domingo, 29 de noviembre de 2009

¿Candidato de unidad en el PRI?

El Diario, 29 de noviembre de 2009
Luis Javier Valero Flores
Ayer, al aprobar el Consejo Político Estatal del PRI elegir a su candidato al Gobierno del Estado por medio de una convención de delegados, probablemente ya se resolvió quien será el ungido. Si tal aserto fuera certero, seguramente César Duarte podría amanecerse con la certidumbre de que “el voto secreto” ya lo benefició. Por supuesto, hacer tal pronóstico resulta aventurado, pero a la luz de los antecedentes, del comportamiento de los aspirantes y de la tendencia general mostrada por los integrantes del máximo órgano de dirección priista en la entidad, ese podría ser resultado del cónclave del PRI.
Excesivamente preocupados por el mantenimiento de la unidad, por lo menos en el discurso, los priistas que hicieron uso de la palabra para proponer las asambleas de delegados esgrimieron como principal, y en ocasiones único argumento, el de mantener la unidad, hasta llegar el extremo, en el colmo de la subordinación política, de la frase usada por Oviedo Baca –el dirigente juvenil- de que sin unidad “el método sale sobrando”, o el de la delegada del Comité Nacional, Adela Cerezo, quien expresó que “un partido dividido no puede ser opción de gobierno”.
Pero tales preparativos y pronunciamientos podría salir sobrando si hacemos caso a la primera determinación aprobada por el Consejo priista: La de facultar a la dirigencia estatal a celebrar las alianzas electorales con los partidos que así acuerden.
De celebrarse tal eventualidad, entonces la designación ni siquiera pasaría por las asambleas de delegados sino que sería tomada por la dirigencia del PRI y adiós a todas las elucubraciones acerca de los márgenes de vida democrática en ese partido, que sigue mostrando, casi una década después de haber perdido la presidencia de la república, intactos los mecanismos de actuación de los órganos dirigentes y de funcionamiento de sus militantes: Todo debe arreglarse entre los de arriba y nosotros nomás acatamos.
Ahora, en la decisión del Consejo priista, el perdedor, aparentemente, es el ex secretario de Fomento Social, el también deliciense Oscar Villalobos, quien después de transitar durante la primera mitad del actual gobierno en la Secretaría de Desarrollo Municipal, es el único (bueno, fuera de Fernando Rodríguez Moreno) que participó activamente en la construcción de la candidatura de Reyes Baeza y se pronunció públicamente por la elección directa.
Ex integrante del grupo de Artemio Iglesias, fue elemento destacadísimo en la construcción de la candidatura de Reyes Baeza pues lideró a quienes se identificaban aún como parte de ese grupo, marginados del gobierno, de las candidaturas y de la dirigencia partidaria.
A diferencia de seis años atrás, ninguno de los ahora pretendientes al cargo puede ser señalado como el favorecido por el mandatario, a ninguno le podemos colgar la etiqueta de ser el favorito y, fuera de Fernando Rodríguez Moreno, el líder de los diputados locales, a ninguno se le puede considerar como miembro del grupo de Reyes Baeza.
Así, por tercera ocasión consecutiva, el gobernante chihuahuense deberá enfrentar el hecho de que el candidato de su partido no era el candidato deseado inicialmente por él, ni, además, que perteneciera a su grupo.
Así ahora, si bien todos los precandidatos (y tienen esa categoría independientemente de lo que diga el IEE y los tiempos legales de las precampañas) le guardan muy altas consideraciones a Reyes Baeza, la mayoría no se encuadran en el grupo de mayor confianza del deliciense.
Digámoslo claramente, la verdadera contienda política es entre tres, Héctor Murguía, César Duarte y Oscar Villalobos. El ex alcalde capitalino, Alejandro Cano, el actual de Juárez, Reyes Ferriz, y Fernando Rodríguez Moreno no son considerados por infinidad de priistas con los cuales el escribiente ha conversado como verdaderos candidatos, se les ubica, más bien, como elementos de disuasión y de atemperamiento de la confrontación que pudiera suscitarse entre los que sí han dicho, expresamente, buscar la gubernatura.
De todos ellos al que podría considerársele como el más alejado de Reyes Baeza sería al ex alcalde juarense, Héctor Murguía, pero de ninguna manera se le puede ubicar como adversario o disidente, al contrario, por lo menos públicamente, Reyes Baeza desplegó una intensísima actividad y fue factor esencial para elevar astronómicamente la inversión del gobierno estatal en la construcción de obra pública en Juárez mientras Murguía fue alcalde.
Y todos, eso sí, no podrán alegar haber sido obstaculizados por el mandatario, al contrario, a su sombra obtuvieron las últimas posiciones de poder, las mismas que les permitieron llegar hasta donde están el día de hoy, como aspirantes a sucederlo.
Pero seguramente Oscar Villalobos es quién podrá argumentar mayores méritos para hacerlo pues sus esfuerzos y sus capacidades organizativas le sirvieron a Reyes para llegar a Palacio de Gobierno, pero no se podrá quejar, luego del paso de Carlos Carrera por la más rimbombante de las secretarías, la que da lustre político-electoral, la de Fomento Social, Villalobos fue enviado allá a fin de que en el proceso construyese su candidatura; sin embargo, el síndrome de los familiares en las candidaturas hizo mella en la de Villalobos (por lo menos para el escribiente y decenas de priistas que, casi uniformemente, repetían -¿Otro de Delicias y, además, familiar? ¡No!-) y poco a poco le hizo perder “puntos” en la percepción popular y priista.
Otra es la trayectoria de los últimos años de César Duarte. Identificado plenamente con Patricio Martínez (siendo cierto o no, así se le percibía) gracias a las negociaciones de último momento de Heladio Ramírez, líder nacional de la CNC, para las elecciones del 2000, logró ubicarlo en el lugar 16 de la lista plurinominal del PRI, parecía destinado a sólo ocupar un lugar en ella, pero la catástrofe electoral de su partido le permitió acceder a la Cámara de Diputados, primero, y en 2004, al Congreso del Estado. En 2006, nuevamente a la primera, en la cual, en el último año, alcanzó la presidencia de la misma gracias a sus relaciones políticas personales y a la llegada, a la presidencia partidista, de Beatriz Paredes, ex lideresa de la CNC.
Ducho en la construcción de redes y relaciones políticas, Duarte fue uno de los más fuertes defensores del desaparecido líder campesino del noroeste Armando Villarreal y construyó una excelente relación con el grupo gobernante, reforzada por la siempre labor política de Mario Tarango, líder de los diputados locales en la primera mitad del sexenio de Reyes Baeza cuando coincidieron ahí.
Pareciera tener todo en la mano, salvo lo que pudiera efectuar el otro más fuerte de los aspirantes, Héctor Murguía. Sabedor de su enorme carisma con los sectores populares de la frontera, gracias a lo cual fue capaz de recuperar para el PRI la mayor ciudad chihuahuense, durante los años previos fue construyendo una red de apoyos en el resto de la entidad, hasta concitar la simpatía de la mayoría de los diputados locales y la de algunos integrantes del gabinete estatal; siempre trató de no aparecer como adversario o distinto a quienes gobiernan hoy Chihuahua, de quienes recibió un trato privilegiado en el cuidado de la revisión de las cuentas públicas de Juárez durante su mandato.
Jamás se le señaló deficiencia alguna por el Congreso del Estado, mucho menos alguna pequeña desviación, salvo el caso de la primer licitación del Camino Real, la vialidad, a la postre, más importante construida durante su gobierno. Salvo las denuncias de la oposición panista y de algunas organizaciones de la sociedad civil juarense, nada enturbió su mandato. Sólo hasta la llegada de Reyes Ferriz a la alcaldía, en 2007, se tuvo pleno conocimiento de algunas irregularidades cometidas en aquel trienio. Las deudas a los proveedores del municipio y la inutilidad del Camino Real, así como el generalizado rechazo a la construcción de la ciudad Vallina y las innumerables y millonarias canonjías concedidas a su propietario, fueron superadas por el escándalo desatado con motivo de la detención de Saulo Reyes, su último director de Seguridad Pública, por la policía norteamericana, cuando intentaba negociar la venta de un cargamento de mariguana.
Una cosa no podrá negar Murguía, (y seguramente se puede convertir, a la postre, en uno de los principales argumentos para no quedarse con la candidatura), su estrecha relación con el detenido en El Paso, desde los tiempos de la campaña electoral del 2004, pues Saulo Reyes fue uno de sus financieros. Al asumir la alcaldía, las empresas de éste fueron ampliamente beneficiadas por la administración municipal.
Mucho se ha insistido, y más a partir de la llegada de Enrique Peña Nieto a la gubernatura del Estado de México, de la estrecha cercanía de Murguía con el poderoso grupo Atlacomulco al cual pertenece el publicitado aspirante presidencial. Por supuesto que no se puede soslayar tan importante vinculación, seguramente cierta pues aún se recuerda cuando en diciembre de 2004 la alcaldía juarense, dirigida por Murguía, permitió que la policía mexiquense escoltara a los paisanos originarios de aquella entidad, además de que por lo menos dos de los secretarios de seguridad pública de su administración -Marco Antonio Torres y Refugio Ruvalcaba- fueron cobijados por el gobierno mexiquense.
Sin embargo, se antoja difícil que un grupo, como el mexiquense se arriesgara a oponerse a la decisión –compartida- del gobernador de un estado y de la dirigente nacional priista para tratar de imponer al candidato de sus preferencias. Más aún, por si se olvidara, el chihuahuense más cercano al mencionado grupo es el actual senador Fernando Baeza.
El principal capital ostentado por Murguía para sustentar su candidatura era que en Juárez se podría alcanzar un triunfo inobjetable, tan contundente, que permitiría compensar las previsibles bajas votaciones en el resto de las principales ciudades de la entidad; sin embargo, los resultados de las elecciones federales de este año, en las que, en la práctica el PRI obtuvo la misma cantidad de votos en la capital que en Juárez, hizo añicos el argumento del juarense.
Pero no todo está resuelto. De acuerdo con todas las encuestas, las que hicieron públicos sus resultados, Murguía está adelante en las preferencias electorales.
Se podrán desestimar a la mayoría, pero el resultado de la efectuada por Mitofsky es un golpe político a las aspiraciones de Duarte, el cual sólo podría ser neutralizado si otros trabajos demoscópicos demostrasen que alguno de los factores negativos expuestos por la encuesta atribuida a la empresa Consultores y Marketing Político de Gisela Rubach –la elevada posibilidad de que el factor de rechazo a Murguía creciera tanto que neutralizara el diferencial a su favor- y entonces permitirle, como se aprecia, a la dirigencia partidista (la verdadera, la que tomará la decisión de ungir a alguien como el candidato de unidad en la convención de delegados) tomar la decisión más importante del gobierno de Reyes Baeza y favorecer al parralense.

No hay comentarios:

Publicar un comentario