martes, 10 de agosto de 2010

Desechos

El Diario, 10 de agosto de 2010
Luis Javier Valero Flores
El amotinamiento de alrededor de 400 integrantes de la Policía Federal (PF), y los sucesos posteriores, es altamente ilustrativo de la situación que prevalece al interior de todos los agrupamientos policiales. La crisis de seguridad pública, que creímos había llegado al fondo, ha mostrado severos indicios de profundizarse y cuando esperábamos que la situación mejorase, ahora estamos seguros que seguramente empeorará.
Nada tan representativo como la frase de uno de los comandantes detenidos por los federales sublevados. Echa por tierra toda la palabrería acerca de la escrupulosa preparación y de la selección del personal que tiene sobre sus espaldas la “guerra” de Calderón en Juárez. El comandante Ricardo Duque Chávez dijo de quienes lo señalaron de una altísima corrupción: “Son gente que no vale la pena tener en las filas, no saben de lealtad, de disciplina, son rebeldes”.
Pero resulta que los agentes amotinados lo acusaron de ser el autor de gravísimos delitos, además de “sembrarle” droga a uno de los elementos y de enriquecerse ilegalmente. Como prueba señalaron que tiene en propiedad un lujosísimo vehículo.
Y la PF, en lugar de explicarle al país la situación, tan solo se limitó a dar a conocer que habían sido relevados los comandantes señalados por los agentes y que iniciarían las investigaciones correspondientes.
Las afirmaciones de Duque Chávez son escalofriantes. Dio a conocer que, por la premura, la PF reclutó a elementos que habían sido despedidos en otros agrupamientos, incluida “la Procuraduría General de la República”. (Nota de Luz Sosa, El Diario, 8/8/10).
No menos impresionantes son las acusaciones de los agentes federales, quienes exigieron la destitución y consignación de los jefes Salomón Alarcón Olvera, Joel Ortega y Ricardo Duque a los cuales, dicen, les encontraron cocaína, mariguana y armas “que utilizan para cargar a víctimas inocentes”, además de símbolos de vudú, magia negra y brujería (Nota de La Jornada, 9/8/10).
Tales hechos se desarrollaban en tanto grupos criminales asesinaban a un elemento de la PF y sus restos los desperdigaban en Juárez. También, casi simultáneamente, por lo menos se daba cuenta de tres ataques a elementos de ese agrupamiento y el lunes otros agentes eran victimados en esa ciudad.
Después de todo esto ¿Qué sigue?
¿Tendrán razón quienes afirman que en nuestro país se está siguiendo una ruta semejante a la seguida por Colombia, cuando logró desmantelar a los muy poderosos cárteles existentes hasta hace unos años allá?
¿Acaso no estamos asistiendo a un escalamiento brutal, no sólo de la violencia, sino de la infiltración en múltiples esferas del poder público? Tanta, que en la práctica no queda agrupamiento policial alguno digno de la confianza ciudadana.
Y si tal desconfianza existe, y empieza a extenderse a otras esferas de la administración pública, llegaremos, un día, y no muy lejano, en el que la percepción ciudadana aseverará que todas las estructuras gubernamentales –en mayor o menor medida– forman parte de los grupos criminales.
Hoy mismo, ante las informaciones vertidas por quienes protagonizaron el zafarrancho de la PF, nos queda la certidumbre que en ese agrupamiento policial la corrupción hace rato asentó sus reales y que, por tanto, no es ya útil para el desempeño de la tarea encomendada. Vamos, es de tal magnitud el descrédito que abarca hasta a su jefe principal, Genaro García Luna, a quien se le acusa de no pocos incidentes, por decir lo menos, sospechosos, en relación a supuestos encuentros con algunos de los jefes de los cárteles.
Si lo sucedido el fin de semana en Juárez y las acusaciones, tanto de los agentes amotinados, como las declaraciones del comandante Duque, son ciertas, pocas esperanzas debemos abrigar que la situación mejorará.
Y eso que vamos ganando la guerra.

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