miércoles, 25 de noviembre de 2009

Irma Campos

El Diario, 24 de noviembre de 2009
Luis Javier Valero Flores
Con plena solidaridad al amigo Ernesto Ramírez por la desaparición de su padre, Ernesto Ramírez Durán. Ya tendremos tiempo, algún jueves, de darle ánimos.
Imposible dejar de mencionarlo, son muchas las angustias, los apretones de las últimas horas en el priismo son estrujantes. El Consejo Estatal del PRI se reunirá el próximo sábado, con seguridad, para esa fecha ya se sabrá el mecanismo que usará el priismo para elegir a su candidato a la gubernatura y, aseguran algunos podría darse el hecho que para el mediodía del sábado ya se sepa quien disputará ser el sucesor de Reyes Baeza.
A ese tema, necesariamente, habremos de regresar. El otro asunto, es uno de dolor. La compañera Irma Campos Madrigal murió en la mañana del domingo víctima del flagelo de nuestra sociedad, (bueno, uno de ellos, el que ahora ha sido desbancado por la desquiciada ola homicida) el cáncer de mama.
Siendo todos los fallecimientos lamentables el de Irma toma tonos distintos y se convierte en uno de los de mayor tristeza porque fue de las mujeres que más tiempo, esfuerzo, dedicación, abnegación y terquedad le dedicó a defender los derechos de las mujeres.
Un episodio, comentado por su compañero de toda la vida, Jaime García Chávez, la retrata de cuerpo entero. Dice Jaime que poco después de casarse, le dijo a Irma que ya estaban en la casa de ambos y que él le ayudaría en el mantenimiento de la misma. La casa también es tuya, le dijo Irma, y como tal, tienes la obligación de mantenerla limpia.
O séase, igual que ella. Esa era Irma en la privacidad, ahora desvelada por quien la acompañó la mayor parte de la vida de ambos, convertidos en dos de las figuras míticas de la izquierda chihuahuense, ella empeñada en hacer que las políticas públicas contuviesen infinidad de aspectos que les garantizasen a las mujeres los mismos espacios que ejercían los hombres, y no hablamos, sólo, de los espacios políticos, no, sino de los de la casa, el centro de trabajo, los de los derechos políticos y sociales y, por supuesto, de los del ámbito económico en los que siempre estuvo presta a exigir de los patrones el pleno respeto a la legalidad laboral vigente y siempre aferrada a mejorarla en beneficio de las féminas.
En la parte final de su vida –ahora sabemos- participó entusiastamente, primero, en la ayuda a las mamás de las víctimas del feminicidio en Chihuahua y, luego, en la protesta, a todos los niveles, para obtener de la opinión pública nacional e internacional la necesaria atención al tema que luego se conocería mundialmente como el de Las muertas de Juárez, máxime cuando esa tragedia abarcó a poco más de una decena de familias de la capital del estado.
Irma, al lado de otras no menos empeñosas y tercas lideresas derechohumanistas y feministas de las dos principales urbes chihuahuenses, dio origen a las “Mujeres de negro”. Aún la recuerdo cuando planearon aquella primera marcha de Chihuahua a Juárez para colocar la cruz en el puente fronterizo del centro del antiguo Paso del Norte. Hervían de actividad y entusiasmo cuando diseñaban hasta el atuendo –que luego se haría de fama mundial- con el que nacería este singular grupo y cuyas protestas hicieron que el mundo volteara –literalmente- sus ojos a Juárez y Chihuahua y repudiaran la indolencia y la corrupción de las autoridades locales, así como su ineptitud y apatía para esclarecer los crímenes en contra de las mujeres.
Ninguno de los que participaron al lado de Irma y Jaime podrán recordar alguna actividad política sustantiva en la que estuvieran separados; pasarán muchos años para que se nos borren las imágenes de ambos caminando por las carreteras de Chihuahua en la marcha de las mujeres de negro; o afiebrados, asoleados en la Plaza Hidalgo, tercos en obtener las más de 20 mil firmas de chihuahuenses, exigiendo la creación de una nueva forma de fiscalizar el ejercicio de los recursos públicos a través de la creación del Tribunal de Cuentas, que era su propuesta
El tiempo pasó, los crímenes, -con las características de los acaecidos desde principios de la década anterior y hasta principios de la actual- cesaron, no así los derivados de la violencia intrafamiliar y las mujeres de negro persistían en obtener respuestas de las autoridades. Ahí participó Irma, ya enferma pero con la entereza y la dureza (en ocasiones) de siempre.
Lo hizo hasta el último de sus días.
También la recordaremos por lo “claridosa” que era; no siempre decía las cosas precisamente con dulzura. También eso le agradeceremos –se lo agradecemos. Por todas esas cosas, muchos le recordaremos.

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