domingo, 17 de marzo de 2013

Las jugarretas del poder

El Diario, 17 de marzo de 2013 Luis Javier Valero Flores El último de los episodios del “affaire” de Miguel Jurado –el de su renuncia al PAN– nos ofrece a pasto un mayor conocimiento de las intimidades del poder, tanto de quienes lo ejercen, como de quienes lo buscan, y revela cuán aceleradamente se acercan los dos partidos que han gobernado Chihuahua a lo largo de las últimas tres décadas. Ahora sabemos –según las versiones ofrecidas al escribiente– que el mismísimo gobernador César Duarte buscó que se concretara la alianza con el PAN en la alcaldía de Parral. Además, y seguramente como trasfondo de tal empeño, se asegura que Jurado encabezaba todas la encuestas –algunas versiones hablan que con una ventaja de hasta 20 puntos–, lo que, se dice, lo volvía inalcanzable en la elección constitucional, razón que llevó a varios priistas parralenses a proponerle (en versión de Jurado) que se postulara por el PRI a la alcaldía. El ex diputado local propuso a su dirigencia estatal y a César Duarte (su amigo) concretar la alianza. Nada hace dudar de que al interior del PRI podían sopesar tal posibilidad, aunque sorprende un tanto, pues quizá el más adelantado de los priistas para ese cargo, el diputado local Gabriel Sepúlveda, es uno de los hombres más cercanos al gobernador Duarte y cuesta trabajo aceptar que accediera a tener en la alcaldía de la “capital del mundo” a un hombre catalogado incuestionablemente como panista y quien, a querer y no, conformaría un equipo de trabajo con características muy distintas al que conformara cualquier priista que obtuviera el triunfo. Pero a contrapelo de tales versiones, sorprende la intención de Jurado de empeñar todo su capital político en pos de una imposible alianza con el PRI, a sabiendas de que mantenía una ventaja en las preferencias ciudadanas a tres meses de las elecciones, en un proceso que por su escasa duración el candidato que arribe con ventaja en el conocimiento que sobre él tenga la ciudadanía, tendrá una ventaja muy difícil de desaparecer en las cinco semanas de duración de las campañas electorales. Y sorprende más aún que insistiera en la alianza, al grado de renunciar a su partido por ese solo motivo (por lo menos no ha expresado ningún otro) y que de ser cierto querría decir que su única motivación era la búsqueda de la presidencia municipal, aunque en el lenguaje de los políticos, en este caso de los panistas, su verdadero motivo, dice él, es la búsqueda del “bien común” de los parralenses. Pero vistas así las cosas, y a la luz de las últimas resoluciones adoptadas por el PRI en su asamblea nacional, en el sentido de poder postular a personas ajenas al partido, a aceptar como candidatos a quienes hubiesen emigrado en un momento anterior y luego regresado al seno priista, de quitar algunos requisitos para quienes busquen las candidaturas a los gobiernos estatales y a la Presidencia de la República, amén de las candidaturas “ciudadanas”, querría decir que en la concepción de los priistas, y de Miguel Jurado, las fronteras entre ambos partidos han desaparecido, o son mínimas, lo que vendría a ratificar, tanto la creciente percepción y calificación ciudadana de que todos los partidos son “iguales”, y la de una parte de la izquierda mexicana que ha tenido como eje central de su discurso el que el PRI y el PAN son la misma cosa, concepto que más recurrentemente escuchamos del líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, la ruta de los acontecimientos nos puede llevar a otro escenario, acaso más procaz. El aspirante con mayor penetración ciudadana busca una alianza entre los partidos mayoritarios en Parral –abrumadamente mayoritarios–; no la logra. Renuncia intempestivamente a su partido ante la negativa de la dirigencia y anuncia que buscará a un partido “de los humildes” para encabezar una candidatura “ciudadana”, impulsado por varios partidos a los que conmina a postularlo. En tanto, su ex partido postula a su candidato y el PRI al suyo. Jurado, sin la estructura y el voto duro del panismo parralense no podrá alcanzar los porcentajes necesarios para disputar seriamente el triunfo; a su vez, el PAN, sin un candidato que le aporte votos “extras”, tampoco alcanzaría una votación que dispute el triunfo y el PRI, con la estructura partidaria, más la generada por su papel de partido gobernante, alcanzará los votos necesarios para mantenerse en el partido. Ni soñándolo se podría alcanzar mejor panorama político-electoral. ¿Y entonces para qué renunciar a la candidatura y a su partido? Duele decirlo, pero tales decisiones llevan a pensar, y sobre todo a especular, acerca de las verdaderas razones para tomar tal resolución que, además, gravitará sobre el desempeño, y especialmente en la percepción de los votantes del proceso electoral que ha arrancado con tan intempestivos hechos. El PAN chihuahuense, a diferencia de 30 años atrás, no encarna, ya, los ánimos democráticos, de esperanza y de cambio de aquellas jornadas de cuando se alzó con triunfos en las alcaldías de los municipios más importantes de Chihuahua. Por el contrario, se encuentra, quizá, en el peor de los momentos de su historia y en cambio el PRI está aprovechando el momento, incubando y procesando la eterna veta de esperanza de una buena parte de la población, además del ejercicio del poder, lo que bien saben los panistas, reditúa muchos votos, baste recordar la inusual votación alcanzada por el PAN en prácticamente todos los municipios serranos de alta y muy alta marginación en las elecciones del 2010, que le generó triunfos municipales en más de una veintena de ellos, además de que en la elección de gobernador fueron algunos de ellos en los que César Duarte perdió en el recuento municipal. Será muy difícil evaluarlo pero seguramente que este episodio, protagonizado por uno de los más conocedores de la estructura del PAN en todo el estado, además de haber sido protagonista de varias de las críticas más acerbas a los priistas, contará subjetivamente de manera importante en el proceso electoral que ya está en puerta pues en la próxima semana deberán registrarse los aspirantes a los puestos de elección popular y dar inicio a las precampañas, aunque seguramente la Semana Santa podrá servirle al PAN como amortiguador de los efectos políticos de un episodio a cual más de lamentable, no solamente para los panistas y sus aspiraciones, sino fundamentalmente para la sociedad chihuahuense que pudo observar en estos días, en todo su esplendor, como actúan los distintos protagonistas en función del ejercicio del poder, o de su obtención. PRESENTACIONES.- A propósito de la presentación de los acusados –imputados, según la nueva legislación penal de Chihuahua– ante los medios de comunicación, “exhibición pública”, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el relator para México, Rodrigo Escobar, declaró “inadmisible” tal práctica pues “es contraria a los derechos humanos, claramente violatoria de la dignidad de la persona humana, del derecho a la intimidad, a la honra”, y propia de “regímenes absolutistas”, lo que abre el proceso mediante el cual, después de la previsible recomendación del organismo al Estado mexicano, se llame a poner un alto a tales prácticas.

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