se tomó la foto con el candidato priista, César Duarte. Luego, las de quienes fueron a exigirle la renuncia a Pérez Cuéllar y la respuesta de la dirigencia estatal expulsando a Blanco y a César Reyes Roel.
Y si el diputado Javier Corral pidió la renuncia no solamente de Pérez Cuéllar sino de toda la dirigencia estatal, las declaraciones del ex candidato Carlos Borruel parecen como sacada de los anales de la Santa Inquisición, cuando propone “analizarse la responsabilidad de los candidatos, del Comité Directivo Estatal, de los comités directivos municipales, de los militantes mismos; quienes fueron a votar y quienes no; de los que fueron a votar, se tiene que ver quienes no votaron por el PAN”.
Es decir, indagar, así se entiende, ¡¡¡¡Quienes sí votaron, quienes no votaron, y esos que votaron a ver por quien lo hicieron”!!!!
Y eso que dice no tener responsabilidad alguna en la expulsión iniciada a Juan Blanco y César Reyes Roel. Puede no tenerla, pero la concepción es la misma. Ahora bien, importa detenerse en este asunto. El ex diputado federal, Reyes Roel, sí expuso públicamente su postura a favor de la candidatura de César Duarte. No es el caso de Juan Blanco, sí lo fue implícitamente pues nadie se traga el cuento de que su encuentro con César Duarte fue casual. Y que por casualidad los reporteros, sobre todo los fotógrafos, fueran avisados que habría un encuentro, alrededor de un café en céntrico restaurant de la capital chihuahuense, entre estos dos personajes de la vida política local, a unas cuantas horas de los comicios.
Otra sería la situación del ex candidato a la gubernatura, Pablo Cuarón, quien se apersonó en un evento de empresarios al cual acudió el candidato priista.
Lo cierto es que, efectivamente, Cuarón y Blanco, por las razones que fueren, decidieron aparecer públicamente al lado de Duarte y con ello, implícitamente, darle su apoyo, o enviar el mensaje a los electores de no tener reparos en tal candidatura pues no hicieron lo mismo con el candidato de su partido. Solo hasta que el escándalo adquirió una connotación mayor, Cuarón expresó su apoyo a Borruel.
Pero uno de los objetivos planteados por el ex candidato Borruel –el de ver quienes votaron, y por quién- sí que va a estar en chino. Además de las implicaciones legales –la secrecía del voto- les va brotar en la cara el número de personas que cayeron en tal situación pues Duarte obtuvo en Chihuahua 49,272 más votos que Borruel -164 mil 752 por 115,480-, pero Borruel sacó más votos que Antonio López, el candidato a la alcaldía (López alcanzó 106 mil 894)
¿Dónde están los votos perdidos por Antonio López? Increíblemente, y será un buen dato para los investigadores panistas, la candidata del PT, América Aguilar, obtuvo 5,265 votos. Así que muchos de los que votaron por Borruel no lo hicieron por López y decidieron hacerlo por la petista. Como sea, el PAN, como partido, ganó la alcaldía con una diferencia de 380 votos tres años atrás y ahora la pierde por más de ¡¡57 mil votos!! pues Marco Adán Quezada obtuvo 164 mil 341.
Dura faena tienen los inquisidores del PAN, deberán buscar a más de medio centenar de miles de ciudadanos e interrogarlos a ver si votaron por los candidatos del PRI. De ese tamaño es lo absurdo de tal planteamiento en lugar de voltear críticamente hacia atrás y ubicar, además de los defectos generales de la clase política, los defectos propios, como organización política en lo general, y como gobernantes en lo particular.
Porque, además, los hallazgos de la elección en la capital del estado se repiten en la de Juárez, si bien la diferencia es menor entre las votaciones obtenidas por los candidatos del PRI y los del PAN.
En ambas ciudades obtiene Duarte votaciones semejantes (164,752 en Chihuahua, por 166,530 en Juárez) y los candidatos a las alcaldías también (164,341 de Quezada, por 162,146 de Héctor Murguía); pero los candidatos del PAN padecen el mismo fenómeno, Borruel obtiene votaciones más altas que los candidatos a las alcaldías (115,480 en Chihuahua y 127,809 en Juárez) en tanto que sus compañeros obtienen menos votos (López 106,894 en Chihuahua y César Jáuregui 118,287 en Juárez).
Por otra parte, contra la extendida noción que Juárez se había convertido en el granero de votos para el PRI, ahora resulta que es la capital del estado la que empieza a gozar de tal categoría pues con una población menor en un 50% a la de Juárez, en la práctica, obtiene la misma cantidad de votos, igual había sucedido en las pasadas elecciones federales.
Pero si las frases son desafortunadas, las acciones emprendidas por la dirigencia blanquiazul lo son más, probablemente tenga razón en aplicarle las sanciones estatutarias a Blanco y a Reyes Roel, pero en lugar de dar pie a una reflexión, seria, profunda sobre las verdaderas razones de la derrota dejan salir los razonamientos que la visceralidad política les permite.
No bien terminaban los cómputos y ya un grupo de panistas se aprontaron a las oficinas partidarias a exigir la destitución de Pérez Cuéllar. Si así fuera, tendrían que pedir la renuncia de Calderón para abajo, incluida Margarita Zavala, pues ambos personajes son los principales responsables de la dirigencia nacional de su partido, que sufrió una severa derrota nacional en las elecciones del “súper domingo” del 4 de julio pues perdieron casi todo, incluidos sus bastiones de Baja California, Aguascalientes, Chihuahua (municipio), y esa derrota ni siquiera la palian los triunfos de las coaliciones que originaron en Sinaloa, Puebla y Oaxaca pues en esas entidades no va a gobernar el panismo.
Y si la derrota es en todo el territorio nacional, y no lo captan, algo les falla en el análisis pues apenas en mayo habían perdido otra de las joyas de la corona blanquiazul –Mérida-, lo que les debería confirmar que las razones de los resultados electorales tienen un origen más general, por encima, incluso, de los liderazgos regionales o estatales, sus yerros y aciertos los cuales, por supuesto, también cuentan pero que probablemente sean conducta generalizada en su partido pues, como lo dice Borruel, “Antes entrábamos al PAN a ver qué dábamos y ahora, de repente, lo que nos motiva es a ver qué nos toca”. (Nota de Silvia Macías, El Diario, 5/VIII/10).
Esa misma forma de analizar las cosas, y por ahí deberían empezar a hacerlo, es como lo hacen con el tema de seguridad pública. Todos estos años se la pasaron despotricando contra el gobierno estatal, debido a la inefectividad, a la “complicidad por acción o por omisión”, como llegó a plantear en el extremo la senadora Teresa Ortuño, de Reyes Baeza y la procuradora Patricia González, sin parar mientes en que la ola de violencia abarca a todo el país y que los señalamientos a Calderón a la errática forma de encarar el problema procedían de todos los ámbitos del México de nuestros días y conforme pasaban los días y la espiral de violencia abarcaba a más sectores de la población crecía la percepción de que el principal responsable de la misma ocupaba la silla principal el Palacio nacional.
Pero su dinámica propia, enfrentados a la inmediatez de la siguiente disputa por las distintas posiciones, los lleva a plantearse sólo los aspectos más superficiales de su crisis, que es la del sistema político, al que juraron renovar, cambiar.
Hoy son parte estructural de él.
El país entero lo sufre. Esa es la discusión que deberían estar escenificando.
Correo electrónico: Aserto1@netscape.net
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