jueves, 29 de marzo de 2012

Nostalgia y despedida

El Diario, 29 de marzo de 2012
Luis Javier Valero Flores
No obstante las múltiples llamadas de atención, las quejas de las fuerzas políticas, y los análisis de infinidad de periodistas o especialistas en materia electoral, Felipe Calderón insiste en ser parte del proceso electoral, de mejor -¿Peor?- manera que su antecesor, Vicente Fox.

Ayer mismo, en un inusitado acto, del cual no hay antecedentes, ni justificaciones, intentó montarse en el debate electoral, a unas horas de dar inicio las campañas electorales y, por tanto, de estar impedido de publicitar la obra pública de su gobierno elaboró un apretado resumen de su gobierno, para salirle al paso a las críticas que, dijo, harán los partidos y los candidatos, a su gobierno, porque, aseveró, “a diferencia de otras democracias, en nuestro país no será posible que el gobierno exprese con esa misma libertad sus argumentos o sus puestos de vista”, pues “en pleno uso de su libertad de expresión, los candidatos y partidos podrán cuestionar, como siempre lo han hecho, al gobierno que encabezo” y para que, en su concepción, exista un “debate mejor informado” convocó a la celebración de ese acto para “hacer un balance lo que a mi juicio son los elementos y los cambios fundamentales que ha vivido nuestro gran país en los últimos cinco años”.

Esas fueron sus palabras iniciales, y a continuación hizo una apasionada defensa de su gobierno, de la política en materia de seguridad y nos espetó decenas de hechos, fundamentales en su opinión, de los éxitos alcanzados por su administración en el combate a los criminales, fundamentalmente los relacionados con el tráfico de drogas.

Más de uno podría razonar que nada de malo existe en los hechos hasta ahora relatados, sin embargo, existe un mar de fondo en ellos, a cual más de preocupantes.

Efectivamente, en otros países el partido gobernante, y sus integrantes, pueden participar activamente en los procesos electorales, y nada pasa, el problema estriba en que la estructura del gobierno en México está concebida para contribuir al sostenimiento del partido en el gobierno; si bien ya ha desaparecido en buena parte el corporativismo -aunque existe, y de manera extremadamente lesiva y dolorosa para el país en el magisterio- lo cierto es que el Estado mexicano tiene una estructura patrimonialista. Ante ello, los múltiples candados al ejercicio del presupuesto público, a favor de los candidatos del partido gobernante, y las prohibiciones a los gobernantes para reelegirse de manera inmediata, así como la de prohibir el uso de recursos públicos en apoyo a algún candidato o partido, forman parte esencial del enorme entramado legal elaborado para preservar las contiendas electorales.

Sirva un dato para echar abajo las “nostalgias” seudo democráticas de Felipe Calderón: En Suecia, la ley de transparencia fue aprobada a fines del siglo XVIII -cerca del 1800- y en México, a principios del siglo ¡XXI

Y ese es, solo, uno de los parámetros para medir el grado de avance democrático de una sociedad; por desgracia estamos a años luz de tales alcances y por ello la sociedad mexicana, y sus partidos, han construido un complejo entramado legal para impedir, a como dé lugar, el uso patrimonialista de los recursos públicos, la intromisión de los gobernantes en los procesos electorales, la reelección y las complejas reglas electorales.

Muchos creyeron que tales objetivos podrían construirse de mejor manera a la llegada del PAN al gobierno y que este pondría fin a la cultura patrimonialista, que se comportaría como la fuerza del campo democrático que se reclamó ser a lo largo de su existencia como partido de oposición.

Eso podría esperarse de un hombre como Felipe Calderón, siendo, como lo fue, un hombre formado en la oposición. No lo fue, en cambio, adoptó varios de los peores rasgos políticos de sus antecesores, y del partido que lo fue todo a lo largo de más de medio siglo y ahí lo tenemos, subido a un pódium intentando ser parte del debate de la campaña presidencial, sin darse cuenta que otros son los protagonistas del debate.

No se ha dado cuenta y pretende convertirse en factor fundamental de la campaña presidencial y no escucha los múltiples reclamos de su candidata, que a cada rato le comunica a los mexicanos que está enfrentada a su compañero de partido, del cual fue cercanísima colaboradora y la coordinadora de la campaña del 2006.

Hoy están en las esquinas del ring y su partido, el gobernante, totalmente fracturado. Pero Felipe no se da cuenta, solo escucha los aplausos de los suyos…

Igual que los otros, los que estuvieron ahí antes…

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