jueves, 28 de julio de 2011

Interrogantes sin respuestas

El Diario, 28 de julio de 2011
Luis Javier Valero Flores
Los más preocupantes hechos de los últimos días acaecidos en las dos principales urbes chihuahuenses desatan puras preguntas, semejantes a las realizadas en los últimos años y, como aquellas, sin respuestas.

La ejecución de diecisiete reos en el penal de Juárez y el sorpresivo paro del transporte urbano en la tarde-noche del martes en la ciudad de Chihuahua, como protesta de los dueños de las concesiones ante la ola de violencia desatada contra ellos, aparentemente como resultado de las extorsiones efectuadas recientemente, constituyen una faceta más de la escalada de violencia y degradación social sufridas por los chihuahuenses.

¿Quiénes autorizaron la celebración de la orgía en el penal juarense la noche del domingo? ¿Quiénes autorizaron la entrada de prostitutas, drogas, licores y armas? ¿Quiénes los participantes de ese festín? ¿Dónde las autoridades?

Más aún ¿Quién dio la orden de disparar al vehículo del jefe policiaco Julián Leyzaola en esa noche, la del lunes, de confusiones, terror, disparos y sangre en el penal?

Y si nos remontamos al pasado reciente ¿Qué resultados arrojaron las investigaciones acerca del asesinato del escolta del alcalde juarense Héctor Murguía a manos de policías federales; y las del incidente posterior en el que los escoltas de este fueron amenazados, también por polifederales?

Este episodio muestra, al igual que el acontecido semanas atrás en el viejo penal de Chihuahua, ahora denominado Unidad de Bajo Riesgo, que los penales son de los lugares mejor controlados por los integrantes del crimen organizado, que ahí no existe el mínimo respeto de los delincuentes por la autoridad y que devela nítidamente la incompetencia de las autoridades de los tres órdenes de gobierno; aunque deberemos hacer la precisión que en la presente ocasión, como en el de Chihuahua, los ahora responsables provienen de las fuerzas federales y han sido promovidos a esos puestos por los acuerdos de los titulares de los ayuntamientos y del poder ejecutivo del estado, a propuesta de los mandos militares, o de la Secretaría de Seguridad Pública Federal.

Lo más inquietante del caso es que, independientemente de su jurisdicción, sean municipales, estatales o federales, ninguna autoridad ha podido controlar un territorio y unas instalaciones que, se supone, están hechas para ejercer el máximo de los controles, construidas para “reinsertar”, a los que ahí se recluya, a la sociedad.

Pues no.

Y si la situación arde en Juárez, en la capital no está mejor, al contrario, con los días pareciera que estamos frente al mismo proceso degradante y progresivo sufrido por los juarenses en los años previos.

La escalada sufrida por los habitantes de la capital pareciera repetir aquel patrón, presentado a partir de los primeros meses del 2008, justamente cuando se daba la alerta del crecimiento desmesurado de la violencia y de los homicidios. Luego aparecieron los secuestros y las extorsiones y el incremento del resto de los índices delictivos.

Lo posterior es el presente de Juárez, prácticamente paralizada la actividad económica, ausente la gente de las calles, de los centros de diversión y esparcimiento; y decenas, miles de casas y locales comerciales vacíos.

Los asesinatos de connotados profesionistas, de propietarios de restaurantes; los incendios de madererías, de restaurantes, de taxis y autobuses de transporte urbano y la ola de extorsiones desatadas en las últimas semanas, así como el incremento de robo de vehículos a mano armada han puesto en jaque a los capitalinos.

La cereza del pastel la otorgaron los dueños de las concesiones del transporte urbano. Justamente irritados a causa de los ataques de los dos días más recientes, decidieron realizar una de las medidas de protesta más irracionales de que se tenga memoria.

En lugar de efectuar su protesta en mejores condiciones, previniendo a la sociedad, a sus usuarios, esos que podrían ser sus mejores aliados, decidieron -¿Quién lo decidió, el sempiterno líder cetemista, Doroteo Zapata, o algunos de sus subalternos?- paralizar al transporte urbano en las primeras horas de la tarde-noche del martes y con ello dejar en la indefensión a muchos de los desfavorecidos económicos de la capital del estado, los usuarios del transporte urbano.

Extraña manera de protestar ¿O esa medida tuvo que ver con la instrumentación del nuevo sistema de transporte?

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