martes, 30 de marzo de 2010

Podredumbre en el PRD

Luis Javier Valero Flores
El Diario, 30 de marzo de 2010
 
No eran pocas las voces que al interior del PRD llamaban la atención al “extraño” acercamiento de la actual dirigencia nacional –hegemonizada por el grupo Nueva Izquierda (NI), de Jesús Ortega– al gobierno de Felipe Calderón; se llegó a decir que la entonces diputada Ruth Zavaleta, también integrante de ese grupo, había “guardado” su lugar en la tribuna de la Cámara de Diputados para el senador priista Manlio Fabio Beltrones, a fin de que éste pudiese ocupar su lugar en la presidencia del Congreso y así Calderón tomase posesión en aquel polémico 1º de diciembre de 2006.

Luego, tras otra accidentadísima elección, por fin Jesús Ortega logró acceder a la presidencia nacional perredista, al obtener un muy cuestionado triunfo sobre Alejandro Encinas, hombre de todas las confianzas de López Obrador, gracias a un muy controversial fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que, no deberá olvidarse, preside la amiga de Margarita Zavala, María del Carmen Alanís Figueroa, en una sesión en la que el magistrado Pedro Esteban Penagos ilustró muy claramente lo sucedido en esa elección y el modo en el que los magistrados echaron abajo la anulación de la elección que habían decidido los órganos internos del PRD.

Penagos dijo en aquella sesión: “es innegable que se trata de una elección viciada, (pero) este vicio sólo quedó demostrado en el 22.88 por ciento de las casillas”.

Es decir, la muchacha estaba embarazada, pero poquito.

Bueno, ni que detenerse en los muchos episodios de ríspidos enfrentamientos entre los agrupamientos de NI y los dirigidos por López Obrador, hasta los más recientes desatados con motivo de la decisión de la dirigencia nacional de buscar y aceptar las alianzas electorales con el PAN, a pesar de que en prácticamente todos los temas trascendentales las posturas de ambos partidos son diametralmente opuestos.

Pues ahora resulta que el presidente nacional del PRD, Jesús Ortega declaró no descartar la posibilidad de ir en alianza con el PAN para las elecciones presidenciales de 2012. Lo importante es acabar con los gobiernos caciquiles del PRI, dijo. Además, y contra toda lógica, ya no la priísta, sino la común, anunció que tiene la intención de “formalizar” una alianza con el PAN en las elecciones a gobernador del Estado de México.

Además, sostuvo que temas polémicos como el aborto y los matrimonios gay no serían “impedimento para querer que se termine con los cacicazgos en el país”, como si México fuera la nación de los años 50 del siglo pasado, cuando los cacicazgos regionales efectivamente eran de horca y cuchillo y tuvieron supeditada a la población.

Reacio a aceptar la realidad y el enorme rechazo, ya no sólo perredista, sino popular, a las alianzas pactadas en Oaxaca, Durango, Puebla e Hidalgo, catalogó a quienes se oponen a ellas como “algunas voces discordantes”.

Y ya encarrerado destapó a los coordinadores parlamentarios del PRD y del PAN, Alejandro Encinas y Josefina Vázquez Mota, respectivamente, como posibles abanderados de tal alianza estatal.

Tal declaración lleva a darles la razón a quienes, desde el interior del perredismo, ubicaron a la corriente de Ortega como muy proclive a llegar a acuerdos con los blanquiazules, pero a aquellos contrarios a la lógica política que tiene como uno de sus ejes centrales el de la ética y la congruencia.

¿Cómo olvidar, por ejemplo, la profunda discordancia entre panistas y perredistas en materia de la industria petrolera? ¿O en lo general, en la energética? ¿Y en materia fiscal, a poco no existen, por lo menos las manifestadas en todos los años recientes? ¿Y en la más reciente, y más profunda, que es la “guerra” de Calderón?

Todo lo anterior, para no abordar los temas más polémicos del aborto y los matrimonios homosexuales, en los que el panismo ha reaccionado como si fuera sucursal de la Iglesia católica coordinando a sus gobernadores para que recurrieran a la Suprema Corte de Justicia, en sendos emplazamientos de recursos de inconstitucionalidad.

Esa alianza ¿bajo qué programa gobernaría? ¿Con cuál, si son antagónicos?

Y no se puede argumentar que es para luchar en contra de los “cacicazgos”, cuando los gobernantes panistas actúan, y han actuado a lo largo de la década favoreciendo al principal y peor de los actuales, el de Televisa.
Y si nada los une, desde el punto de vista programático, entonces sólo queda como explicación el de los arreglos alejados de la ética y la congruencia política.

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