martes, 12 de febrero de 2013

Renuncia

El Diario, 12 de febrero de 2013 Luis Javier Valero Flores Por lo menos la mitad del mundo se estremeció con la impactante noticia de la renuncia de Joseph Ratzinger al papado, en el cual se desempeñó con el nombre de Benedicto XIV, acto que pondrá en la máxima tensión el gobierno de la más importante de las iglesias del mundo occidental. Lo que ahí ocurre en nada parece diferenciarse de lo presentado en casi cualquier gobierno en el mundo, cosas que ahora empezamos a conocer con precisión gracias a las múltiples “filtraciones” ocurridas en los últimos años, y no solamente por las aportadas por el mayordomo del Papa, quien tuvo –por algunos meses– el extraño privilegio de ser el único prisionero en la cárcel del Vaticano en los últimos, por lo menos, 150 años. Más allá de las implicaciones que sufrirán los creyentes católicos, la importancia del hecho, y de la sucesión de Benedicto XVI, es muy grande, pues la opinión del Vaticano ha contado extraordinariamente en la elaboración de políticas públicas en muchos países. Las posturas de la iglesia católica en lo referente al uso de condones -por extensión en la prevención del Sida-, frente a los homosexuales, y por tanto en los matrimonios de éstos, así como la asumida en la interrupción del embarazo han influido decisivamente –para mal– en incontables gobernantes del mundo entero. De ahí que, más allá de la penetración e influencia espiritual de la iglesia católica, lo que hacen los más altos dignatarios de ella adquiere importancia mundial. Levantan marejadas de señales de alarma. El brevísimo discurso mediante el cual da a conocer su renuncia contiene inequívocas señales de que algo muy grave, incluso más allá de los argumentos señalados por Benedicto XVI, sucede al interior del Vaticano, algo que muchas publicaciones han dado a conocer en los años recientes y que pudiera desembocar en una brutal lucha por el poder, algo que ya ocurría a diario en todos los años del papado del alemán. Más aún, por las informaciones dadas a conocer recientemente, ahora podemos afirmar que todos y cada uno de los pasos que dan los más importantes de la jerarquía católica son previamente pensados con profundidad y analizadas fríamente las repercusiones que tendrán al paso del tiempo. Si hacemos caso a la abundante información otorgada por el periodista italiano Gianluigi Guzzi (“Las cartas secretas de Benedicto XVI, el libro que destapó el escándalo del Vaticano”, [mr] editorial Planeta 2012) solo podríamos llegar a la conclusión que lo anunciado ayer era del conocimiento de algunos de los más importantes y cercanos colaboradores de quien fuera durante largos 20 años el guardián de la fe católica, al frente de la Prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde la cual se armaron todas las argumentaciones de la Iglesia Católica alrededor de los problemas en que mayor interés tenía Juan Pablo II, de quien fue su mano derecha, particularmente en las posturas más conservadoras de su iglesia. Fue, por tanto, el documento de su renuncia, uno muy cuidado, pues sabían de las importantísimas repercusiones que tendría esa renuncia. Precisamente por los numerosos escándalos suscitados por integrantes del gobierno del Vaticano (conocidos fundamentalmente en Italia) una frase de la renuncia (… con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma) despierta -y despertará innumerables comentarios, no siempre agraciados para la élite católica- pues por todas partes asoman los conflictos desatados al interior, en los que invariablemente aparece el Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, a quien no pocas versiones ubican al lado de quienes hacen extraordinarios negocios no necesariamente lícitos, los mismos que han originado hasta resoluciones judiciales del más alto nivel en el que señalan que algunas operaciones bancarias violan las reglamentaciones e incurren en la figura del lavado de dinero. Bertone será una de las figuras en el cónclave que deberá reunirse para elegir al sucesor de Ratzinger, quien, según Guzzi, ha “conseguido construir una telaraña de poder, nombrando a cardenales y monseñores de su confianza en la dirección de numerosos organismos claves en el Vaticano”. (Obra citada, pp. 68). ¿Será el factor que incida en la sucesión? Dado su poder ¿Ignoraría la decisión de renunciar? Si la sabía, seguramente, como en todos los lugares del poder, tomó las previsiones necesarias Lo sabremos en un mes… aproximadamente.

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