martes, 3 de agosto de 2010

Pendiente sin fin

El Diario, 3 de agosto de 2010
Luis Javier Valero Flores
La violentísima disputa por el control de las zonas de las rutas de mayor trasiego de droga ha llegado a niveles indescriptibles. En ese crescendo una de las bajas más sensibles es el ataque indiscriminado a la libertad de expresión y a la vida democrática en general del país.

Los ataques a los policías federales del domingo en Juárez en uno de los cuales las víctimas fueron también reporteros de distintos medios, en especial fotógrafos de nuestro periódico, y la serie de acontecimientos deplorables en la región lagunera, parecieran ser parte de la misma película, es decir, la disputa por controlar esa región, la frontera juarense y la aledaña.

Y en ella ya nada importa.

El secuestro de cuatro reporteros, para impedir la difusión de las protestas de quienes impugnaron –familiares de custodios y reos– la versión de que había sido la directora del penal 2 de Gómez Palacio quien permitió la salida de los sicarios de la última masacre de Torreón, y la exigencia de los secuestradores de la transmisión de videos en donde se incriminan uno y otro grupo delictivo, puso al descubierto el grado enorme de indefensión de la sociedad mexicana y la terrible inoperancia de los agrupamientos gubernamentales encargados de la seguridad pública, y del gobierno en su conjunto.

Apenas empezaba la circulación del semanario Proceso –en la zona metropolitana de la ciudad de México– cuando ya los elementos de la Policía Federal eran fuertemente atacados en Juárez, con el saldo –oficial– de un agente muerto y varios heridos, en una nueva escalada de lo que ya es una certeza, (y no solamente para amplias capas de la población juarense, sino para distintos integrantes de los grupos policiacos y de inteligencia norteamericanos entrevistados por reporteros del semanario fundado por Julio Sherer), acerca de que los integrantes del Cártel de Juárez perciben como favorecedores del Cártel de Sinaloa.

Sus informaciones y opiniones echan por tierra el argumento, enarbolado por la Secretaría de Seguridad Pública Federal, acerca de que el bombazo del 15 de julio había sido en represalia por la detención de El 35, Jesús Armando Acosta Guerrero, señalado de ser uno de los principales operadores de La Línea.

Los agentes norteamericanos desechan tal versión.

Y si tienen razón, entonces el futuro inmediato será fúnebre pues mientras ese grupo no cambie su percepción, que muy probablemente no esté basada solamente en percepciones, sino sólidas informaciones, entonces nos enfrentaremos a una creciente ola violenta, aún peor a la sufrida en los meses previos.

Será de tal magnitud que ya las estadísticas homicidas superan –como va siendo la regla– las de los períodos semejantes anteriores. Y no solamente en Juárez, por desgracia tales incrementos los están sufriendo también la capital del estado y la entidad duranguense.

El antiguo San Felipe el Real padece ahora la peor racha homicida de su historia.

No tenemos a la mano cifras oficiales, pero las últimas semanas suman decenas las víctimas, entre ellas varias personas ajenas a los hechos de sangre, los “daños colaterales”, descritos tan frívolamente por Felipe Calderón, pero que mantiene un espeluznante promedio de cuatro o cinco ejecutados diariamente en promedio, lo que llevará a la capital chihuahuense a ubicarse, en el primer semestre del año, en una de las ciudades líderes en tan siniestra estadística.

Coincidentemente, el estado de Durango atraviesa por una racha semejante.

Según cifras citadas por el periodista Raymundo Riva Palacio (El Diario, 1/VIII/10), el número de ejecutados en todo el 2006 fue de 64 asesinatos.

Un año después, fueron 130 y en el período de enero a junio de 2008, la cifra se ubicó en 109, subió a 343 en el mismo lapso del 2009, para llegar a 471 en ese período de este año, “aunque 204 de ellos perdieron la vida en el bimestre abril y mayo”.

Ante situación tan riesgosa, y no es coincidencia, el gobierno norteamericano ha resuelto enviar a poco más de efectivos de la Guardia Nacional a la frontera con Texas y Nuevo México, con especial atención a la de Juárez y el Valle del mismo nombre.

¿Qué más sigue?

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