lunes, 23 de agosto de 2010

Abstencionismo ¿otra realidad?

El Diario, 22 de agosto de 2010
Luis Javier Valero Flores
No podríamos abordar el tema seleccionado para hoy sin hacer tres breves comentarios sobre hechos de la presente semana. El primero de ellos, expresar un enérgico y dolorido rechazo al asesinato de Rubén Reyes, destacado activista social y político del Valle de Juárez, hermano de Josefina, derechohumanista asesinada en enero del presente año sin que, al igual que en el caso de Rubén, se hayan detenido a los asesinos materiales e intelectuales.

Y rechazar el lamentable titular del periódico digital juarense, Lapolaka, quien así “cabeceó” tan proditorio asesinato: “Ejecutan en Guadalupe derechohumanista de familia vinculada al Clan Escajeda, pero el diputado Víctor Quintana lo defiende y mete las manos al fuego”.

Pudiera ser que en esa familia alguno de sus integrantes hubiese caído en las actividades de los grupos criminales, pero de ahí a achacarle a toda la familia Reyes Salazar tal etiqueta es un verdadero absurdo. Los Reyes fueron, durante años, el respiro democrático de todo el Valle de Juárez, sus protestas ante los abusos de gobernantes, caciques, maleantes, y en los últimos años, de las fuerzas federales, son un compendio de cómo una familia es capaz de enarbolar y sostener, las más altas aspiraciones democráticas y sociales. Y en contra de todos fueron capaces de construir un liderazgo regional al cual pusieron al servicio del PRD en la última fase de su vida.

Sus decesos sólo vienen a confirmarnos los sentimientos de desesperanza ante la larga noche de violencia abatida sobre los mexicanos, ante la cual Felipe Calderón solo atina a achacarles la culpa a los demás. En el caso de Chihuahua, ahora resulta que llegó a la conclusión de que el nuevo sistema de justicia penal es parte importante de la ola delictiva sufrida en el Estado Grande ¿Y en Nuevo León, Tamaulipas, Sinaloa, Durango, Nayarit, Jalisco, Guerrero, Coahuila, entidades que, o no poseen aún ese sistema, o que recientemente lo aprobaron y apenas lo están procesando, a qué, a quién echarle la culpa?

Y encima Calderón lanza la puntada para costear los gastos de seguridad pública, de que podría proponer la elevación de impuestos, justamente cuando el agrupamiento policiaco que presume de excelencia, la Policía Federal, ha mostrado en Juárez su absoluta ineficacia y elevada impreparación, al habilitar como cuarteles de sus elementos destacados en el antiguo Paso del Norte, los hoteles más lujosos, y por ende, los ubicados en las zonas de mayor afluencia turística.

Pero tal asunto ya lo comentaremos el martes, ahora pasemos al de este día.

Durante muchos meses, años quizás, hemos comentado la tendencia creciente de uno de los fenómenos que más frecuentemente hemos catalogado como una de las evidencias del rechazo de amplias capas de la población a los políticos, el abstencionismo.

Así lo reconocía el presidente del Instituto Estatal Electoral, Fernando Herrera, cuando en el 2008 presentó los estudios sobre el abstencionismo, efectuados por el Colegio de Chihuahua, la Uacj y la Uach, al mencionar que en 2007 Chihuahua fue último lugar en votación electoral en el país y mostró las cifras decrecientes en la entidad: En 1992 votó el 64 %; en 1998, el 56 %; en 2004, el 45.5; en 2007, el 37.5 y en Juárez llegó al 27.9 % del Listado Nominal.

Sin embargo, cifras obtenidas de la revisión que regularmente efectúa el Instituto Federal Electoral (IFE) sobre el padrón de votantes podría llevarnos a otras conclusiones, no necesariamente que los niveles de rechazo a la clase política hayan disminuido, sino que son otras las motivaciones y las respuestas de una buena parte de los ciudadanos.

Si fueran ciertas las cifras ofrecidas por las revisiones del IFE, resultaría que el nivel de participación en la pasada contienda electoral estaría un poco por arriba de la mitad del padrón electoral y no, como oficialmente se reconoce, apenas superando el 40%.

Resulta que de acuerdo con esas revisiones, el listado nominal (es decir, quienes estaban empadronados y tenían su credencial y se encontraban en la lista con derecho a votar), hasta el 4 de julio pasado eran 2 millones 612 mil 623 ciudadanos, pero de ellos, por distintas causas ya no se encontraban en el domicilio reportado, 466 mil 876 ciudadanos, igual al 17.87% del padrón.

Si esto es así, el listado nominal depurado ascendería a 2 millones 145 mil 747 ciudadanos y dado que en los pasados comicios votaron 1 millón 81 mil 825 chihuahuenses resultaría que el porcentaje de participación ascendería al 50.42% y no al 41.41 arrojado en la elección de gobernador.

Importa, entonces, saber de dónde se obtiene la cifra de casi medio millón de ciudadanos que no reportaron su cambio de domicilio o su baja del padrón de la entidad. Según cifras de esas evaluaciones, ciudadanos del estado no reconocidos con registro ascienden a 68 mil 189, que significan el 2.61%; ciudadanos fallecidos (extrañamente, pues se supone que los decesos se comunican regularmente al IFE) ascendieron a 54 mil 81 mil, igual al 2.07%; ciudadanos con cambio de domicilio a otro estado, no reportado, 44 mil 153, igual al 1.69%; ciudadanos con cambio de domicilio a otro país (no reportado), 240 mil 100, igual al 9.19%; ciudadanos que nunca han vivido en el domicilio reportado, 18 mil 550, igual al 0.71%; ciudadanos con domicilio no localizado en el Estado, 33 mil 442, que significan el 1.28%; ciudadanos con domicilio referido a un predio no habitado en el Estado, 8 mil 360, igual al 0.32%

¿Tales cifras descalifican las conclusiones de los estudios hechos por las instituciones académicas? A nuestro parecer, no, pues aún con estas cifras –que nos equiparan al porcentaje promedio mundial de participación electoral– la mitad de los ciudadanos no han sido convencidos de acudir a las elecciones, pero que la otra mitad haya acudido a las últimas sí es de tomarse en consideración por las particularísimas condiciones en que se desarrollaron.

Más aún, la revisión de la participación electoral, por municipios, arrojan otras sorpresas. La primera, que el peso específico del padrón electoral de Juárez y la baja participación –29.59%– incide cardinalmente en todas las estadísticas electorales pues constituye poco más del 60% del total de empadronados en el estado.

Sólo en 20 municipios la participación fue menor al 50%, y de ellos, en once se ubicó entre el 45 y el 50%, pero en 24 la votación superó el 60%, y de ellos, en 3 (Coronado, López y Nonoava) fueron superiores al 70% del padrón.

En el otro extremo, sólo en dos la participación fue inferior al 30% (Juárez y Riva Palacio) pero Guadalupe Distrito Bravo y Praxedis G. Guerrero, los municipios del Valle de Juárez, los porcentajes fueron muy parecidos al de Juárez (32.66 y 36.67 respectivamente), seguramente porque las condiciones de inseguridad son semejantes y la emigración ha hecho de las poblaciones del Valle de Juárez, casi pueblos fantasmas, fenómeno que se advierte en el antiguo Paso del Norte.

Pero el diagnóstico efectuado por las instituciones académicas acerca de las causas del abstencionismo prevalecen, como lo aseverara el Dr. Carlos González Herrera, director general de El Colegio de Chihuahua, cuando, al presentar los resultados de la investigación y estudio del abstencionismo electoral en Ciudad Juárez afirmó que para la población “La política (no es) el medio idóneo para vislumbrar la solución a las urgencias más apremiantes”, que “el sistema educativo nacional y la propia indolencia ciudadana son las causantes de una suerte de analfabetismo político que tiende a expresarse en desinterés por ir a las urnas”. Importa recordar las principales conclusiones de los estudios que evidenciaron el rechazo ciudadano a la contradicción entre el discurso y la práctica; la baja estima en que se tiene a buena parte de la clase política y a la incertidumbre sobre el futuro. Demostró, además, que son necesarias nuevas prácticas en los partidos políticos; la necesidad de la instrumentación de mayores ejercicios democráticos y de incentivos para la formación de organizaciones sociales; además de una mayor promoción de la educación cívica y de la motivación a la participación ciudadana entre los niños y jóvenes.

Tales necesidades surgieron luego de calificar como una suerte de analfabetismo político el encontrado en la mayoría de la sociedad pues encontraron un alto grado de ignorancia en las “preguntas relacionadas con conocimientos políticos (como ¿qué es ser ciudadano?, ¿cómo defines democracia?, ¿qué artículos de la Constitución conoces?)”.

Superar tales trabas para la construcción de una sociedad democrática es esencial. No es tarea que sea, sólo, responsabilidad, de los ciudadanos en lo individual, es una tarea del Estado Mexicano, y ése, señores, lo conducen los políticos.

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