jueves, 1 de marzo de 2012

¿Cambiar de estrategia?

El Diario, 1 de marzo de 2012
Luis Javier Valero Flores
El ex presidente Vicente Fox, en una entrevista reciente, afirmó, en la que fue una de las más ásperas declaraciones en contra de Felipe Calderón –luego de una incursión de elementos de la PGR a su finca–, que la estrategia seguida por el actual ocupante de la residencia presidencial es un completo fracaso y que “la intervención directa del Ejército contra los grupos del narcotráfico por decisión de Calderón ha dejado como consecuencia un incremento en la criminalidad”, que en su sexenio terminó en un promedio de nueve crímenes por cada cien mil habitantes mientras hoy se registra una cifra de 20, “más del doble”. (Nota de Verónica Espinosa, 22 de febrero de 2012, agencia Apro).

Los juicios de Fox son tajantes: “Si se argumenta que la estrategia actual ha resuelto las cosas, pues ya pasaron cinco años, ¿hasta cuándo vamos a esperar a que se resuelvan las cosas? Creo que con inteligencia y sabiduría se va a construir ese camino a la paz y dejar atrás esta guerra”.

Por su parte, todos los aspirantes a la Presidencia de la República han planteado, en materia de seguridad pública, que de triunfar replantearán la actual estrategia y “sacarán” al Ejército del patrullaje de las calles y cambiarán la forma actual de usarlo para combatir al crimen organizado, en su modalidad del tráfico de enervantes, una vez saneadas las corporaciones policiacas. Ese ha sido el discurso de Felipe Calderón a lo largo de su gestión. Pero el desarrollo de la ola de violencia en Juárez –y de cierta manera también en la capital del estado– está mostrando otra realidad.

Aunque con altibajos, la cifra de homicidios ha disminuido respecto al año 2010 –en el que se alcanzaron cifras históricas para Juárez y el estado –y el resto de los delitos, denominados por las autoridades, de alto impacto– también han sufrido una baja, variable, dependiendo del tipo y no en la dimensión que deseáramos todos, pero en los que se advierte un notorio descenso, más allá de la percepción ciudadana pues el impacto sufrido por quienes han sido víctimas –y sus allegados– los hace más sensibles ya que el número presentado es tan alto que una disminución del 20% sólo es apreciado en el seguimiento de la estadística.

Pero tal comportamiento de la incidencia delictiva poco o nada tiene que ver con la actuación de las fuerzas federales –por lo menos en el caso del estado de Chihuahua en su conjunto– pues la llegada (lo hemos repetido incontablemente) del Ejército Mexicano a Juárez y la puesta en práctica de la Operación Coordinada Chihuahua, detonó el número de ejecuciones. Muchos meses después, el Ejército fue sustituido por la Policía Federal y las cifras homicidas prácticamente se mantuvieron, con el agravante de que otros delitos se dispararon en el antiguo Paso del Norte, especialmente las extorsiones y los secuestros. A tal grado que a su salida de la ciudad la percepción generalizada fue que con ese motivo se habían abatido sensiblemente tales delitos, tal y como fue recogido en el portal de El Diario de Juárez, en el que más del 80 por ciento de los visitantes del sondeo así lo afirmaron.

Pues bien, si las fuerzas federales ya estaban fuera de Juárez y de acuerdo con las declaraciones del jefe de la policía municipal, Julián Leyzaola, a los días de asumir el mando de la corporación –hace un año– cuando afirmó que por lo menos uno de cada cuatro elementos de la policía municipal no eran dignos de confianza ¿qué fue lo ocurrido para que disminuyera la incidencia criminal, especialmente la homicida?

La primera hipótesis podría consistir en que la dinámica de la guerra sostenida por los cárteles los haya llevado a disminuir el nivel de enfrentamiento, ya sea por el desgaste y las bajas sufridas; o que uno de ellos haya alcanzado la hegemonía y el control, por tanto, de las rutas y el territorio.

Una tercera podría ser la sostenida por el periodista Raymundo Riva Palacio unos días atrás en estas mismas páginas, en la que afirmaba que han caído tantos mandos y sicarios con experiencia, ya sea por haber sido aprehendidos o por haber muerto, que eso ha obligado a los cárteles a disminuir la intensidad del enfrentamiento.

Cualquiera que fuese la explicación –de las señaladas– la conclusión es pavorosa: en ninguna se aprecia la fuerza del Estado mexicano para incidir en él; si acaso sólo en esta última por la aprehensión de algunos de algunos mandos operativos de los cárteles.

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