domingo, 19 de agosto de 2012

Irrespetuosos

El Diario, 19 de agosto de 2012 Luis Javier Valero Flores Apenas unos días atrás, tanto el Gobernador del Estado, César Duarte, como el alcalde de la capital, Marco Adán Quezada, sabedores de cosas que los demás ignoramos, previnieron a sus compañeros de partido, muy seguramente, porque no se estila que dichas prevenciones se hagan a los integrantes de las otras fuerzas políticas, y menos en el momento actual en el que el PRI es el partido mandón en los procesos electorales en Chihuahua, que intentan convertirse en los candidatos a las alcaldías por su partido en el ya inminente proceso electoral local, que no se adelantaran a los tiempos. A su modo, cada uno les advirtió. Duarte les dijo que se les “puede acabar el calendario” y Quezada pidió “respeto” para ambos y, además, como si al interior de la administración municipal existiera un grupo de funcionarios desatendiendo sus quehaceres por trabajar a favor de algún aspirante, les espetó que “si quieren comprometerse, si quieren trabajar a favor de alguno de los aspirantes, que presenten su renuncia, yo lo puedo entender perfectamente, entiendo que cada persona tiene derecho de buscar un aliado, pero en este momento su prioridad debe ser la administración pública” y determinó que era “prematuro” que empezasen a surgir nombres de quienes buscan sucederlo en el cargo. Cosas semejantes habría declarado una semana antes: “Aquellas personas que precipitan sus acciones, que se aceleran, se equivocan y le faltan al respeto a quienes están en el puesto; si desde ahorita se da una lucha encarnizada por la presidencia municipal, ya me imagino cómo, en el mes de enero, llegarán a una contienda interna, van a llegar muy desgastados y no van a poder ni verse”. Pero hete aquí que la semana anterior, los actuales diputados federales de la ciudad de Chihuahua, los priistas (¿Cuáles, si nó?) Alejandro Cano y Maurilio Ochoa, celebraron sendos actos anunciados por ellos como el tercer informe de sus respectivas actuaciones en el Congreso de la Unión, pero cuya realización pareciera no haber contemplado ningún objetivo relacionado con el fin de informarle, de veras, a la ciudadanía de cuales fueron sus actuaciones. Y es que ambos, a la salida de tales eventos admitieron, igualmente, cada uno conforme a su estilo, sus aspiraciones de convertirse en el abanderado del PRI en la disputa por la alcaldía. Intentando igualar el estilo del extinto Artemio Iglesias, fabricaron frases y figuras coloquiales, seguramente con el objeto de hacerse simpáticos ante el cotarro. “Hace cinco años me bajaron del caballo y quiero volverme a subir”, afirmaría el ex alcalde capitalino, Alejandro Cano, en tanto que Maurilio Ochoa nos anunciaría que después “de los buñuelos” y luego de superar el trance de “la toma de posesión de Enrique Peña Nieto”, daría a conocer sus aspiraciones de suceder a Marco Adán Quezada. Tales expresiones y eventos públicos nos llevan a pensar, y por lo menos a especular, que ya habían sido autorizados a no faltarle el respeto a quien no se le debe faltar, y menos si se aspira a una posición política en Chihuahua. Hasta ahí todo bien, parece, pero el modo de anunciar los “informes” legislativos y los objetivos propuestos hacen pensar que estamos frente a un proceso de regresión en materia de formas políticas, algo que ya el ideólogo priista, Jesús Reyes Heroles, el diseñador de la primera gran reforma política del viejo régimen priista del siglo anterior, les había heredado a sus compañeros al decirles que “en política, la forma es fondo”. Digámoslo claramente, esos actos fueron concebidos para ser algo así como el punto de arranque de la carrera en pos de la candidatura priista a la alcaldía de Chihuahua. Ambos legisladores intentaron mostrar el “músculo”, es decir, la cantidad de simpatizantes de su causa, pero no cualquier grupo de ellos, sino los de la cúpula política de la entidad pues en ambos actos –por supuesto, realizados por separado– prácticamente los únicos invitados fueron, precisamente, los gobernantes del momento actual, y solo los de su partido. Alejandro Cano fue más allá, en lugar de celebrar un acto “de frente” a sus representados, pero a todos y sus representantes en la sociedad, decidió celebrar el informe legislativo a los ciudadanos ¡En la sede del Comité Directivo Estatal de su partido! para, con ello, enviar la señal de que lo buscado no era difundir entre los ciudadanos la labor realizada, sino, entre los suyos, intentar demostrarles que es el mejor para la contienda próxima. Por demás está decir que a ambos actos se había anunciado la presencia del Gobernador César Duarte, y a ninguno llegó, por decisión propia o por las contingencias de sus traslados entre Chihuahua, la ciudad de México y Monterrey de esos días. Más avezado en ese sentido, Maurilio Ochoa resolvió celebrarlo en un lugar “neutral”, el Teatro de los Héroes, pero con el mismo defecto de Cano, invitar sólo a los suyos, y de ninguna manera al resto de la sociedad. No es una disquisición barata la mostrada hoy. Tiene extrema relación con las formas de hacer política en los actuales momentos, sobre todo la que realizan los miembros del PRI. Su partido está hoy pasando por uno de los momentos más difíciles de su existencia. Aparentemente no es así, dirán más de tres, pero el hecho de ser el partido hegemónico en el país y de ser el que, por lo menos en los datos oficiales hasta hoy existentes, obtuvo la mayoría en la elección presidencial, enfrenta, sin embargo, un severísimo cuestionamiento hacia sus métodos de como hacerse de la mayoría de las preferencias electorales. Lo que ahora discute el país entero, además de la pretensión de Andrés Manuel López Obrador, de anular la elección, es la forma en que, presuntamente, se financió una parte importante de la campaña electoral de Enrique Peña Nieto, si no es que toda, en cantidades infinitamente superiores a los topes de campaña establecidos y que cuestionan la salud moral de este partido porque, además, pareciera haber usado el esquema del lavado de dinero del crimen organizado. De ese tamaño es el reto para el priismo nacional. Y si sus formas, métodos y posturas se repiten en el mismo sentido, seguramente que crecerá el número de ciudadanos que lo cuestionarán y se repetirán hasta la saciedad las frases de que este partido se fue del gobierno, porque la mayoría de los ciudadanos se hartaron de eso, y ahora que eventualmente regrese, va a ser el mismo de antes. Porque hacer actos sólo para congraciarse con el militante que, aparentemente, lo va a hacer todo, solo, es una regresión, no solamente para los miembros del PRI, también para el gobernante y los aspirantes, porque ¿Cómo va a considerarse una falta de respeto el hecho de anunciar que se aspira a convertirse en alcalde de su ciudad? Sería una falta de respeto si con esa actitud no subordina sus aspiraciones a la determinación del único que decide en un partido, y eso, por supuesto, que es la mejor manifestación del grave retroceso político sufrido por nuestra sociedad, y no solamente el Partido Revolucionario Institucional, porque entonces nos muestran que sólo se busca la aprobación del poderoso, para que todos estén pendientes de la menor señal del militante más influyente, y actuar en consecuencia. Es decir, especular de modo verdaderamente ingrato: –¿Te fijaste el movimiento de las cejas cuando dijo tal y cual cosa? –¿Viste cómo le apretó la mano cuando lo saludó? –N’ombre, las mejores frases fueron para mengano, ese es el bueno... Retroceso indubitable, o quizá, una etapa mas regresiva que las anteriores.

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