viernes, 22 de febrero de 2013

Las mentadas de Leyzaola

El Diario, 21 de febrero de 2013 Luis Javier Valero Flores Las claridosas declaraciones del director de Seguridad Pública Municipal de Juárez, Julián Leyzaola, acerca de una llamada telefónica que le hiciera a 15 días de tomar posesión de su cargo, “el entonces líder de ‘La Línea’, Jesús Antonio Hernández Acosta, alias ‘El Diego’, para ponerse de acuerdo en la forma en la que iban a trabajar juntos”, son de las que levantan polvareda de la buena. Esto dijo el jefe policiaco del antiguo Paso del Norte: “Me dijo que él era el jefe de ‘La Línea’ en Ciudad Juárez y me habló para ponerse a mis órdenes y preguntarme cómo vamos a trabajar”, refirió. Leyzaola dijo que en respuesta le hizo saber que no iba a existir ningún arreglo con él y que había llegado a Ciudad Juárez a detenerlo. “Vas y chingas a tu madre, vine a partirte tu madre, a eso vengo –le dije–, y me colgó”, explicó el jefe policiaco. (Nota de Ramón Chaparro, El Diario, 19/II/13). Dos meses después de esa llamada, Hernández Acosta fue detenido, supuestamente en la ciudad de Chihuahua. –Si le contesté a “El Diego”, ¿por qué no a la gente de bien? –terminó diciendo el jefe policiaco, en alusión a la campaña de distribución de volantes que realizan agentes de la corporación en toda la ciudad y en la que se asienta el número telefónico del jefe. Pero estas declaraciones y los sucesos de los últimos días en el estado de Morelos –además de la salvaje cacería desatada en distintos momentos en contra de los policías municipales juarenses– en los que la nueva administración estatal, encabezada por el perredista Graco Ramírez (que se significó, desde muchos años atrás, por encabezar y/o participar en diversas protestas sociales en contra de la inseguridad en aquella entidad) ha estado sometida a una cruenta, muy cruenta, ofensiva, de la que se salvó milagrosamente el procurador de Justicia, Rodrigo Dorantes, y en la cual, no se sabe si guarda relación, el martes se informó del secuestro del ex secretario de finanzas del anterior gobierno estatal, de corte panista, pueden llevarnos a la conclusión de que la llamada de “El Diego” a Leyzaola no era lo extraño, al contrario. Para decirlo en otras palabras, ¿sólo a Leyzaola le llamaron los jefes de las bandas criminales en Juárez? ¿No será que a todos los jefes y mandatarios, por distintas vías, les llegan las “llamadas” de los criminales, cuyas respuestas, obviamente, no conocemos, pero que nos llevan a pensar malévolamente? Es moneda corriente –y por lo menos un ex gobernador, el de Nuevo León, Sócrates Rizzo García, lo aceptó– que la gente afirme que los distintos grupos criminales llegan a acuerdos con las autoridades. Tal especie siempre ha sido negada –o por lo menos la inmensa mayoría de los consultados por los medios lo hace– por las autoridades, algo que luego, justamente en medio de situaciones de gravísima confrontación, se da a conocer por distintos protagonistas, como fue el caso del primer secretario de Seguridad Pública del gobierno de Reyes Baeza, Raúl Grajeda, quien años después de haber desempeñado dicho cargo, en su libro –“Seguridad Pública, callejón sin salida”– afirmó que el gobernante habría buscado llegar a un acuerdo con el Cártel de Juárez para mantener la “tranquilidad” en la entidad, algo que hasta la fecha ha sido negado por el ex gobernador, hoy convertido en pieza fundamental en el “desarmado” de las fuentes de poder de la maestra Elba Esther Gordillo, en la dirección del Fovissste. Del mismo modo, ¿a poco no se antoja pensar que a falta de un acuerdo con Graco Ramírez los grupos criminales han desatado una salvaje cacería? ¿O que, por el contrario, el intento de ejecución en contra del procurador morelense, Rodrigo Dorantes, lleva dedicatoria de su controvertido paso como agente del ministerio público federal y luego como subdelegado de la PGR en Juárez? ¿A él también le llamarían, en su momento? ¿Cómo saberlo? Esos son los cuestionamientos que levanta una declaración como la efectuada por el jefe Leyzaola, realizada al desgaire, como si fuera cualquier cosa, cuando en realidad nos lleva a especular al muy profundo origen de la situación por la que atravesamos en materia de seguridad pública. ¿Cómo creerles?

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